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Comandancia del resguardo. Un comandante, un teniente y un escribano. Un cabo interino y cuatro guardias formaban la banda volante de á caballo, y cuatro guardias de á pié, un patrón de bote y once marineros, formaban la banda de mar.

El gremio de cargadores, se componía de un juez, un capitán y cinco cuadrillas de diez hombres cada una, incluso sus cabos. El sueldo de estos estaba en relación con el trabajo que se hacía en la carga y descarga.

Capitanía del puerto y Academia de pilotaje, establecida por real cédula de 1791. Un capitán de puerto y director de academia, un ayudante y primer maestro, que lo era el 2.° piloto de la armada.

Comisaría de Marina y Juzgado de Matriculas: Esta comisaría estaba unida á la de guerra. Por cédula real de 1732, fué nombrado el Marquès de Torre Tagle, Proveedor general perpetuo de gente de mar y guerra, maestranza y Presidio del Callao, cuyo empleo que era de juro de heredad, en su casa, fué creado en comisaría de guerra en 1753, y en el de Marina y Juez de matriculas en 1786, y se componía del siguiente personal: un comisario, que lo era Don Manuel de Tagle é Isasaga, un asesor, 1., 2.o y 3er. oficiales y un guarda almacen del Callao.

Además existia la Junta de Marina, que se convirtió en 1779 en Junta de Apostadero, de la que nos ocupamos en otro capítulo.

La situación del Callao, y del país entero empeoró de una manera notable en los últimos tiempos del coloniaje, tanto por los gritos de Independencia que principiaron à sentirse en Sud Améri

ca, cuanto por la guerra que España sostuvo con la Francia desde 1793 á 1797, y con Inglaterra desde 1797 hasta 1802 en que se publicaron las paces; pero cuyas hostilidades continuaron poco después.

Esto sin contar las guerras anteriores con Inglaterra desde 1739 á 1746, y posteriormente en 1762, que le quitaban recursos á España como sucedió con un contingente que se enviaba por Panamá en 1741 que tuvo que quedarse estancado en Quito á donde fué conducido para su resguardo por temor á la flota inglesa que merodeaba á uno y otro lado.

En ese mismo año 1741, (24 Noviembre) que los ingleses quemaron el puerto de Paita se estableció en el Perú una contribución de guerra que durò hasta 1748.

La marina mercante, temerosa de los Piratas, estaba anclada en los puertos, y hubo vez que el Virrey cerró todos ellos, produciéndose la ruina y desequilibrio consiguientes.

Fué grande el número de corsarios y contrabandistas ingleses y de otras naciones que se lanzaron a Sud América durante la última guerra, amparados por su audacia y con las patentes de corzo expedidas por el Rey de Inglaterra y el Almirantazgo inglés.

Esta situación tuvo en permanente zozobra al Gobierno del Perú y habitantes de la costa.

Los buques mercantes españoles, aptos, que se pudrían en las aguas del Callao, se decidieron tambien al corzo, tanto por las ventajas que ello les podía producir, como para dejar libre la navegación.

Los temores de una invasión inglesa fueron constantes en los últimos años.

Para mayor desgracia la viruela hacia grandes estragos en las poblaciones de Lima y Callao, llegando á su mayor grado en 1803. Entonces la vacuna no se conocía aquí, á donde solo vino el 23 de Octubre de 1805, que llegó por primera vez, remitida de Buenos Ayres, al Dr. Pedro Beleno, cirujano mayor del apostadero del Callao. Inoculada en Lima y en el puerto á 36 personas, sólo prendió en una, de la cual se propagó á todos los habitantes de la capital y del Callao.

Este fué un gran acontecimiento que se celebró en Lima con misa de gracia, repiques de campanas é iluminación general.

La acta de la Junta de Marina que reproducimos en seguida del original, da una idea de la situación del pais entonces y de la defensa con que contaba el puerto.

