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eran de su agrado molestase ó no alli, se creia que Napoleon, era un sincero amigo de Fernando, que solo queria su bien estar asi como la libertad de la Europa, y que en aprecio de su afecto iba á concederle por esposa una Princesa de Francia.

A escepcion de muy pocos, todos cuantos rodeaban al jóven principe sentian una especie de veneracion al héroe esclarecido que de simple oficial habia ascendido emperador, venciendo á cuantos enemigos osaban oponérsele, y repartiendo tronos á sus parientes con imperturbable serenidad; y entre ellos el canónigo D. Juan Escoiquiz, maestro y preceptor de Fernando, hombre erudito y de gran peso en su ànimo, participaba mas de esta fascinacion por cuanto acababa de verlo, y no podia persuadirse nunca de que abrigase otras miras que las mas ventajosas para su discípulo y la España, cerrando los ojos à todo cuanto hacia Murat, que penetrado del valeroso caracter de los naturales en vez de portarse despóticamente recurrió á valerse de arterías, y al par que seguia por medio de la reina de Eturia correspondencia secreta con los destronados de Aranjuez, aseguraba públicamente la pròxima venida de Napoleon con una princesa que seria el íris de bonanza entre los dos pueblos; anticipàndose a decir, que ya estaria pasando la noticia, a cuya nueva alborozada la córte dispuso que el infante D. Cárlos saliese á recibirle como lo verificó acompañado del duque de Hijar, gentiles hombres D. Ignacio y B. Antonio Correa, D. Pedro Macuncoz y D. Pascual Vallejo, Hegando el 6 de Abril á Burgos, el 7 á Vitoria y el 8 á Tolosa sin que el monarca francés se presentara ni hubiera indicios de su presencia.

El pueblo murmuró entonces mas alto, ya no le quedó duda de la suerte que le esperabi con aquella falanje de estranjeros, sus instintos se engañan rara vez, y á la aproximacion de un peligro saben advertirlo, solo como sucede siempre, sus gobernadores séguian aun ofuscados, y aun cuando no se daban la competente solucion al inútil viaje del infante, seguian en su método de complacencia al duque de Berg á tal punto, que deseando este recobrar la espada que perdiera en Pavía Francisco I. á impulsos del valor español inmediatamente sin decoro ni pundonor, le fué eutregada de órden superior por el caballerizo mayor de S. M. marqués de Astorga; baldon eterno para los que mediaron en tan vergonzosa en

TOM, II.

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trega, y mengua cobarde á los que en ella consintieron, unos y otros no podian ocupar un solo lugar en la estimación pública y cuantas veces con curiosidad ó sin ella se reconoce el largo salon de la armeria y se nota el lugar que ocupaba aquel vivo trofeo de pasadas glorias una tempestad de recuerdos se agitara en el alma dificil de calmar! El marques de Astorga debió haber hecho dimision de su cargo antes que ser el comisionado de una infamia, el nublador del lauro que otro marqués, el de Pescara recojiera en Pavía un hombre del pueblo hubiera perecido antes, un individuo de la nobleza consintió por conservarla recibir tan innoble mancha, y el mismo Murat el valiente guerrero que solo vivia entre el fragor del combate debió haber usado de otro medio menos cobarde para recuperar aquella prenda muda de su derrota de otros tiempos, el campo de batalla era el lugar de hacerla suya. y no por medio de exigencias taimadas, los leales combatientes y los honrados caballeros hubies an usado el primer medio pues que valiendose del segundo por mas que blasonen de poseer la famosa espada, la historia de su recobro les hará muy poco honor mostrando que si al perderla fueron vencidos, al recobrarla se portaron como cobardes,

Satisfecha la exijencia anterior se presentó en demanda otra nueva, la dé que el rey se pusiera en marcha para Bayona, habia protestado Carlos IV de su abdicacion, y el emperador llamaba al padre y al hijo á su decision sin ningun derecho, y con el mismo tono de autoridad que un sultan pudiere ordenar á sus visires. Fernando, y con él el pueblo se opusieron como era muy natural; pero Es coiquiz y su pandilla hasta funéstos á el suelo que los vid nacer en mal hora, opinaron por la inmediata salida de su magestad solo el ministro de Estado D. Pedro Ceballos, antiguo digno consejero se opuso noblemente, su voz fué ahogada asi como todas las demás manifestaciones que llegaron al trono, y se decretò el viaje coadyuvando à ello el general Savar y edecan de Bonaparte, sugeto de intriga y despejo que en una audiencia particular que tuvo con el mal aconsejado Fernando, acalló todos sus escrúpulos imbuyéndole en mentidas proniesas con falaces y arteras palabras. Menester 'era hallarse poseido de la candidez más crasa ò de la ambicion mas delirante para quedar satisfecho, y dispuesto á encaminarse en pós de un monarca que no se sabia donde se hallaba cual pudiera

hacerlo un aventurero, y no un rey en pacífica posesion de su trono y garantido plenamente del amor de sus súbditos. Savary manifestó solemnemente que el emperador de los franceses le embiaba para ofrecerle su amistad, y saber si respecto á la Francia conservaria las mismas relaciones que su padre, en cuyo caso prescindi ria el emperador de todo lo ocurrido, reconociéndole desde luego por rey de Espaй y de las Indias, y en virtud de esta declaracion el 10 de Abril salió de Madrid la rejia comitiva con direccion á Burgos, compuesta de D. Pedro Ceballos, los duques del Infantado y S. Carlos, el marqués de Mosquiz, D. Pedro Labrador, D. Juan Escoiquiz, el conde de Villarioso capitan de Guardias de Corps y los marqueses de Ayerbe, Guadalcazar y Feria, gentiles hombres de

cámara.

