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autorizará igualmente para retirar la cantidad depositada como resto.

-Bien. ¿Y si llega el vencimiento sin entregar el total de los clichés?...

-La casa tendrá derecho á rescindir el contrato sin ulterior reclamación de mi parte, siendo potestativo en ella prorrogar el plazo, ó quedarse, rebajando el 20 por 100 de su importe, con los clichés que haya hechos.

-Acepto las condiciones. Puede usted mandar extender el contrato, y lo firmaremos mañana á las dos de la tarde.

Al día siguiente (19 de Junio) firmamos el compromiso, y se hizo el depósito. Sin perder tiempo telegrafié á la casa Thiébant, y el 29 recibía por gran velocidad 400 placas de 40 por 50 centímetros.

Dispuesto concienzudamente el bagaje fotográfico, bien provisto de placas y accesorios y con algunas cartas de recomendación en el bolsillo, abandoné la villa y corte de Madrid el 1.o de Julio, viajando á todo vapor en un vagón de primera clase con dirección à la imperial ciudad, inmortalizada por la Historia y metrópoli del arte en tiempo de la dominación sarracena.

A causa de varias dificultades que surgieron más adelante, este viaje no se terminó; la publicación quedó en suspenso, y la casa W... Th... me abonó la parte del trabajo que hice con arreglo á las condiciones estipuladas.

No abrigo la pretensión de escribir un libro, nada de eso. Trato únicamente de publicar en estos apuntes el relato de una excursión artística fecunda en peripecias, y alternando en ella la forma descriptiva con el diálogo, para hacer su lectura más amena, dar algunos consejos á los aficionados, proporcionándoles á la vez no pocos datos que en su día podrán servir á cualquiera para escribir una obra sobre los modernos procedimientos fotográficos. En síntesis: me propongo armonizar el interés de la novela con la práctica verdad, de todas las operaciones de la fotografia; instruir deleitando; despejar á la enseñanza de esa aridez que siempre encarna el

dogma, y allanar insensiblemente el camino á los aficionados para que puedan marchar con pie firme por el sendero que han abierto los nuevos procedimientos de reproducción, abandonando rancias costumbres y rutinarias manipulaciones que ya están olvidadas en otros países más adelantados que el nuestro.

Para mayor facilidad de comprensión y que domine cierto método en el trabajo, lo he dividido en cuatro partes y tres apéndices.

PRIMERA.-Arte, historia y fotografia retrospectiva.

SEGUNDA.-Material fotográfico.

TERCERA.-Obtención de negativos.

CUARTA.-Tirada de positivas.

APÉNDICES

I.-Procedimientos al Colodión.

II.-Tiradas á las tintas grasas.

III. Otros procedimientos modernos de reproducción.

PRIMERA PARTE

ARTE, HISTORIA Y FOTOGRAFIA RETROSPECTIVAS

-

CAPITULO I

DE MADRID Á TOLEDO

Mi plan. De viaje.-Mis compañeros.-Una rubia que quita el senti do.-Gabriela. Fait bien chaud.-Se rompió el hielo. ¿Es usted artista. Opinión de Maës sobre la fotografía.-Esther y la Virgen bizantina. -Fotografía judicial.-A qué voy á Toledo.-Me convierto en Obispo.-Algo de fotografía retrospectiva.-Más promesas.-Toledo.-Mi criado Francisco.-El hermano de Esther.-Tutti contentti.

Examinada la relación que me había entregado mister W... clasifiqué el trabajo, dividiendo mi itinerario en dos grandes etapas.

En la primera, visitaría las provincias de Toledo, Ciudad Real, Extremadura, Córdoba, Málaga, Sevilla, Jaén, Granada, Valencia y Alicante.

En la segunda: Segovia, Valladolid, Avila, Salamanca, Lo

groño, Soria, Burgos, Santander, Asturias y Galicia, León, Palencia, Zamora, Navarra y las Vascongadas, Aragón, Cuenca y Cataluña.

Trazado mi plan, sali de Madrid, según queda dicho en el prólogo, el día 1.o de Julio con dirección á Toledo, ciudad donde pensaba dar comienzo á los trabajos.

Cómodamente arrellenado en los almohadones del carruaje cerca de la ventanilla, esa curiosidad tan natural en el que viaja, me hizo pasar una rápida mirada entre los compañeros que me deparó la suerte.

