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el cambio de su cauce tuvo origen en esa misma catástrofe, cuando las aguas del mar invadieron las tierras de Bocanegra.

Las crónicas nada dicen con respecto á este cambio tan notable.

El 13 de Junio de 1618, pidió el Cabildo al Vi. rrey, que hubiere Presidio (1) en el Callao, y en ese mismo año se declaró como se solicitaba; pero en 1624 fué cuando se amuralló la ciudad por primera vez, por el Virrey Marqués de Guadalcázar, con una trinchera de adobes y ladrillos tan débil, que los animales del campo y el salitre se encargaron de destruirla en parte, abriéndole portillos, hasta que el terremoto de 1630, ayudado por el mar, la dejó tan maltratada, que hizo pensar en otro trabajo más fuerte y duradero.

Antes de 1639, según el Padre Cobo, en el Callao existían de una manera estable oficiales reales encargados del reconocimiento y cobro de los derechos, de las mercaderías afectas, que se importaban y exportaban de España y Provincias del Perú, pero por economía y en atención á la corta distancia que separa el puerto de la ciudad, acudían entonces por turno Oficiales Reales de Lima á visitar las naves que entraban y salìan; y como esto no sucedía siempre, el trabajo no resultaba tan recargado para ellos, que con anticipación podían escojer día para tan corto viaje.

"Las crónicas Agustínas", describen así el Callao, en 1652:

«La planta del pueblo es de

larga que ancha, dispuesta á

forma cuadrada, más compás y cordel, sus

(1) Guarnición de soldados que se pone en las plazas y fortalezas para su custodia.

calles iguales y derechas, sus casas al uso de la sierra, de adobes y enmaderadas, mas acomodadas à la utilidad del comercio que á la ostentación del fausto. El número de sus vecinos es de 1000 personas, sin el tercio de infantería pagada, con asistencia y gobierno de un general, maestre de campo, capitanes y oficiales necesarios, que le constituyen plaza de armas, y frontera contra las invasiones que por mar intentaren hacer los Piratas y enemigos de la monarquia. Ennoblécenle hermosamente, las fábricas, torreones, capiteles, cimborios y campanarios de siete iglesias y conventos que sustenta la parroquia, la de Santo Domingo, San Francisco, San Agustin, la Merced, la compañìa de Jesús y el Hospital de San Juan de Dios».

Es sabido que los hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios no recibían sino convalecientes; pero no se habla de otro hospital para enfermos.

El puerto tenía tres desembarcaderos en toda la extensión de la bahía.

El cuerpo de guardia estaba en las casas reales, las cuales, dice Cobo, «son muy capaces y labradas, «con corredores altos que caen sobre la playa y en <ella se aposentan los virreyes cuando vienen á des<pachar la armada.

El Callao gozò siempre por su clima, del prestigio que hoy conserva, á pesar de su escasa higiene, que tenemos la esperanza de ver desaparecer pronto, con la construcción de los proyectados desagües.

De Lima venían á convalecer y cobrar salud, como dice el Padre Cobo, personas de importancia de la Capital, entre las que figuraron el Arzobispo de Lima, que por consejo de su médico vino al Callao, y á quién tuvieron que extraer de los escombros en el terremoto é innundación de Octubre

de 1687, sacándolo de la ciudad en un guando, á hombros de los negros, con el agua al pecho. Esto aunque parece exajerado, se explica, desde que la ciudad estaba amurallada y tenian ocasión las aguas para estancarse.

Aparte de su aplaudido clima y sus baños de mar, el Callao tenía además otro aliciente para la nobleza, desde que se construyó el Palacio real á principios del siglo XVII: el gran séquito que arrastraban los Virreyes en sus contínuas visitas al Callao.

Algunos de ellos, y quizá los más, trataban de darle importancia al puerto; y cuando venian de paseo ó á despachar la armada, lo hacían casi siempre con su familia, permaneciendo en él muchos días, y hasta semanas; en cuyo tiempo y á falta de otra cosa se hacìan festejos y comedias que representaban los soldados; sin escatimar las corridas de toros, que duraban por lo general tres días.

En 1654, el Virrey conde de Salvatierra no se conformó con venir él y su familia, sino que á los dos dias de permanencia en el puerto, esto es el 6 de mayo, hizo concurrir al Callao á todo el ejército estacionado en Lima, á pasar revista, bajo penas reservadas, según el individuo, al que faltase á ella.

A los festejos antedichos pueden agregarse los religiosos, que entonces estaban en la categoría de los más importantes.

Sta. Rosa gozaba de gran prestigio en Lima y Callao, y á la recepción de la primera imágen en bulto, de esta Santa, enviada desde Roma, que llegó al Callao el 15 de Enero de 1670, el virrey vino á recibirla, de cuerpo y de color, como dice el ya mencionado Mugaburu en su manuscrito, y con el bastón de Capitán General.

A la fiesta que á esta misma imágen se le hizo aquí el 20 de Setiembre del mismo año, concurrió también el Virrey y mucha gente de Lima, á la que divirtieron con una mascarada, muy para ver, al decir del mismo Mugaburu.

A otra fiesta que se hizo el 11 de Enero de 1676, á la pura y limpia concepción de María, como dice un cronista, asistiò también el Virrey con su familia y mucha nobleza.

Esta vez tambien, como en todo festejo, hubieron tres días de corrida de toros, y la fiesta obligada de comedias por los soldados, á todo lo cual concurrieron S. E. y comitiva.

En los planos de la bahía y de la ciudad que publica Frezier en 1716 y que reproducimos más adelante, coloca el desaguadero del rio Rimac, con el nombre de rio de Lima, muy cerca del puerto. Esta circunstancia nos hizo decir en las páginas 22 y 23, que el cambio de su cauce, se debía probablemente á la catástrofe de 1746.

Una vez impreso ese pliego, hemos podido rectificar el error, examinando detenidamente el plano de la bahía que Jorge Juan y Antonio Ulloa publicaron en 1744 y que podemos llamar oficial, por haber sido levantado por orden del Rey.

En dicho plano, que reproducimos del original, se ve que el río Rimac desembocaba, en el mismo sitio que actualmente y solo un brazo de él, al que llama Ulloa, río del Callao, venía al puerto, á servir de aguada á los buques y surtir de ese líquido á la ciudad.

Queda pues aclarado este punto.

Ayer, como hoy, Lima ha sido un atractivo pa

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