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y iban en la delantera Gavarte de ValTemeroso, Orlandin y Osinan de Borgoña y Mandanel de la puente de Plata ; y allí llegó el conde Latine con gran gente de á pié y de á caballo: y Galdar con otra gran compañía llegó al puerto donde venian don Florestan y Cuadragante y Brian de Monjaste y Angriote y los otros sus compañeros; entonces se comenzó entre ellos una cruel, y peligrosa batalla con las lanzas y saetas y piedras, así que muchos heridos y muertos hubo; y los de la tierra defendieron los puertos hasta hora de tercia; mas don Florestan, que en una barca se halló con Brián de Monjaste, y con don Cuadragante y Angriote y don Florestan, tenia á Cenil, aquel buen caballero que ya oistes en el segundo libro, y á Morastes de Salvatierra que era su cormano: y los de Brian eran Coman y Nicoran: y los de don Cuadragante, Landin Y Orian el valiente y los de Angriote su hermano Gradovoi y Sarquiles su sobrino. Y Florestan dió grandes voces que derribasen la puente, y saldrian por ella en sus caballos. Angriote le dijo: ¿Porqué quereis acometer tan gran locura, que aunque de la puente salgamos, el agua es tan alta antes que lleguemos á la tierra que los caballeros nadarán. Así lo decia don Cuadragante; mas Brian de Monjaste fué del voto de Florestan, y echada la puente pasaron entrambos por ella, y llegando al cabo hicieron saltar los caballos en el agua que era tan alta que les daba á los arzones de las sillas, y allí acudieron muchos de los contrarios, que de grandes y mortales golpes los herian, y llegó don Cuadragante y Angriote, y juntáronse con ellos, y así lo hicieron aquellos sus compañeros; mas la subida del puerto era tan alta, y la gente tan grande que la defendian, que no sabian dar remedio. Allí fué el ruido tan grande y tantos alaridos de un cabɔ y de otro que no parecia sino ser todo el mundo asonado.

Dragonis y Palomir quedaron en el agua que les daba á los pescuezos, y sus caballos con ellos, trabándose à las

tablas de las galeras quebradas, y pujándose unos á otros yendo con gran trabajo adelante hasta que ya el agua les daba á las cinchas; y aunque la gente de la ribera era mucha y bien armada, y resistian con gran esfuerzo no pudieron escusar que don Florestan y sus compañeros no tomasen tierra, y luego así mesmo Dragonis y Palomir con todos los suyos. Cuando Galdar vió que los suyos perdian el campo no pudiendo sufrir á sus contrarios, por estar ya muy apoderados, con grande ánimo y lo mejor que él pudo hízolos retraer, porque todos no se perdiesen, que el estaba muy mal herido de mano de don Florestan y de Brian de Monjaste, que lo derribó del caballo; y fue tan quebrantado, que apenas se podia tener en otro caballo que los suyos le dieron ; y yéndose para la villa, vió como el conde Latine se venia con toda su gente á mas andar, que ya le habian tomado el puerto don Galvanes y Agrajes y sus compañeros, como aquellos que á su causa la batalla se hacia. Y agora sabed aquí que el conde habia prendió á Dandasido, hijo del gigante viejo, y á otros veinte hombres de la villa con él, teniéndolos por sospechosos, que le habian de ser contrarios: los cuales estaban en el castillo en una prision que era en la mas alta torre, y hombres que los guardaban, y como la batalla fue entre los caballeros, los carceleros que los tenian salieron encima de la torre por mirar la batalla. Y cuando Dandasido vió que no los guardaban, y vió que tenia tiempo de se soltar, dijo á aquellos que con él estaban: Ayudadme y salgamos de aquí. ¿Cómo será eso? dijeron ellos. Quebrantemos este candado desta cadena que atados nos tiene. Entonces con una gruesa soga de cáñamo con que de noche les ataban las manos y los pies, metiéron la por el candado lo mas presto que pudieron, y con la gran fuerza de Dandasido y de todos los otros quebráronle el ramo, aunque asaz era grueso, y salieron todos muy presto, y tomando las espadas de los carceleros que encima de la torre estaban (como oido habeis) fueron á ellos, que en al no en

