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fomado la compilación de los Usatges á mediados del siglo XI, primera de las naciones españolas que ofrece una compilación de su derecho, que unida á las Constituciones, Capítulos, Actos de Corte, Costumbres generales, etc., forman el cuerpo de su derecho, que si comenzó por el Fuero Juzgo, poco a poco fué á variándose hasta llegar á constituir su derecho propio, nacido por las exigencias de la vida y no impuesto de un modo arbitrario.

El derecho municipal parece que no tuvo tanta importancia como en Aragón y en Castilla; pero, sin embargo las Consuetudes (Ordinaciones de Santacilia y el Privilegio Recognoverunt proceres), así como las costumbres de Lérida, del campo de Tarragona, Gerona, Tortosa, etc., tienen todas ellas marcado carácter local que hacen creer que, si después alcanzaron observancia general, su origen se refiere al aspecto municipal.

Unidas las dos coronas de Aragón y Cataluña, pocas evoluciones más rápidas encontraremos en la Historia que la de este reino, ni pocos pueblos que hayan resistido con más valor, con más constancia y energía las invasiones del poder real, haciendo respetar sus fueros y libertades.

Poco tiempo tarda en oirse la voz de Unión, que unas veces en defensa de las libertades y otras en demanda de excesivos privilegios, había de levantarse en Aragón, llegando á crear situaciones verdaderamente críticas y que sólo el temple de reyes como Pedro el Grande y Pedro IV pudieron vencer. Nacen las cuestiones entre Aragón y el Papado con motivo de la infeudación hecha por Pedro II al Papa, y la resistencia de los aragoneses á reconocer la sumisión hecha por su Rey, es una de las páginas más hermosas de las libertades aragonesas. Y en el espacio de tiempo que comprenden los reinados de Jaime I y Pedro III, vemos que Aragón y Cataluña conquistan á Valencia, Baleares, todo el territorio que estaba en poder de los musulmanes, y no teniendo enemigos que combatir en su suelo, conquistan á Murcia, que regalan caballerosamente al Rey Sabio de Castilla; extienden su do

minación por los mares, son los primeros marinos de su tiempo, resisten valerosamente las intrusiones del Papado, arro jan de su reino la cruzada de los franceses para asentar en el trono aragonés, cedido por el Papa Martin IV, á Carlos de Valois; y al mismo tiempo que el Papado había creado una situación tan grave á Aragón y Cataluña, procuran ante todo que sus libertades sean respetadas. Pedro III confirma en las Cortes de Barcelona, 1284, todos los usos, costumbres, privi. legios y fueros de los Condes y Reyes, y sólo entonces le apo. ya en sus contiendas con el Papado, no sólo la nobleza y el Estado llano, sino también el Clero, no obstante las excomuniones y censuras del Papa.

Otro rumbo llevaban las cosas en Aragón y Valencia, donde se exigía que el Rey atendiera las reclamaciones que en las Cortes se le hacían: resistíase el Rey á las demandas de la Unión pidiendo subsidios y auxilios para la guerra; entablase una lucha entre el Rey y los estamentos de Aragón, hasta que en las Cortes de Zaragoza, 1283, se dió el famoso Privilegio general, base de las libertades aragonesas, comparado por algunos con la Carta Magna de Inglaterra. No cesaron aquí las cuestiones, pues habiendo el Rey hecho que los valencianos renunciaran al fuero de Aragón concedido por Jaime I, los aragoneses vieron en esto y en el apoyo que el Rey buscaba en los catalanes un peligro para sus libertades; reuniéronse sucesivamente en Zaragoza, Huesca y Zuera, exigiendo que el Rey se sometiera al supremo Magistrado, al Justicia, y que éste decidiera las contiendas; dos años duraron estas luchas, y los aragoneses vieron que la cruzada francesa cruzaba el Pirineo; que la guerra ardia en el reino, sin ceder en su actitud, hasta que en el año 1285 acordaron en la iglesia de La Seo ayudar á su Rey, que ya antes había accedido en Zuera á que el Justicia decidiera la contienda y á nombrar Justicia para el reino de Valencia, ¡Qué hermoso espectáculo el de este pueblo pidiendo sus libertades, recabando sus derechos y demostrando que nada le importaba que pereciera el reino, si concluían sus libertades!

Cuando un pueblo-dice Lafuente-llega á arrancar es>tipulaciones y pactos como el del Privilegio, no á un monar>ca envilecido como Juan Sin Tierra, sino á un príncipe be»licoso, bravo, victorioso y gran político como Pedro III de » Aragón, este pueblo es irresistible en sus arranques, y no es >posible ni imponerle servidumbre, ni casi escatimerle la li>bertad.»

