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¡Ay, Gandales, acorredme, que muerta soy! El cató y vió venir un caballero armado con su espada en la mano, y Gandales hirió el caballo de las espuelas, y metióse entre ambos. Y dijo: Don caballero, á quien Dios dé mala ventura, ¿ qué quereis á la doncella? ¿Cómo, dijo él, quereis la vos amparar á esta que por engaño me trae perdido el cuerpo y el alma? Deso no sé nada, dijo Gandales, mas amparar vos la he yo; porque mujeres no han de ser por esta via castigadas, aunque lo merezcan. Ahora lo veréis, dijo el caballero; y metiendo su espada en la vaina, tornóse á una arboleda, donde estaba una doncella muy hermosa, que le dió un escudo y una lanza, y dióse á correr contra Gandales, y Gandales contra él, é hiriéronse con las lanzas en los escudos, así que volaron en piezas; y juntáronse de los caballos y de los cuerpos de consuno tan bravamente, que cayeron á sendas partes, y los caballos con ellos, y cada uno se levantó lo mas presto que pudo, y hobieron su batalla así á pié; mas no duró mucho, que la doncella que huia se metió entre ellos y dijo: Caballeros, estad quedos. El caballero que trás ella venia, quitóse luego afuera, y ella le dijo: Venið á mi obediencia. Iré de grado, dijo él como á la cosa del mundo que mas amo: y echando el escudo del cuello y la espaďa de la mano, hincó los hinojos antella y Gandales fue ende mucho maravillado; y ella dijo al caballero que ante si tenia: Decid á aquella donceIla de só el árbol que se vaya luego, si no, que le tajarédes la cabeza. El caballero se tornó contra ella y díjole : Ay, mala, yo me maravillo que la cabeza no te tiro. La doncella vió que su amigo era encantado, y subió en su palafren llorando, yfnese luego. La otra doncella dijo: Gandales, yo os agradezco lo que hicistes; id á buena ventura que si este caballero me erró, yo le perdono. De vuestro perdon no sé, dijo Gandales; mas la batalla no se quita, si no se otorga por vencido. Quitaréis, dijo la doncella, que si vos fuésedes el mejor caballero del mundo, haria yo que él vos venciese. Vos haréis lo que pudiéredes, dijo él; mas yo

no la quitaré, si no me decís porque dijistes que guardaba. muerte de muchos altos hombres. Antes os lo diré, dijo ella, porque á este caballero amo yo como á mi amigo, y á ti como á mi ayudador. Entonces lo apartó, y dijole: Tú me harás pleito como leal caballero, que otro por ti nunca lo sabrá, hasta que te lo mande yo. El así lo otorgó. Dijole: Digote de aquel que hallaste en la mar que será flor de los caballeros de su tiempo. Este hará estremecer los fuertes: este comenzará todas las cosas, y acabará á su honra en que los otros fallecieren: este hará tales cosas que ninguno cuidará que pudiesen ser comenzadas, ni acabadas por cuerpo de hombre: este hará los soberbios ser de buen talante: este habrá crueza de corazon contra aquellos que se lo merescieren: y aun mas te digo, que este será el caballero del mundo que mas lealmente manterná amor, y amará en tal lugar cual conviene su alta proeza, y sabe que viene de reyes de ambas partes, y ahora te vé, dijo la doncella; y cree firmemente que todo acaecerá, como te lo digo, y si lo descubres, venirte ha por ello mas de mal que de bien. ¡Ay, señora ! dijo Gandales, ruego vos mucho por Dios que me digais donde vos hallaré para hablar con vos en su hacienda. Esto no sabrás tú por mí, ni por otro, dijo ella. Pues decidme vuestro nombre por la fe que debeis á la cosa del mundo que mas amais, Tú me conjuras tanto que te lo diré; pero la cosa que yo mas amo, sé que mas me desama que á cosa que en el mundo sea: y este es aquel muy hermoso caballero, con quien te combatiste; mas no dejo por eso yo de lo traer á mi voluntad, sin que el otra cosa hacer pueda; y sabe que mi nombre es Urganda la Desconoscida; ahora me cata bien, y conóceme, si pudiéredes: y él que la vió doncella de primero, que á su parecer no pasaba de diez y ocho años, vióla tan vieja y tan lassa, que se maravilló como en el palafren se podia tener, y comenzóse á santiguar de aquella maravilla. Cuando ella así lo vió, metió mano á una bujeta que en el regazo traia, y poniendo la mano por sí, tornó como de primero y dijo: ¿ Parécete que me halla

rias, aunque me buscases? Pues yo te digo que no tomes por ello afan, que si todos los del mundo me desamasen, no me hallarian, si yo no quisiere. Así Dios me salve, señora, dijo Gandales: yo así lo creo. Mas ruégoos por Dios

que vos membries del doncel, que estado de to

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dos, sino de mí. No pienses en eso, dijo Urganda, que ese desamparado será amparo y reparo de muchos, é yo le amo mas que tú piensas, como quien atiende del cedo haber dos ayudas, en que otro ninguno no podria poner consejo, y él recibirá dos gualardones, donde será muy alegre, y ahora te encomiendo á Dios; que yo irme\ quiero, y mas aina me verás que tú piensas: y tomó el yelmo y el escudo de su amigo para se lo llevar: y Gandales, que la cabeza le vió desarmada, parecióle el mas hermoso caballero que nunca viera: y así se partieron de en uno.