tendian sino en mirar la batalla que en los puertos se hacia y matáron los todos, y dieron grandes voces: Armas, armas por Madasima nuestra señora. Cuando los de la villa esto vieron tomaron las torres mas fuertes de la villa, y mataban á todos los que alcanzar podian. Cuando el conde Latine esto vió entró por la puerta que saliera, y paró en una casa cerca della, y Galdar de Rascuil con él, que no osaron pasar adelante, atendiendo mas la muerte que la vida: los de la villa trababan las calles de entre ellos, y esforzábanse cuanto podian con aquel socorro, y daban voces á los de fuera que llegasen allí á su señora Madasima, y que la entregasen la villa. Cuadragante y Angriote, llegaron á una puerta por saber la verdad, y sabiendo de Dandasido el hecho como estaba, fuéronlo á decir á don Galvanes, y luego cabalgaron todos y llevaron á Madasima su hermoso rostro descubierto en un palafren blanco, vestida de un capote de oro; y llegando cerca de la villa, abrieron las puertas y salieron á ella cien hombres de los mas honrados, y besáronle las manos, y ella les dijo: Besadlas á mi señor y marido don Galvanes, que despues de Dios éllme libró de la muerte, y me ha hecho cobrar á vosotros que sois mis naturales y contra toda razon vos tenia perdidos, y á él tomad por señor si á mí amais. Entonces llegáronse todos á don Galvanes, é hincados los hinojos en tierra, con palabras muy humildes le besaron las manos; y él los recibió con buena voluntad y buen talante, agradeciéndoles y loándoles mucho la gran lealtad y el buen amor que á Madasima su buena señora habian tenido, y luego se metieron en la villa, donde llegó Dandasido que muy honrado de Madasima y de todos aquellos señores fue. Esto así hecho, dijo Imosil de Borgoña: Muy bien seria que de todos nuestros enemigos que aun en la villa estan nos despachásemos. Agrajes, el cual con muy gran saña encendido estaba, dijo: Yo he mandado destrabar las calles y el despacho será que todos sean despachados sin que ninguno de todos ellos vivo quede. Señor, dijo D. Florestan, no deis

á la ira ni saña tanto señorío sobre vos que os haga hacer cosa que despues de apartada querríades mas presto ser muerto. Bien os dice, dijo D. Cuadragante, baste que se metan todos en la prision de D. Galvanes vuestro tio si alcanzar se puede, porque menor reparo es de los vencedores tener vivos los vencidos que muertos: considerando vueltas de la mudable é incierta fortuna, que así como á ellos á los prosperados tornar en breve podria. Acordóse pues que Angriote de Estravaus y Gavarte de Val Temeroso fuesen á lo despachar: los cuales llegados á la parte donde él con Latine y Galdar de Rascuil estaban, hallaron toda su gente muy mal parada y á ellos muy mal heridos con dolor de sus ánimos, porque la cosa en tal estado contra ellos venido habia: y sobre algunas razones entre ellos habidas tuvieron por bien de se poner en la voluntad y buena mesura de D. Galvanes.

Acabado pues esto que la villa y el castillo enteramente fue en poder de Madasima y de sus valedores con gran placer de todos ellos, otro dia siguiente supieron por nuevas ciertas como el Rey Arban de Norgales y Gasquilan rey de Suesa, con tres mil caballeros eran llegados al puerto de aquella insula y como saltaban todos en tierra á gran priesa y enviaban la flota para que viandas les trajesen. En gran alteracion les puso esto, sabiendo la muchedumbre de la gente y viendo los suyos estar tan mal parados; pero como hombres que vergüenza dudaban, acordóseles de lo que Amadis les dijera; que sus cosas hiciesen con acuerdo, como quiera que el parecer de algunos fuese de salir á pelear con ellos no lo hicieron hasta que todos reparados fuesen de sus llagas y los caballos y armas en mejor disposicion estuviesen. Así que, en esto quedando unos y otros contará la historia de Amadis y de don Bruneo de Bonamar que en la ínsula Firme quedado habian.

FIN DEL TOMO SEGUNDO.

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