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segun el padre Cobo 150.000 anegas (1) procedentes de Barranca (2) en donde agrega, se embarcaban de 50 á 60.000 anegas cojidas de los valles de Pativilca, Barranca y Zupi y de los Valles de Santa, Huarmey, Huaura y Chancay, Mala, Cañete Chincha y Pisco.

Solo el Valle de Lima producía entonces 80.000 anegas.

Decíamos que antes de 1687, se producía trigo en abundancia en el país, por que despues del terre. moto habido el 20 de Octubre de ese año, las tierras. quedaron inhabilitadas para ese sembrío, y el Perú, tributario de Chile hasta hoy.

Al respecto, dice en su memoria El Virrey don José Antonio Manso de Velasco, Conde de Superunda:

«Una de las màs sencibles resultas del gran te<rremoto que la arruinó el año 1687, fué la esterili<dad que padecieron sus tierras y las inmediatas de <una y otra costa y desde entonces se entabló el co<mercio de trigos en el Reino de Chile, de manera <que en las diez leguas que se dan de extensión á <los Valles del contorno de Lima y sus adyacentes <se dejó del todo de sembrar esta semilla.

«En las provincias inmediatas que le contri<buían antes de la esterilidad del mismo fruto, des<pues que se reconoció que las tierras estaban ya <fecundas se sembró solo aquel trigo preciso que en <ellas consumen sus pocos habitantes. Y todos los <campos que se ocupaban de estas grandes semen«teras, ó se le dieron otros destinos ó se dejaron in<cultos; por que el comercio de los trigos de Chile

(1) Suponemos que Cobɔ haya querido decir fanegas.

(2) Pueblo cerca del puerto de Supe,

sofocaba los labradores embarazándoles la utili<dad y quedó esta ciudad en la necesidad de man<tenerse de trigos ultramarinos que no son los más <saludables, y dependiente de que aquel reino lo <proveyese de sus granos. >

El comercio con Europa estaba limitado solo á España, que ejercía el monopolio; pero esto no obstaba, para que buques franceses, ingleses y de otras naciones, vinieran á recorrer las costas y dejar sus productos por la fuerza, ya que la razón no cabía. Estos contrabandistas tenían al gobierno de Lima en constante sosobra, ocasionándole inmensos gastos su persecución, y alentando á los aventureros á formar corsos.

Los contrabandistas desembarcaban y enterraban sus mercaderías en las playas vecinas á los pueblos, para introducirlas paulatinamente.

Algunas veces eran descubiertos, como sucedió en 1725 al buque francés «La Providencia», que se presentó cìnicamente en Iquique en ese año, despues de haber desembarcado parte de su cargamento, contrabando que se descubrió enterrado en la playa entre Iquique y Arica, consistente en 106 bultos que fueron conducidos al Callao.

Estos buques, que siempre iban armados, se abastecían de víveres, cuando les faltaba, tomándolos por la razón ó la fuerza, de las naves que encontraban á su paso, y aunque pretendian pagar lo que tomaban, el temor á la reconvención ó castigo del Virrey, hacía que los damnificados protestaran sin recibir su importe.

Como no siempre habian en el puerto buques de guerra disponibles para perseguir á los contrabandistas cuando se presentaban, no faltaba quien

quisiera correr aventuras y en el caso de «La Pro videncia» le tocó á Don José de Tagle Bracho, y al Marquez de Torre Tagle, que pidieron y obtuvieron permiso para armar corsos y salir en su persecución, no tanto por amor á la justicia sino al provecho que podía dejarles, Para estos, todo fraude para engañar al enemigo era ley. No pudieron apresar á «La Providencia», pero usando de la bandera francesa, cojieron otra buena presa holandesa, el "San Luis" que estaba haciendo su negocio en Coquimbo. Este buque fué traido al Callao y su contenido, ecepción hecha de los quintos y el casco que correspondía al Rey, segun convenio, se lo repartieron entre los dueños y tripulantes de las naves apresadoras.