Donde dejarémos á Urganda la Desconocida ir con su amigo, y contarseha de Gandales, que partido de Urganda, se tornó para su castillo, y en el camino halló la doncella que andaba con el amigo de Urganda, que estaba llorando cabe una fuente; y como vió á Gandales, conocióle, é dijo: «¿Qué es eso, caballero? ¿cómo no os hizo matar aquella alevosa, á quien ayudábades? Alevosa no es ella, dijo Gandales; mas buena y sabia: y si fuérades caballero, yo os'haria comprar bien la locura que digistes. ¡Ay mezquina, dijo ella, cómo sabe á todos engañar! ¿Y qué engaño vos hizo? dijo él. Que me tomó aquel hermoso caballero que vistes que por su grado mas conmigo haria vida que con ella. Ese engaño así lo hizo, dijo él, pues que fuera de razon y de consciencia vos y ella lo teneis, segun me parece. Como quiera que sea, dijo ella, si puedo, yo me vengaré. Desvarío pensais, dijo Gandales, querer enojar á aquella que no solamente antes que lo obreis, mas que lo penseis, lo sabrá. Agora vos id, dijo ella, que muchas veces los que mas saben caen en los lazos mas peligrosos. Gandales la dejó; y fue como ante su camino, cuidando en la hacienda de su doncel; y llegando

ai castillo, ante que se desarmase, le tomó en sus brazos, y comenzóle de besar, viniéndole las lágrimas á los ojos, diciendo en su corazon: Mi hermoso hijo, si quiera Dios que yo llegue al vuestro buen tiempo. En esta sazon habia el doncel tres años, y su gran hermosura por maravilla era mirada; y como vió á su amo llorar, púsole las manos ante los ojos, como que se los queria limpiar; de que Gandales fue alegre, considerando que siendo en mas edad, se doleria de su tristeza, y púsole en tierra, é fuese á desarmar, y dende adelante con mejor voluntad curaba de él; tanto que llegó á los cinco años. Entonces le hizo un arco á su medida, y otro á su hijo Gandalin, y hacíalos tirar ante sí; y asi lo fue criando hasta edad de siete años. Pues á esta sazon el rey Languines, pasando por su reino con su mujer y toda la casa de una villa á otra, vínose al castillo de Gandales, que por ahí era el camino, donde fue muy bien festejado; mas á su Doncel del mar y á su hijo Gandalin y á otros donceles mandólos meter en un corral, porque no los viesen, y la Reina que en lo mas alto de la casa posaba, mirando de una finiestra, vió los donceles que con sus arcos tiraban, y al Doncel del mar entre ellos tan apuesto y tan hermoso, que mucho fue de lo ver maravillada, y viólo mejor vestido que todos, así que parecia el señor: y de que no vió ninguno de la compañia de Gandales, á quien preguntase, llamó sus dueñas y doncellas y dijo: Venid y veréis la mas hermosa criatura que nunca fue vista. Pues estándole mirando todos como á una cosa muy extraña y crescida en hermosura, el Doncel hobo sed; y poniendo su arco y saetas en tierra, fuese á un caño de agua á beber, y un doncel mayor que los otros tomó su arco y quiso tirar con él; mas Gandalin no lo consintió, y el otro empujólo recio. Gandalin dijo: Acorredme, Doncel del mar, y como lo oyó, dejó de beber y fuese contra el gran doncel; y él dejó el arco, y tomólo con su mano, y díjole: En mal punto heristes á mi hermano, y dióle con el por encima de la cabeza gran

golpe segun su fuerza, y trabáronse ambos. Así que el gran doncel mal parado comenzó á huir, y encontró con el ayo que los guardaba y dijo: ¿Qué has? El Doncel del mar, dijo, me hirió. Entonces fue á él con la correa, y dijo: ¿Cómo, Doncel del mar, ya sois osado á herir los mozos? Agora veréis como os castigaré por ello. El hincó los hinojos ante él, y dijo: Señor, mas quiero yo que vos me hirais que delante de mí ser ninguno osado de hacer mal á mi hermano, y viniéronle las lágrimas á los ojos, y el ayo hobo mancilla y díjole: Si otra vez lo haceis, yo os haré bien llorar. La Reina vió bien todo esto, y maravillóse, porque aquel llamaban doncel del mar.

CAPITULO IV.

Como el rey Languines llevó consigo al Doncel del mar y á Gandalin, hijo de Gandales.

Estando así en esta sazon, entró el Rey y Gandales, y dijo la Reina: Decid Gandales, ¿es vuestro hijo aquel hermoso Doncel? Sí, señora dijo él. ¿Pues porqué, dijo, le llamais doncel del mar? Porque en la mar nasció, dijo Gandales, cuando yo de la pequeña Bretaña venia. Por Dios poco se vos parece, dijo la Reina. Esto decia ella, por ser el doncel á maravilla hermoso, y porque Gandales habia mas de bondad que de hermosura. El Rey que el doncel miraba, y muy hermoso le pareció, dijo: Hacedle aquí venir, Gandales, que yo le quiero criar. Señor, dijo él, sí haré; mas aun no es en edad que se deba partir de su madre. Entonces fue por él y trájole y díjole: Doncel del mar, quereis ir con el Rey, mi señor. Yo iré donde vos me mandáredes, dijo él, y vaya conmigo mi hermano. Ni yo quedaré sin él, dijo Gandalin. Creo, señor, dijo Gan

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