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su memoria, parece que el enojo del cielo ha caido sobre este pais digno de mejor suerte, los hombres que le dirigen los que debieran ganar sus voluntades, á un fin glorioso, engrandecerle, salvarle, cuidadosa y atinadamente de todos los peligros, aquellos son sus mas encarnizados contrarios los que le esquilman, le venden y le arrojan al fango de la humillación y del oscurecimiente; no designamos con particularidad qnienes, mas todos los gobiernos que se han sucedi do en este siglo todos, han mira lo mas con may raras escepciones por su bien personal, que por el de la nacion, á la cual han ido empujando desde la cima donde se encontraba la fama, al abismo del desprecio. Asi la que figuraba en primera línea, se ve hoy reducida a la simple categoria de una potencia de tercer órden sin dignidad ni consideraciones, sin valor para reclamar sus derechos en los tratados en las conferencias, teniendo siempre el sentimiento de ser postergada en los banquetes diplomáticos, en las ceremonias palacie, gas, de ser casi siempre olvidada, y si alguna vez las que se han encumbrado á costa de ella, quieren tenderla una mirada de compasion y sacarle por algunos segundos del lugar abyecto en que se eneuentra, es para colocarla en el último tramo de la escala social, hasta Portugal, la pequeña Lusitania, se nos atreve, y en el apogeo de su orgullo, amenaza llevar sus pees cabala por las fértiles llanu ras de Castilla. No se crea al teer estos rengtones que nos los inspi ra el ciego espiritu de un partido ó la gala que muestra la juventud de presjuzgar y aplaudir de cosas que no entiende o mas bien del conato de rebajar el lustre de la patria ¡oh! no, todo al contrario, al lomar la pluma hemos abandonado el variado ropaje de las banderas politicas que destrozan sangrientamente la nacion para vestirnos la severa túnica de historiadores, nos despojamos de todas las malas afecciones de los años juveniles que hombres corrompidos trageran en mal hora, é hicimos la profesion de fé mas solemne à fin de proporcionar å la hermosa España su gloria y esplendor aun cuando en la demanda hubiésemos de perder la vida; poca es nuestra existencia si de ella le reporta algun servicio mas abjurando de nuestro sagrado earacter de escritores, debemos presentar la nacion rodeada de un falso y deslumbrador atavio que el menor soplo de la brisa levanta para que se vea su desnudez y su miseria? no, tal ducta fuera criminal en alto grado; nuestro deber es denunciar

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el mal que padece que la conducirá á la muerte si los médicos que están encargados de su salud en vez de proporcionarla solo cuidan de alargar la dolencia à fin de que continuen los honorarios, y cada vez que la indole de un suceso nos de tiempo á reflexiones denunciáremos toda clase de abusos en nombre del inmortal héroe cuyos hechos describimos para ver si en atención á su memoria se buscan los medios que los corten, los destruyan, los aniquilen de raiz, y se puede coayubar à devolverla su hermosa y encumbrada posicion dé otros dias porque sino se acaba el sufrimiento, y hay de entonces las reacciones tienen términos fatales cuando la voz del pueblo solemne como la voz del cielo pide justicia y libertad, cuando la pide con fé, con la conciencia de su derecho y de su poder; la reacción sucumbeò entre los silvidos de la multitud ó arrojada á balazos de la altura que escalira, no lo olviden nunca los gobiernos ni las oposiciones: un dia llega en que es preciso obrar: aquellos deben anticiparse á la tormenta, y ceder el puesto, estas deben colocarse en primera línea para dirigir lo que sin ella se ha de verificar al fin, y si nuestra débil voz no ha de ser escuchada, si ciegos los que dirigen la nave del estado continuan igual senda que hasta aqui, dejando que la enfermedad se agrave, y la patria perezça: sigan en buen ho ra tan infernal conducta, atropellen al pueblo, rasguen la Constitu cion, busquen en las mayorías parlamentarias lo que la opinion general del pais les niega, sigan impertérritos: pero contemplen un instante cual es el término de ese camino que recorren con tal imprudencia y seguridad, no importa que para hacer el último esfuerzo recojan su aliento como el gladiador desfalleciente, el pueblo, contra quien dice, y en su arbitrariedad, el siglo que puede mas que ellos y una mayoria con unas cuantas docenas de individualidadeş, la libertad que quieren sofocar acabarán por atropellarle, y pasarán por encima de ellos porque no hay fuerza` humana bastante à contener e espíritu de una época que se empeña en contrariar. No importa su frir un dia ni un mes ni dos. Hace algunos años que estamos pade→ ciendo el martirio que nos dan, tambien sufrimos otro pero mas por que el triunfo de la libertad es irremisible y próximo.......

