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no, é dijo á Durin: ¿Mandáronte otra cosa que me dijeses? No, dijo él. ¿ Pues llevarás mi mandado? dijo Amadis. No Señor, dijo él, que me defendieron que no le llevase: y Mabilia y tu hermana & no te dijeron algo que me dijeses? No supieron, dijo Durin, de mi venida, que mi señora me mandó que de ellas la encubriese. ¡Ay, santa María valme ! dijo Amadis, agora veo que la mi desventura es sin remedio. Entonces se fué á un arroyo que salia de una fuente, y lavóse el rostro y los ojos, é dijo ȧ Durin, que llamase á Gandalin, y que viniesen solos. Él así lo hizo, y cuando á él llegaron, halláronle tal como muerto, y así estuvo una gran pieza cuidando, y cuando acordó, dijo que le llamasen á Isanjo el gobernador, y como él vino díjole: Quiero que como leal caballero me prometais que hasta mañana, despues que mis hermanos oyeren misa no diréis ninguna cosa de cuanto agora veréis: él así lo prometió, y otra tal fianza tomó de aquellos dos escuderos: y luego mandó á Isanjo que le hiciese tener secretamente abierta la puerta del castillo, y á Gandalin que sacase sus armas y caballo faera, sin que persona lo sintiese. Ellos se fueron á cumplir lo que les mandaba, y él quedó pensando en un sueño que aquella noche pasada soñara, que le pareciera hallarse encima de un otero cubierto de árboles en su caballo y armado, y al derredor dél mucha gente que hacia grande alegría, y que se llegaba por entre ellos un hombre que le decia : Comed desto que en esta bujeta traigo, y que le hacia comer dello: y parecíale gustar la mas amarga cosa que hallar se podria, é sintiéndose con ello muy desmayado y desconsolado, soltaba la rienda del caballo é íbase por donde él queria, y parecíale que la gente que antes alegre estaba tornaba tan triste que él habia duelo della, mas el caballo se alongaba con él lejos, y le metia por unos árboles donde veia un lugar de unas piedras que de agua eran cercadas, y dejando el caballo y las armas se metia allí como que por ello esperaba descanso, y que

venia á él un hombre viejo vestido de paños de órden, y le tomaba por la mano llegándolo á sí, mostrando piedad y decíale unas palabras en lenguaje que no las entendia, y con esto despertara, y agora le parecia, como quiera que por vano lo habia tenido, que como verdadero lo hallaba, y cuando así en esto pensando estuvo una pieza, tomando á Durin consigo, hablando con él y escondido el rostro de sus hermanos y de la otra gente, por que su pasion no sintiesen, se fue à la puerta del castillo donde halló los hijos de Isanjo que la puerta abierta tenian, y á Isanjo, que fuera estaba, Amadis le dijo: Id vos conmigo, y queden vuestros hijos, y haced que no digan desto ninguna cosa. Entonces se fueron ambos á la ermita que al pié de la peña estaba, y allí iban ya con ellos Gandalin y Durin. Amadis iba sospirando é gimiendo con tanta angustia y dolor que los que le veian eran puestos en dolor, en así le ver: y demandando las armas se armó y preguntó á Isanjo: que de qué Santo era aquella iglesia. El le dijo que de la Vírgen María, y que allí muchas veces se hacian milagros: él entró dentro, y hincando los hinojos en tierra, llorando dijo: Señora Virgen María consoladora y reparadora de los atribulados, á vos Señora me encomiendo que me acorrais, con vuestro glorioso Hijo que haya piedad de mí, é si su voluntad es de me remediar el cuerpo, haya merced de esta mi ánima en este mi postrimero tiempo, que otra cosa sino la muerte ya no espero; y luego llamó á Isanjo, é díjole: Quiero que como leal caballero me prometais de hacer lo que aquí os diré, y volviéndose á Gandalin le tomó entre sus brazos llorando fuertemente, y así lo tuvo una pieza sin que hablarle pudiese, é díjole: Mi buen amigo Gandalin, yo y tú fuimos en uno y á una leche criay nuestra vida siempre fue de consuno, é yo nunca fui en afan ni peligro en que tú no hubieses parte, y tu padre me sacó de la mar tan pequeña cosa como desa noche nacido, y criáronme como buen padre y madre á hijo

dos

muy amado. Y tú, mi leal amigo, nunca pensaste en me servir, é yo esperando que Dios me daria alguna honra con que algo de tu merecimiento satisfacer pudiese, hame venido esta tan gran desventura, que por mas cruel que la propia muerte la tengo, donde conviene que nos partamos, é yo no tengo que te dejar sino solamente esta ínsula, y mando á Isanjo, y á todos los otros, por el homenaje que me tienen hecho, que tanto de mi muerte sepan te tomen por Señor, y como quiera que este señorío tuyo sea, mando que le gocen tu padre y madre en sus dias, y despues á tí libre quede.