Ya la historia de Aragón, desde esta época, es una historia europea, no es la de una región de España; ya veremos á sus Reyes tratando con los Papas, con los Reyes de Francia é Inglaterra, extendiendo sus dominios por el Mediterráneo, dando lugar á los Congresos de Burdeos, Oloron, Canfranc, Tarascón y Roma, en los que se discuten las cuestiones internacionales, con asistencia de Reyes y representantes de Itatalia, Francia, Inglaterra, España y Legados pontificios; y mientras esto sucede en Aragón, en Castilla se consumen en luchas interiores, no por defender las libertades, no por conservar integras las grandezas de Fernando el Santo, sino por el medro personal, por los escandalosos favoritismos de los Guzmanes y Padillas.

El poder real en Aragón sigue siempre amenazado por la nobleza, que cada día quiere más privilegios, cada día más libertades, hasta casi llegar á la anarquía; pero el pueblo de Aragón, por medio de su magestuosa institución del Justicia, declara en las Cortes de Zaragoza de 1301 ser contra fuero la unión y sus actos, y falla en favor del Rey. Pero si el Justicia falla en favor de Jaime II en Zaragoza, en la misma ciudad y con el mismo Rey, en Cortes de 1325, se suprimen las penas inquisitoriales, se declara contra fuero la confiscación, á no ser por delito de traición, y queda abolido, por primera vez en España, el tormento, naciendo de esto el refrán famoso: negar que negarás, que en Aragón estás.

Por fin, la Constitución política de Aragón queda definitivamente establecida en las Cortes de Zaragoza de 1348, época desde la que ya no volverá la nobleza con sus exageradas y anárquicas pretensiones á turbar el reino, sin que por esto

se vieran abatidas las libertades públicas, sino tan sólo los privilegios exagerados de los ricos hombres. «Pedro IV, dice »Brañas, no hirió con su puñal las libertades tradicionales, »sino las absurdas concesiones realizadas por su antecesor, el débil Alfonso III.>>

Pero aún había de dar otro ejemplo el reino de Aragón de su grandeza, de su cultura, del respeto tan profundo que se tenía al derecho en una época en que la fuerza de las armas era la que ventilaba las contiendas; nos referimos al Compromiso de Caspe, página para nosotros la más hermosa de la Historia de Aragón; el pueblo que en el siglo XII había elegido un Rey en las Cortes de Borja, con la representación de todos los Estamentos del reino, había, à principios del siglo XV, de asombrar una vez más al mundo, mostrando cuán fuerte era la unión de Aragón, Cataluña y Valencia, y el modo cómo se resolvían los litigios á que la vacante del trono pudiera dar lugar; y no sólo se ve en el Compromiso de Caspe el culto á la justicia de aquel reino, si que también la influencia que el Estado llano tuvo en Aragón. Los nueve compromisarios nombrados para que en definitiva fallaran el litigio, no son nueve ricos-hombres, son todos ellos jurisconsultos y religiosos que, si humildes por su cuna, en cambio representaban la flor y nata de la cultura jurídica de aquellos pueblos. ¡Triste suceso, dice Brañas, en que Aragón, Cataluña y Va>lencia fueron entregadas á Castilla atadas de pies y manos!> No; en manera alguna puede llamarse triste suceso al que forma el florón más hermoso de la Corona de Aragón; suceso que preparó la futura unión de los dos grandes reinos de España unión en la que ambos lo conservaron todo, para perderlo todo después, no por culpa de Aragón ni de Castilla, sino por culpa del unitarismo absorbente de los Austrias. Y buena prueba de que las libertades de Aragón continuaron, fueron los reinados de Alfonso el Magnánimo y Juan II.

DELFÍN FUENTES ESPLUGUES.

(Continuará)

GUSTAVO A. BECQUER (1)

ESTUDIO CRÍTICO BIOGRÁFICO

(Continuación.)

X

Nuestra literatura atraviesa por desgracia un período de abatimiento y dolorosa decadencia, abatimiento y decadencia, que no pueden menos de causar profunda pena á todos los amantes del verdadero progreso. La poesía, tanto en el género dramático como en el lírico ha perdido mucho. En nuestro teatro, salvo ligeras y honrosas excepciones, sólo se representan obras que patentizan el mal gusto de la época. Comedias insulsas sin pies ni cabeza; dramas imposibles en los cuales se pretenden resolver grandes problemas con el mismo entusiasmo que Arquímedes cuando estudiaba el peso específico de los cuerpos ó Laplace cuando investigaba la formación de la nebulosa: en una palabra, obras antiartísticas, antiestéticas y faltas de lógica, pero sobradas de recursos efectistas. Hay, por desgracia, más autores de obras de este género que Tamayos, y éste, es un síntoma infalible del mal gusto imperante que todo lo absorbe y lo domina.

Pueden sin embargo tolérarse estos dramas, como tolera

(1) Véanse los números 549, 554, 560 y 562 de esta REVISTA.

TOMO CXLIX

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