Imágenes de páginas
PDF
EPUB

nes y lanzándose á las mayores empresas con la segura confianza que le dan su severa disciplina y el brío de su raza, debilitado por el despotismo.

no

Cierto que la monarquía japonesa al mantener siempre su continuidad dinástica, doblada con su poder religioso, ha pasado por largos eclipses de obscuridad y abatimiento, por siglos de humillantes decadencias, bajo la poderosa tutela de los siaghoun, jefes de los grandes vasallos que anulaban los pontifices ó Mikados y fueron impotentes para destruir la realeza y aun para reemplazar la vieja dinastía.

Renació sin duda ésta en 1868, con motivo de la revolución, seguida de breve lucha, en que el soberano de derecho logró vencer primero al soberano de hecho, que había disfrutado el poder por medio de sucesivas familias desde el siglo XII, y con la victoria en 1871, sobre el sistema feudal que quedó enteramente suprimido.

El soberano lleva el nombre de Kõtei ó Emperador; pero el nombre con el que generalmente se le conoce es el de Mikado ó Puerta del honor. El actual monarca del Japón, llamado Mutsuhito, nació en Kyoto, el 3 de Noviembre de 1852; sucedió á su padre en 13 de Febrero de 1867 y se casó en 1869, con la princesa Haruko, nacida en 1850, de la que tiene varios hijos, el mayor de diecisiete años, proclamado príncipe heredero un año después de venir al mundo, ó sea en el año de 1878. Por virtud de la ley imperial de 1889, la sucesión al trono se declara hereditaria en el mayor de los hijos varones. En caso de faltar aquéllos, revindica los derechos al trono el pariente más próximo entre la descendencia de la línea masculina.

El régimen político del Japón, con anterioridad al año de 1889, era la monarquía absoluta; pero este sistema, por iniciativa misma del soberano, se transformó en representativo, mediante la constitución promulgada en la mencionada fecha, y el pueblo japonés ha entrado tan sinceramente y de lleno en las nuevas instituciones, que puede, en muchas cosas, servir de ejemplo á gran número de países europeos, en los

cuales el gobierno de esta clase se ha corrompido antes de llegar á edad adulta.

Con arreglo á la Constitución, el emperador es el jefe del Gobierno, y reune en su persona los derechos soberanos, ejercidos con el Consejo y asistencia de un Consejo de ministros, nombrados por él y ante él responsables de su gestión gubernativa. Existe también, á estilo de Inglaterra, un Consejo privado, á quien el emperador consulta siempre que lo estima conveniente sobre materias de importancia, conformándose ó no con su parecer. El monarca puede declarar la guerra, hacer la paz y concluir tratados con las potencias extranjeras. Ejerce también el poder legislativo con el consentimiento de la Dieta imperial (Senado y Cámara popular), sanciona las leyes, convoca las citadas asambleas, y abre, cierra, prorroga y disuelve la Cámara de los Diputados ó representantes del pueblo. Toda ley exige en cambio para ser tal la aprobación inexcusable de ambas Cámaras; ambas pueden proponer, sin restricción alguna, medidas legislativas, dirigir representaciones al Gobierno, bien sobre aquéllas, bien sobre toda clase de asuntos, y presentar peticiones al monarca.

La Cámara de los pares se compone de los principes de la familia real, mayores de veinte años; de príncipes particulares y marqueses desde la de veintiuno; de condes, vizcondes y barones, desde la citada edad también, elegidos por sus respectivos órdenes, de suerte que los nombrados no excedan de la quinta parte de sus electores; de individuos mayores de treinta años, nombrados por sus méritos y servicios por el emperador, y de cierto número de grandes contribuyentes, elegidos entre las personas más ricas de cada distrito, por cada quince electores de la misma clase, bajo condición de confirmar el soberano la propuesta. El número total de los pares se eleva á 300, en representación de todos los grupos importantes del país: aristocracia, nobleza, inteligencia, propiedad, industria y comercio. Los dos primeros eligen para formar parte de la Cámara el 25 por 100 de sus miembros; el tercero se compone de personas meritorias por su ilustración

y sus servicios al Estado, nombrados libremente por la corena; los del último lo son á propuesta, como hemos dicho, de la alta burguesía.

La duración de las funciones senatoriales varía según la procedencia de los miembros. Forman la parte vitalicia de la Cámara, los principes de la sangre, los representantes de la vieja aristocracia feudal y los nombrados por la Corona. El resto ejerce únicamente sus funciones durante el periodo de siete años, al cabo de los cuales se renuevan por sus respectivos electores, sistema de transacción y de equilibrio algo incongruente bajo el criterio de la pura representación electiva que debe presidir en las altas Cámaras, pero nada extraño en un pueblo que entra sin precedentes en la vida moderna, cuando pueblos de la vieja Europa que cuentan siglos de vida representativa y han hecho en el espacio de cien años repetidos ensayos constitucionales han adoptado como excelente un sistema análogo para la organización de dichas Asambleas.