A mi izquierda, en el extremo del vagón se destacaba un sujeto que á tiro de ballesta como diría Sancho, se conocía que era todo un señor burgués enriquecido; abdómen prominente, manos que parecían un atado do chorizos extremeños, cara de luna llena con patillas blancas, nariz de remolacha y ojillos grises pequeños y maliciosamente vivarachos, que se agitaban en sus órbitas resolviendo la teoria del movimiento continuo. Su inverosimil humanidad acusaba esa irritante posesión de todos los goces, de todos los apetitos sensuales con que brindan á sus protegidos en la tierra, el mundo, la carne y el demonio.

Enfrente de mí, dirigiendo á hurtadillas miradas incendiarias capaces de galvanizar á un muerto, reclinaba dulcemente su cabecita rubia sobre el hombro de una especie de demoisselle de compagnie, con tipo de virgen bizantina, la criatura más encantadora, el ser más hechiceramente lindo que soñar pudo la erótica imaginación de un trovador napolitano.

Al verla, comprendí perfectamente la lógica de ciertos crímenes.

...Y el tren corría... volaba... Pasamos, casi sin detenernos por Jetafe, Pinto, Valdemoro y Ciempozuelos... Llegamos á Aranjuez, la máquina empezó á moderar su velocidad y un instante después parábamos en la estación.

Sin darme yo cuenta de ello, cien veces quise apartar los ojos de mi vecina, y otras ciento volvieron á fijarse en ella con tenaz insistencia... ¿Era una obsesión? Yo no lo sé; que califique quien quiera este fenómeno y le dé su nombre... yo no le encuentro.

Asomé la cabeza por la ventanilla y en el instante hirió mis oídos una voz fresca y argentina que gritaba:

Quien quié l'aguaaa...

Era una muchacha, morena, de esbelto andar, que contoneándose gallardamente se acercaba con un cántaro sobre la cadera y una jarra de Talavera en la mano,

La miré y puedo asegurar que me pareció hermosísima. En su rostro atezado por el sol de los campos había un no sé qué, cierta expresión de melancólica dulzura que atraía. Llegó al pie del estribo y mirándome con aquellos ojos negros y tristes me dijo acentuando persuasivamente sus palabras:

-Señorito... ¿quiere usted un poco de agua fresca?... Es de la fuente del Príncipe,

-¿De dónde eres?-la pregunté sin contestar á su interrogación.

-Pues... de Meco, pero vine à Aranjuez el año pasado cuando la vendimia y aquí me he quedado.

-¿Tienes padres?...

-No señor-me contestó con los ojos arrasados en lágrimás-se me murieron del cólera los dos en el mismo día. Estoy sola en el mundo, mi pobre Pedrín no tiene en la tierra más amparo que su madre.

-¿Eres casada?...

Bajó la cabeza sin contestarme y levántandola después, con las mejillas encendidas por el rubor de la vergüenza exclamó en un arranque de varonil energía.

-No señor, ni me casaré jamás... ¿entiende usted?... ¡Jamás! Porque todos los hombres son unos pillos, todos... todos... ¡Si usted supiera!...

Comprendí que con mi curiosidad había despertado en el corazón de aquella mujer algún doloroso recuerdo y deseando atenuar el mal que involuntariamente causara, la pregunté variando de conversación:

-¿Como te llamas?...

-¿Gabriela, señor...

-Pues bien, Gabriela-dije sacando una moneda del bolsillo-toma, por el tiempo que te he entretenido y acuérdate de mí alguna vez.

Vaciló un momento y por fin la tomó exclamando toda conmovida:

-Gracias, señor, que Dios le bendiga. El domingo mercaré unos zapatos á Pedrín. ¡Pobre ángel mio!...

Y posando sobre mí, una intensa mirada de agradecimiento se alejó con lentitud guardando la moneda en su faltriquera.

El tren se puso en marcha y yo continué asomado á la ventanilla mirando á Gabriela que parada en un extremo del andén lanzaba por última vez con entonación particular y á modo de cariñosa despedida, un grito que llegó mis oídos amortiguado por la distancia, y se perdió como un soplo, muerto por el penetrante silbido de la locomotora.

Después he recordado esta escena muchas veces. Las palabras de Gabriela eran la síntesis de un drama; muy común, muy vulgar, de esos que estamos presenciando todos los días, pero no por eso menos triste... Pedrin... ¿quién era Pedrin?... Su hijo...; un hijo del amor ó del deseo, la consecuencia viva de una falta, el fruto clandestino de una infamia..., de un crimen en el hombre, de una débil complacencia en la mujer...

Vino å romper el hilo de mis reflexiones la voz dulce y simpática de mi vecina que decía en francés: -¡Ah mon Dieu, Blanche, fait bien chaud... très chaud main

tenant.

Y otra voz de soprano, castigada por el tiempo, contestaba: -C'est vrai, mademoiselle, c'est vrai, mais nous sommes oblígées d'avoir patience.

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