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CONTINUACION DEL LIBRO I.

CAPITULO XLII.

Como D. Galaor anduvo con la doncella en busca del caballero que los habia derribado, hasta tanto que se combatió con él.

Cuatro dias anduvo D. Galaor en guia de la doncella que al caballero de la floresta le habia de mostrar, en los cuales entró tan gran saña en su corazon, que no se combatió con caballero á quien todo mal talante no mostrase, así que los mas de ellos por su mano fueron muertos, pagando por aquel que no conocian, y en cabo de estos dias llegó á casa de un caballero que encima de un valle moraba en una hermosa fortaleza: la doncella le dijo, que no habia otro lugar donde albergar pudiesen sino en aquel, y que allí se fuesen Vamos si quisiéredes, dijo D. Galaor. Entonces se fueron al castillo, á la puerta del cual hallaron hombres y dueñas y doncellas, que parecia ser casa de hombre bueno: y entre ellos estaba un caballero de hasta setenta años, vestido de una capa piel de escarlata, que muy bien los recibió, diciendo á D. Galaor que de su caballo descendiese, que allí se le haria de grado mucha honra y placer. Señor, dijo D. Galaor, tan bien nos acogeis que aunque otro albergue hallásemos, no dejaríamos el vuestro; y tomándole los hombres el caballo, y á la doncella el palafren, se acogieron todos al castillo, donde en un palacio á D. Galaor y á su doncella dieron de cenar asaz

honradamente y des que los manteles alzaron, fueron á ellos el caballero del castillo, y preguntó paso á D. Galaor si yaceria con la doncella, él dijo que no. Entonces hizo venir dos doncellas que la llevaron consigo, y Galaor quedó solo para dormir y holgar en un rico lecho que allí habia, y el huésped le dijo: De hoy mas reposo habrá guisa, que Dios sabe cuanto placer he habido con vos, y lo habria con todos los caballeros andantes; porque yo caballero fuí, y dos hijos que tengo agora mal llagados, que su estilo no es, sino demandar las aventuras, en que en muchas de ellas ganaron gran prez de armas; pero anoche pasó por aquí un caballero que los derribó á entrambos de sendos encuentros, de que por muy escarnidos se tuvieron, y cabalgando en sus caballos, fueron en pos dél, y alcanzaronle á la pasada de un rio, que en una barca queria, entrar y dijeronle que pues ya sabian como justaba que de las espadas les mantuviese la batalla; mas el caballero que de prisa iba, no lo quisiera hacer; mas mis hijos le siguieron tanto, diciendo que no le dejarian entrar en la barca, y una dueña que en ella estaba les dijo: Cierto, caballeros, desmesura nos haceis en nos detener con tanta soberbia nuestro caballo. Ellos dijeron: Que no le dejarian en ninguna guisa, hasta que con ellos de las espadas se probase. Pues que así es, dijo la dueña, agora se combatirá con el mejor de vos, y si le venciere que cese la del otro. Ellos dijeron que si el uno venciese, que tambien le convenia probar el otro, y el caballero dijo entonces muy sañudo: Agora venid ambos; pues por al de vos partir no me puedo; y puso mano á su espada, y dejóse á ellos ir, y el uno de mis hijos fue á él; mas no pudo sufrir su batalla, que el caballero no es tal como otro que él viese, y cuando el otro su hermano le vió en peligro de muerte, quísole acorrer biriendo al caballo lo mas fuerte que pudo;mas su acorro poco prestó que el caballero los paró á ambos tales en poco de hora, que tollidos los derribó de los caballos en el campo, y entrando en su barca se fue su via

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