La Cámara popular se compone de igual número de miembros que la anterior. Los electores están distribuídos por distritos de 128.000 habitantes, y lo son con arreglo á un censo contributivo bastante alto; deben tener veinticinco años, llevar á lo menos uno de residencia en la localidad donde votan, pagar ciertos impuestos ó determinado tipo fijado por la ley en concepto de territorial. La cualidad para ser elegible exige, además de la de contribuyente, haber cumplido la edad mínima de treinta años, cinco más que los electores. Son incompatibles con dicho cargo, los empleados de la Casa real, los jueces y auditores, los funcionarios del fisco, los de policía, los municipales en sus respectivos distritos, los militares. de mar y tierra, y por último, los sacerdotes y ministros de la religión. Las funciones de la Cámara popular duran cuatro años; el presidente y vicepresidente de la misma son nombrados por el emperador entre los tres primeros candidatos propuestos al objeto por la Cámara. Todos los representantes del país gozan de dietas que son irrenunciables, viajan á ex

pensas del Tesoro, su voto es secreto y ambas Cámaras tienen el deber constitucional de reunirse una vez al año.

Tal es á grandes rasgos la constitución política del pueblo japonés, que si está lejos todavía de nuestras ideas democráticas, por el doctrinarismo que la informa, constituye un verdadero progreso respecto á los demás pueblos orientales, especialmente á los de raza amarilla, gobernados por patriarcales despotismos, como la China y los países ultra-gangéticos, ó regidos por jefes de pastores y guerreros, á semejanza de los tártaros. Quizás la mano del poder central pesa hoy más que nunca sobre el pueblo japonés; pero al despotismo de muchos ha sucedido el poder de uno solo; al dualismo de lo temporal y lo religioso, tradicionalmente existente, una autoridad única que, al destruir la monarquía feudal en nombre del viejo pontificado, renunció este último en beneficio del buen gobierno y declaró libre la conciencia de sus súbditos, necesaria de todo punto en una población que profesa diferentes cultos, difíciles de subordinar á una religión oficial, no fría, escéptica y nutrida de puros formalismos, cual sucede en el Celeste imperio, sino viva, ardiente, llena de las apasionadas supersticiones características del pueblo japonés, sumamente religioso y apegado á sus creencias, que son numerosas hasta rayar en confusas.

Basta recordar para probarlo, que el shintonismo, ó sea la religión más antigua del Japón, consta de diez sectas diferentes, y que el budhismo, que la sigue en importancia y fué alli introducido hacia el siglo VII de nuestra era, se halla dividido en mayor número de aquéllas y en cuarenta credos distintos. El cristianismo ha hecho en pocos años prosélitos numerosos y cuenta con bastantes templos y sacerdotes, tanto indígenas como europeos, entre los cuales abundan los franceses. El protestantismo y la iglesia griega, aunque por el carácter peculiar de estas religiones, que tienen menos sello de universalidad que de raza, registran cierto número de adherentes, convertidos por ingleses, norte-americanos y rusos, no pueden competir con los católicos, sostenidos por el prose

TOMO CXLIX

16

litista celo de las órdenes religiosas, no menos dispuestas hoy que lo han estado siempre á la predicación, los martirios y la muerte. El gobierno japonés no tiene, según esto, religión del Estado, mas no por eso deja de guardar especiales miramientos á la religión de la mayoría, el shintonismo, cuyos principales templos sostiene á cargo del Tesoro público, mientras deja los restantes con los 15.000 sacerdotes y los 12.000 estudiantes educados en sus enseñanzas al cuidado de las autoridades locales. El budhismo, organizado monásticamente, posee 71.859 templos, servidos por 52.511 sacerdotes ó bonzos, número á primera vista sorprendente, comparado con los de su antigua rival, que asciende á 14.700, de los últimos; però nada extraño si se tiene en cuenta que forman los unos grandes comunidades mendicantes y los segundos una clase rica é ilustrada.

La Instrucción pública es en el Japón obligatoria. Según las más recientes estadísticas que hemos podido examinar para hacer estos apuntes, concurrían en 1891 á las escuelas elementales mantenidas por el Estado, siete millones doscientos veinte mil cuatrocientos cincuenta niños de ambos sexos, desde la edad de seis á la de catorce años, repartidos en 25.357 establecimientos de la mencionada clase, 147 jardines de la infancia, 57 escuelas medias, 7 superiores para varones y otra multitud de institutos para señoritas. Para la enseñanza superior existen 49 normales, 48 técnicas y tres universidades, á que concurren cerca de 9.000 alumnos, distribuídos en las Facultades de Derecho, Ciencias, Medicina é Ingenieros civiles, todos los cuales establecimientos están sostenidos por el Estado.

En lo relativo á la cultura general, se nota creciente progreso. El Japón contaba hace tres años con 20 bibliotecas públicas, cuyos fondos alcanzaban la respetable cifra de 181.942 volúmenes de obras modernas, publicadas 22.568 en el ya citado año. La prensa periódica adquiere cada dia mayor circulación é importancia. Según las últimas estadísticas, ven la luz pública en el Japón, 716 periódicos y re

« AnteriorContinuar »