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No bien cundieron las nuevas del viaje del Infante, y la Reyna de Etrúria, brotó de todos los pechos un sentimiento de resistencia, à tan arbitraria medida, en buena hora marchase la Reyna, que con

ta ba muy pocas ó ningunas simpatias pero no, Don Francisco de Paula, único vástago que de la familia Real pisaba el territorio Español, con el cariño de todos sus habitantes, y al cual se agrupaban todos como al rededor de una enseña, y ya que la Junta habia sido tan pusilámine; el pueblo queria ostentarse grande y combatir aunque sucumbiera; cuando se sufre y se ès esclavo, la muerte es el mejor remedio sino se tiene la suficiente intrepidez para romper las cadenas y derribar à sus tiranos, por eso al amanecer del 2 de Mayo, grupos numerosos de gentes de todas clases y condiciones se veian en los puntos mas concurridos de la corte, con especialidad en la plazuela de palacio, allí se hallaba Daoiz vestido de paisano procurando sacar partido de la menor circunstancia favorable, cuando un ordenanza de su cuerpo que le andaba buscando le comunicò una órden terminante del Capitan General, que prefijaba vista la actitud de la poblacion se mantuviesen encerradas las tropas en sus cuarteles con los oficiales á la cabeza, sin salir por ningun estilo, ni por mas sucesos que ocurrieran bajo las penas mas severas prodigándose entre ellas con esceso la de muerte; esta órden se había dictado sin duda por voluntad del Duque de Bery, que quiso cebarse en la sangre de un pueble sin direccion ni disciplina, y el patrióta capitan de Artillería, hubo de dirijirse inmediatamente à su casa y vistiendo con presteza el uniforme marchar á encerrarse en el Parque adorador mas que otro alguno de la observancia militar. Quedó pues la poblacion entregada á si misma, todos los militares que como mas instruidos pudieran dirijirla en los cuarteles, pero no se desanimó, antes al contrario la concurrencia se fué haciendo mas numerosa, y las conversaciones tenidas en un principio en voz baja se fueron haciendo públicas no temiendo nadie espresar sus quejas y sus esperanzas aunque se hallase rodeado de la vil policia.

¡El Dos de Mayo! dia santo, grande, memorable, cuyo reinado nunca se borrará del afljido pecho, fuera mas digno de ser reseñado por plumas hábiles y no tan jóvenes como las nuestras, por eso en nuestra importancia no queriendo marchitar los gloriosos laureles de aquel heróico suceso, vamos á consignar unicamente los que que pan en los estrechos límites de una biografia narrando los demas sucintamente y supliendo la parte de brillantez, el patriotismo de que nos hallamos animados y la buena fé conque escribimos: se ofre

ce la duda de si el rompimiento de hostilidades tuvo lugar en la Plazuela de Palacio, ó en la Puerta del Sol, Toreno y Muñoz Maldonado, en sus historias respectivas, aseguran que fuè en el primer sitio pero en una obra recien publicada y con referencia à sujetos testigos de vista se aseguran que fué en el último, lo cual declara circunstanciadamente asi el Brigadier Don Tomas Garcia Vicente, con las siguientes palabras tomadas de la introduccion de su memoria. « Adjuntas con las pruebas de la perversidad de que soy victima desde el inolvidable Dos de Mayo de 1808, desde ese dia gloriosamente histórico, en el que secundado por otros diez verdaderos patriotas levanté un grito de resistencia santa contra el usurpador de Europa, en la misma puerta del Sol, acometiendo á los soldados mamelucos que del retiro bajaban con un pliego para Murat. Y aqui correjiré de paso la equivocada espècie vertida por el Conde de Toreno en su obra de la revolucion, que supone haberse dado el primer grito en la plazuela de Palacio, contra lo que vieron nuestros ojos y los de la corte, todos contra la tradicion y la esperiencia; si bien es de presumir que el historiador ministro lo estampo de oidas pues aunque presente á la sazon en Madrid eminentes riesgos à que yo me espuse». Sin decidirnos por el uno ní por el otro aserto, y consultadas varias personas de crédito podemos fijar con alguna certeza que la señal de resistencia se dió en la plazuela de Palacio y que se puso en ejecución en la Puerta del sol.

