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que concurren las gentes de todas partes; de aquí previene que tanto el tráfico como la concurrencia. no cesa en ningún tiempo; y las casas y familias de lustre pueden subsistir, soportando los gastos tan crecidos que corresponden al gran fausto y ostentación que hemos dicho; pues à no tener un tan permanente auxilio como éste, á poco tiempo quedarían destruídos totalmente los caudales.

«Parece que un comercio tan cuantioso por su universalidad deberìa criar en aquella ciudad caudale's muy opulentos; mayormente cuando todas las especies dejan en los que las manejan crecidas ganancias; pero aun que es cierto que los hay, no son tantos, ni tan grandes como parece que correspondia; pues si se examina bien, apenas se hallarían de diez hasta quince, caudales de comercio (esto es en plata ó mercaderías sin incluir fincas ni mayorazgos) que lleguen á 500 ó 600,000 pesos, y aunque entre estos haya alguno que exceda, tambien, se encontrarán en el mismo número otros que no llegan; de menos fondos como de 100,000 hasta 300,000 pesos son muchos los que hay, y estos los que componen lo fuerte del Comercio; á que se agregan después los pequeños desde 50 hasta 100,000 pesos. Proviene el haber tan pocos caudales sobresalientes, de los exhorbitantes gastos de la familia. y así aunque sean muchas las · ganancias apenas bastan para mantenerse sin des

caecer.

Fuera de estos se desmembran con los dotes de las hijas y casamiento de los varones y fenece la casa, con la vida del que la levantó, formándose de sus fondos otras tantas, de medianos ó cortos caudales, como tuvo dependientes, si acaso no son

estos desastrados y procuran adelantar lo que heredaron,

<Son aquellos habitantes espertos y hábiles para el Comercio, tanto que se perfeccionan en la sutileza de él, los que llegan á tratarlos con el motivo de hacer negociado; penetran con facilidad las máximas del que vende, y con disimulo hacen caer en las suyas al que compra; por que tienen genio para ello, y método para persuadir, nó menos que para desembarazarse aun de su misma pasión: hacen desprecio y apocan aquello que más les lleva la atención y necesitan; y con este ardid lo suelen conseguir con mas comodidad que la que ellos hacen después á los que se la vendén: su economía es grandísima en todo lo que mira á comprar y vender y por ella tienen fama en todas partes: pero son muy legales en los tratos después de concluidos, y pundonorosos en su cumplimiento.

«Los comerciantes gruesos que tienen almacenes crecidos, no se escusan por esto de mantener tienda dentro de su casa, ni de vender por menor en ella, ya sea por su propia mano, ó ya por la de algún cajero de su confianza, por que no es de ningún descrédito el hacerlo y de mucha utilidad el no escusarlo, quedando allí las ganancias que había de dar à otro; y como esta práctica está tan bien recibida, que no causa novedad ni desdoro, se conforman con ella sin reparo; de lo cual resulta que el comercio estè allí muy favorecido y sea grande el número de sus parciales. Este no quita que hayan muchas familias que se mantienen únicamente, con las rentas del mayorazgo ó Haciendas, pues los hay tan cuantiosas que no necesitan de otro auxilio para mantener la regular ostentación que les es correspondiente, sin mezclarse en el

tráfico del Comercio: más conociendo otras muchas á quien no faltan mayorazgos que solo con el arbitrio del Comercio pueden subsistir, de modo que con el tiempo no esperimentan decadencia, se dedican á èl, interesándose por mayor en las ferias de galeones y otros tráficos, depuestos ya los escrúpulos, que en lo antiguo los preocupaban de que el Comercio podría ser contrario al lustre de su nobleza; vestigios que conservaban en la idea de las que llevaron de España.»

DEFENSA DEL PUERTO

Mientras que el Callao no estuvo amenazado, no se pensó en artillarlo; y á pesar de que, desde 1579 pudo comprenderse esa necesidad, por el intempestivo ataque que hizo el pirata sir Franc Drake el 13 de febrero de dicho año, ocasionando graves daños á las naves ancladas á la sazón en el puerto, el entonces Virrey don Francisco de Toledo se conformó con hacer una débil defensa, pues el Virrey Don Francisco de Borja y Aragòn, Príncipe de Esquilache, que llegó en 1615, sólo halló como elementos de defensa en tierra, un cañòn reforzado, dos cañones pequeños de fierro colado y uno recien fundido en Lima que después reventó á la prueba.

En el mar sólo existía utilizable el navío <Jesus María» que hacía de capitana, y el "San José» que necesitaba algunas reparaciones. Además habían el galeon "Nuestra Señora» viejo é inservible y el "Visitación» que era buena presa.

Este Virrey se preocupó del asunto, y fortificó el puerto haciéndolo Presidio (1), lo que era una necesidad, para evitar las sorpresas que los piratas

(1) Guarnición de soldados que se pone en en las plazas y fortalezas

para su custodia.

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podian hacer nuevamente, aprovechando de la salida de la armada, ya en busca de ellos mismos ó llevando el tesoro á Panamá.

Mandó, pues, construir en sitios convenientes, dos plataformas con 6 y 7 cañones, respectivamente, y estableció una guarnición constante de 1,500 hombres, dividida en cinco compañías.

Puede decirse, pues, que la fortificación del Callao data desde esa época.

Cuando dejó el gobierno en 1621, quedaban en la mar, los siguientes navíos: «Nuestra Señora de Loreto», de 700 toneladas que hacia de Capitana, con 44 piezas, é igual número de artilleros, 60 marineros y 16 grumetes; el «San José», de 32 piezas, 50 marineros, 12 grumetes y sus respectivos artilleros; el Jesús María», de 30 piezas; el «San Felipe y Santiago de 16 piezas con sus artilleros, 24 marineros y Io grumetes; el Patache «San Bartolomé» con 8 piezas, 8 artilleros 10 marineros y 8 grumetes, y además dos lanchas con dos piezas cada una.

El gasto que ocasionaban las fuerzas de mar y tierra, entonces, era de 390,000 pesos de á 8 reales al año, y hace notar en su memoria que el Virrey Marqués, de Cañete, su antecesor, gastaba 409,000, sólo en sostener 5 galeones.

Se explica el abandono en que estuvo la armada, antes de 1615, por la declaración que le hizo al Príncipe de Esquilache, su antecesor, el Marqués de Montes Claros, de que no había podido «conseguir gente para la defensa del puerto, y que «dudaba, haber conseguido cien hombres que se atre«vieran á morir por él.»

Esta declaración hacía poco honor, al Marqués de Montes Claros; pero no es nuestra misión juzgar del mal ó buen gobierno que hizo.

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