«En el puerto del Callao de Lima á 26 de Julio de 1798, en la Barraca de la R. E. I. convocado á junta de marina según ordenanza los Sres, don Felipe Martínez cap. de fragata de la R. armada y actual de marina de este apostadero, el Señor Don José Manuel de Tagle Isasaga comisario de guerra y marina, el teniente de fragata don Miguel Iriarte y los alferes de navío don Ignacio Javier de Roo y el marques de Tabaloso, actual comandante de las lanchas cañoneras se aprobó en la junta lo siguiente:

«(CVI) Instruídos dichos Sres. por su presidente del oficio recibido de la superioridad en que anuncia las voces esparcidas de una pronta invasión por los enemigos de la Corona en éste puerto del Callao, oìdas las reflexiones de dicho Sor, como único responsable de la defensa del surgidero se

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gun lo que del particular manda S. M. en sus nuevas ordenanzas navales, hecho cargo de la configuración local de esta rada, expuso que lo único que tenía premeditado poderse establecer para ella era acoderar S. N. las embarcaciones de este comercio que tuviesen artillería, tomando el primero la popa del Bergantin Limeño, siendo la situación de éste concepto á dejar francos los fuegos del Real Felipe; que indagado el calibre de los mercantes se sacásen de los almacenes, las municiones arregladas á ellos y al número de 50 tiros por pieza, cuyas baterìas deben ser servidas en caso urgente por las matrículas de maestranza que deben disciplinarse para el efecto; la construcción ó formación de tres balsas por ser el único número que pueden proporcionarse con respecto al de los palos de balsas existentes, en cada una de las cuales deberán ponerse tres cañones de á 24 con su ornillo de balas rojas y municiones proporcionadas á 100 (cien) tiros por pieza, debiéndose situar formando línea S. N, al O. de los buques; distancia del primero que la forma á sotavento proporcionada á cruzar sus fuegos con los de la plaza; baterías flotantes no advertidas ni ofendidas sin eminente riesgo de los enemigos por el exceso de su calibre, pues para cortar una sorpresa de abordaje á ellas servirá los fuegos activos bien servido de los marchantes aunque de poco calibre, siendo así mismo para evitar por sotavento una sorpresa de esta naturaleza á más de los fuegos de la batería del San Miguel; cuatro lanchas armadas con 50 hombres de tropa cada una que deben permanecer al costado de las expresadas baterías, que deberán ensartar en su bayoneta á los que intentasen poner el pié en ella, siendo la situación

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de las dos lanchas cañoneras indeterminada, que bien instruidas y completas sus tripulaciones, guardarán las que en el caso se juzgase más oportuna, y no siendo posible cubrir el servicio de dichas baterías guarnición y equipación de las cuatro lanchas de auxilio mencionadas se pedirá su número á la superioridad, restando solo verse, y deliberarse en el acto los presupuestos que el maestro mayor de maestranza de este apostadero debe inmediatamente extender del importe de la formación de las tres balsas baterías flotantes, y así mismo de las divisiones ó Pañoles que en la presa levante deben formarse para depósitos de Pertrechos y municiones, así para aquellas como para las baterías de los mercantes, en el mejor orden y separación que sea doble para evitar un mal servicio que debe protejerse y evitar con tiempo pues la confusión de este causaría la más lastimosa desgracia y desaire, y habiéndose este presentado por dicho maestro mayor ascendiendo el primero á 900 pesos y el segundo de la levante á 300, aprobó la junta su espendio, único punto en que debe versar su reflexión y voto por hallarlo muy conforme a la bien premeditada obra reflexionada por el Sor Presidente.»

<<Impuesta la junta por dicho Señor Presidente del mal estado del armamento de la Guarnición del Bergantin de su mando y la necesidad de su reemplazo, conferenciaron dichos Sres. cuanto sobre el particular puede tenerse presente y advirtiendo de comun acuerdo no debe ser reemplazado dicho armamento de cuenta de S. M. se acordó se consultase á la superioridad para que aquella instruida de la fórmula y medio que se debía tomar para el más pronto y mejor servicio del Rey que era reemplazarla en la sala de armas de aquella capital, y pasado su importe por los oficiales reales al comisa

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