Los contrabandistas han sido siempre atrevidos en sus empresas, y cuando no eran sorprendidos con el engaño, sostenían sus derechos peleando como bravos.

En 1734 se presentó en Arica otro buque Holandés, nombrado «Santo Domingo,» al mando de Don Andres Correcu, fingiendo venir de San Malo, en viaje para la China, y solicitando los bastimentos que necesitaba para refrescarse, lo que no se le negó. Después se supo que era una fragata de 30 cañones con sus respectivos pertrechos, cargada de mercaderías especiales y cien hombres de tripulación.

Al saberse esto en el Callao, no faltaron empresarios que pidieran al Virrey el "San Fermin”, para perseguir esa nave; pero con la condición de que tcda la presa, incluso el casco, les pertenecería, cosa que no se aceptó, dejando tranquilos á los contrabandistas recorrer la costa como lo habian hecho otros, ofreciendo sus géneros libre de derechos.

Había espresa prohibición para que el Perú estableciera comercio con el de Nueva España; pero por real cédula de 22 de febrero de 1718, se concedió el derecho de comerciar con aquel Reino con las siguientes limitaciones:

Que en cada año podían llevarse del Callao 30.000 botijas de vino y no mas, pagando por cada una á la salida un peso; el aceite podía traerse en cantidad ilimitada de cualquier puerto de Guatemala, pagando dos pesos por botija como derecho de importación y podían llevarse hasta 200,000 ducados de plata, como antes estaba permitido, para la compra de frutos, pagándose por estos en el Callao 7 % de derechos: cinco por el de boqueron y dos por el de averia.

Los buques que hacían el tráfico con Guatemala, podían salir del Callao y regresar; pero no podían venir para regresar de aquí.

El Callao era el centro de las operaciones mercantiles de todo el pais, y aquí venìa toda la plata del Rey y de particulares para embarcarse para España. En 1639 dice Cobo, que se enviaban de seis millones de ducados para arriba en barras de plata reales y tejos de oro cada año, pero las remesas, alguna vez han subido á veinte millones en un solo viaje.

La plata y oro de particulares pagaba al fisco el uno por ciento de exportación.

Dicen Jorge Juan y Ulloa, (1744) que todos los lunes del año se hacía ferias en el Callao, y que los vendedores se conformaban con la utilidad que les producía la conducción á Lima, que los mismos vendedores hacían en sus recuas, de los artículos que vendían.

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El Padre Cobo, confirma lo dicho por Jorge Juan en los siguientes renglones:

«La abundancia de provisiones para las Naos <es tan grande que á la lengua del agua se venden <á precios moderados cuantas cosas de sustento y <regalo goza Lima. »

El comercio marítimo estaba monopolizado por los españoles. como ya lo hemos dicho; pero en 1702 obtuvieron los franceses permiso para comerciar en estas cosas, permiso que duró solo hasta 1720, pues en este año el Gobierno de España mandó tres navios de guerra á América para desalojar de estos mares la bandera francesa.

Al llegar al Callao los buques franceses estaban obligados á depositar todo su cargamento en un almacen de la Administración, (1) en el que se guar daban las mercaderías europeas.

Se exigía sobre el precio de venta el trece por ciento, á aquellos que venían con el cargamento completo y á veces hasta dieciseis por ciento, á los que habían vendido alguna cantidad en los otros puertos de la costa, y tres por mil, por otros derechos Reales y de consulado.

Esto, dice Frezier, sin hablar de los regalos que hay que hacer secretamente al Virrey y á los oficiales reales. Esta costumbre no se opone, agrega, á las leyes del reino en un pais en donde se tiene el poder en la mano.

Continua Frezier.

No debe causar admiración el que se corrompa á estos empleados hambrientos de dinero, que no compran los empleos (2) mas que para enri-`

(1) Aduana.

(2) Muchos de los destinos eran comprados.

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