La concurrencia en el primer punto era inmensa, los coches en que iban á marchar las personas Reales, enganchados y un sordo rumor se dejaba oir de todos los estremos. Al dar las nueve, subió en un coche con sus hijos, la Reina de Eturia, y la multitud no opuso resistencia à alguna dejándola marchar, pero en el mismo instante algunos criados del Palacio salieron de él con aire contristado diciendo que el Infante lloraba négándose á partir, y este sencillo relato inflamando como por en canto á cuantos le oyeron fué suficiente á la decisión de obras, cortando los tiros de las mulas é inutilizando el carruage, declarando que el Infante no saldria. En este estado llegó à la plazuela Mr. Augusto Lagradge, ayudante de Murat, enviado por este para averiguar la causa de la tardanza del viaje, y ver si la inquietud del pueblo. ofrecia un aspecto fundado y de consideracion. Al verle y penetrarse de la intencion y objeto que le traia

à aquellos sitios esclamaron unas mujeres que nos le llevan y á esto gritó el ayudante embestido por todas partes y que hubiera sucumbido sin el socorro de un oficial de Valonas que lo cubrió con su cuerpo denodadamente hasta la llegada de una patrulla francesa que pudo salvarlos; ejemplo de generosidad que no encontró imitadores, entre ellos la patrulla tuvo que retirarse en desorden pero avisado Murat, mando inmediatamente un batallon con dos piezas de Artillería por la proximidad de su alojamiento al Palacio, y la tropa francesa en vez de contener el alboroto por los medios pacificos, hizo una descarga general sobre los indefensos corrillos dispersándolos y causándolos algunos heridos: pero en cambio los atacados tan bruscamente, llevaron á todas partes la consternacion y ocasionaron un levantamiento general. Parte de ellos se detuvieron en la Puerta del Sol, y alli comandados algunos por e! citado Brigadier Vicente discurrian sobre el mejor medio de defenderse, cuando vieron bajar à todo escape por la carrera de San Gerónimo, dos soldados mamelucos, uno de los cuales traia un pliego, y pensando que sería para el general Duque los detuvieron; trataron ellos de resistirse mas al ver una porción de puñales ante sus ojos, hubieron de consentir en entregarle, con lo cual quedaron libres si bien al verse en tal estado en vez de agradecer la merced, to nó uno de ellos la calle de la Montera, desembaino el sable descargando golpes sobre los indefensos, matando á un hombre de un pistoletazo, descargando un terrible golpe de sable á una anciana en la red de San Luis, del que cayó al suelo muerta; y pisoteando á un p›bre niño, hasta que un artesano indignado de aquella barbarie, le asestó una escopeta de que venia armado y el mameluco cayó muerto.

Instantaneamente y como por encanto las calles desiertas nn momento antes se llenaron de gentes, artesanos, propietarios, jornaleros, empleados, sacerdotes, nobles, plebeyos, mugeres, niños todos salieron de sus casas con armas de todas clases, á falta de buenas se hacía uso de las enmohecidas y rotas y si estas no bastaban un palo, una herramienta servia, el caso era esterminar á los opresores de la patria; ni tenian Gefes, ni se los habia comprado con oro alguno: su sacrifiicio era voluntario. recordaban que Nunmancia había preferido ser quemada á someterse al yugo de los Romanos, y corriá á la muerte en el plomo gozosa y alborozada, como aquella se lan7

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