En Burgos no se tenia noticia alguna de Napoléon, y por lo tanto se opusieron á que el rey pasara adelante, pero Savary apoyado por el estúpido Escoiquiz (1) logró que siquiera se llegase basta Vitoria, y con efecto asi se hizo; pero en esta ciudad estaban mas enterados que en la anterior, y el pueblo cortando los tirantes del coche se empeñó en que era una locura seguir tan adelante. Una carta de Napoleon burló esta sincera manifestación, el astuto edecan habia partido en posta hasta Bayona y traido una lar-. ga epistola para Fernando que pareció muy bien á la pandilla, y eso que entre sus renglones se advertian las siguientes ultrajantes palabras. «¿Cómo se podria formar causa al principe de la Paz sin hacerla tambien al rey y á la reina vuestros padres? Esta causa fomentaba el ódio y las pasiones sediciosas; el resultado seria funesto para vuestra corona. V, etc. no tiene a ella otros derechos que los que le ha trasmitido su madre si la causa mancha, su honor V. destruye sus derechos-» Nadie advirtió la ofensa que encerraban estas palabras al canónigo le parecieron de buen efecto, y mandó acelerar la marcha, en vano hombres resueltos y decididos como el duque de Mahon y D. Mariano Luis de Urquijo se ofrecieron á salvarle apartándole del precipicio á que se miraba obcecado, sus ofer

(1) Mas tarde publico su Idea sencilla en que dió las razones que mediaron para este viaje, escrito que prueba se equivocaron él y cuantos abrigaron sus opiniones, creyendo de buena fé los engaños del francés.

tas y sus deseos fueron desechados, el viaje fuè continuado, y el 20 entraron en Bayona sin que nadie saliera á recibirlos mas que tresespañoles, à los cuales acababa el emperador de declarar terminantemente que nunca volverian á sentarse en el trono de España los Borbones.

Segun ya hemos visto en el párrafo anterior, Godoy y sus augustos amigos, fueron tambien á Francia dejando huérfano al trono español y el gobierno en manos de una junta compuesta de los ministros del despacho como vocales, y el infante D. Antonio en calidad de presidente tan poco á propósito para el desempeño de su elevado cargo como revela el contenido de la siguiente esquela que escribió despues de los sucesos del Dos de Mayo á D. Francisco Gil de Lemus, que por ser breve la copiamos: «Al señor Gil.--A la jun-. ta para su gobierno la pongo en noticia como me he marchado á Bayona de órden del rey: lo digo à dicha junta que ella siga en los mismos terminos como si yo estuviese en ella. Dios nos la dé buena; -A Dios, señores, hasta el valle de Josafat.-Antonio Pascual. >> Renglones tan chavacanos, desdecian del gefe superior; de una nacion, y revelaban las cortas dutes de que se hallaba adornado, y et poco tacto para sacar á buen puerto la nave del estado combatida réciamente por los traidores piratas que la arredraban.

DON LUIS DAOIZ.

Aun

un cuando el nombre de Daoiz va siempre unido al de Velarde para recordar el igual patriotismo que les enlazo en su vida no concibiendose la gloria del uno sin aplaudir tos taureles del otro, hemos preferido sin embargo tratar sus hechos separadamente, no porque los de aquel fuesen mayores que los de este ó porque tomaran mas o menos parte en el memorable dia en que se rompieron las aleves cadenas impuestas por los estranjeros sinó por que siendo tantos los sucesos y de tan grande importancia fucra presentarlos en una sola Biografia hacerlos aparecer en proporcion muy pequeña y como por otra parte la guerra de la independencia, esa hermosa página de nuestra bistoria, será siempre admirada y leida con placer, hemos querido relatarla lo mas concienzuda y suscintamente que se puede sin caer en el hastio adjudicando una parte de los heróicos hechos en cada vida de un ilustre patricio.

Don Luis Daoiz nació en Sevilla el año de 1767 dia fo de Febrero, siendo sus padres D. Martin Daoiz y Quesada y Doña Francisca de Torreponce de Leon, de familia esclarecida y llena de instruccion, fué bautizado en la parroquia de S. Miguel y aprendió primeras letras en el colejio de S. Hermenegildo de dicha ciudad recibiendo una educacion esmeradísima ni tan rigorosa que pecàra en tirânica ni tan blanda que fuese descuidada hasta que babiendo apenas cumplido los tres lustros pensaron en darle una carrera útil y de lucimiento y tras algunas meditaciones le fijaron en la de Artillería, que aun cuando no tenia el grado de brillantez que

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