Esto por cuanta crianza en mí hicieron, que mi ventura no me dejó llegar á tiempo de les satisfacer lo que ellos merecen, y lo que yo deseaba. Entonces dijo á Isanjo, que de las rentas de la ínsula que guardadas tenia, tomase tanto para que allí en aquella ermita pudiese hacer un monasterio á honra de la virgen María, en que pudiesen bien vivir treinta frailes, y les diesen renta para se sostener. Gandalin le dijo: Señor, nunca vos cuita hubistes en que de vos yo fuese partido, ni agora lo seré por ninguna cosa, é si vos muriéredes yo no quiero vivir, que despues de la vuestra muerte nunca Dios me dé honra ni señorío, y este que á mí me dais, darlo á alguno de vuestros hermanos, que yo no lo tomaré ni lo he menester. Cállate por Dios; dijo Amadis, no digas tal locura, ni me hagas pesar pues nunca me lo hicistes, y cúmplase lo que yo quiero, que mis hermanos son tan bienaventurados y de tan alto hecho de armas que bien podrán ganar grandes tierras y señoríos para sí, y aun para los dar á los otros. Entonces dijo á Isanjo: Mi buen amigo, mucho pesar tengo por no ser á tiempo que os pudiese honrar como vos lo mereceis; pero ya os dejo entre tales que lo cumplirán por mí. Isanjo le dijo llorando: Señor, pidoos que me lleveis con vos, y yo pasaré lo que vos pasáredes, y esto demando en pago de la voluntad que me teneis. Mi amigo, dijo Amadis, así tengo yo que lo haríades; pero esta mi dolencia no la puede socor

rer sino Dios, y á él quiero que me guie por la su piedad, sin llevar otra compañía, é dijo á Gandalin: Amigo, si quisieres ser caballero sé lo luego con estas mis armas, que pues tan bien las guardaste, con razon deben ser tuyas, que á mí ya poco me hacen menester, sino hágate mi hermano don Galaor, é dígaselo Isanjo de mi parte, é sírvelo y guárdalo en mi lugar, pues sábete que á este amé yo siempre sobre cuantos son en mi linaje, y dél llevo gran pesar en mi corazon mas que de todos los otros, y esto es con razon porque vale mas, y me fue siempre muy humilde, por donde agora me pone en doblada tristeza, é dile que le encomiendo yo á Ardian el mi enano que le traiga consigo y no le desampare, é dí al enano que viva con él y le sirva. Cuando ellos esto oyeron hacian gran duelo sin le responder ninguna cosa por no le hacer enojo. Amadis los abrazó diciendo: A Dios os encomiendo, que nunca pienso de jamás os ver, y defendiéndoles que en ninguna manera fuesen en pos dél, puso las espuelas á su caballo, sin se le acordar de tomar el yelmo, ni escudo, ni lanza; y metióse muy presto por la espesa montaña, no á otra parte sino adonde el caballo le queria llevar, y así anduvo mas de la media noche sin sentido ninguno, hasta que el caballo topó en un arroyuelo de agua que de una fuente salia y con la sed se fué por él arriba hasta que llegó á beber en ella, y dando las ramas de los árboles á Amadis en el rostro recordó en susentido y miró á una y otra parte, mas no vió sino espesas matas, y hubo gran placer creyendo, que muy apartado y escondido estaba, y tanto que su caballo bebió apeóse dél y atándole á un árbol se asentó en la yerba verde para hacer su duelo: mas tanto habia llorado que la cabeza tenia / desvanecida, así se adormeció.

CAPITULO IV.

De como Gandalin y Durin fueron tras Amadis por el rastro del camino que habia llevado, y lleváronle las armas que habia dejado: y de como le hallaron y combatió con un caballero y le venció.

Gandalin que en la ermita quedara con los otros que oistes, cuando así vió ir á Amadis, dijo muy fieramente llorando: No estaré que no vaya en pos dél, aunque me lo defendió, y llevarle he las armas, é Durin le dijo: Yo te quiero hacer compañía esta noche, y mucho me placeria que con mejor acuerdo le hallásemos. Y luego cabalgando en sus caballos se despidieron de Isanjo, y se metieron por la via que él fuera, é Isanjo se fué al castillo y echóse en su lecho con muy gran pesar; mas Gandalin y Durin que por la floresta se metieron anduvieron á todas partes, y la ventura los guió cerca de donde Amadis estaba. Relinchó su caballo que los otros sintió, y luego conocieron que allí estaba, y fueron muy paso por entre las matas por que no los sintiese, que no osaban ante él parecer, y siendo mas cerca descendieron de los caballos, y Gandalin fué muy encubierto, y llegó á la fuente é vió que Amadis dormia sobre la yerba, y tomando su caballo se tornó con él donde Durin quedara, é quitándoles los frenos dejáronlos pacer y comer en las ramas verdes, y estuvieron quedos: mas no tardó mucho que Amadis no despertó que con el gran sobresalto del corazon no era el sueño reposado: y levantóse en pié y vió que la luna se ponia, y que aun habia buen rato de la noche por pasar, y por ser la floresta espesa estuvo quedo y tornándose á sentar, dijo: ¡Ay ventura, cosa liviana y sin raíz, porqué me pusiste en tan gran alteza entre los otros caballeros, pues tan ligeramente della me descendiste! Agora veo yo bien

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