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hasta la saciedad de que ni Dios ni Salamanca llaman al señor Briones por el camino de las letras, no tiene inconveniente de ningún género en retar á dicho señor para discutir públicamente con él sobre la materia literaria que más le agrade.

Hasta hace poco, he conservado una poesía suya á la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Cruces, poesía de cortas dimensiones que vió la luz pública en La Semana de Don Benito. Dicha composición no vale nada, y para que los lectores de la REVISTA DE ESPAÑA se convenzar trascribo una de sus quintillas; la mejor de todas, que no por ser la mejor, deja también de ser bastante mala:

Cuando á mis padres perdi

senti pena abrumadora:
dolor hasta el frenesí;

jay, Virgen! Si no morí

á tí lo debo, Señora.

La aproximación de las palabras sentí y perdí asi como morí y á ti producen una monotonia insoportable y lastiman el oído del menos inteligente en fonética. Además, el acento principal en el segundo, tercero y quinto verso descansa sobre la segunda sílaba y en la primera y la quinta sobre silabas distintas. ¡Qué arbitrariedad Sr. Briones, qué arbitrariedad! Pero para muestra basta un botón, porque las restantes quintillas de la poesía son todavía muchos peores. Y si las copio, apaga y vámonos. Me dirán que si he sentado plaza de crítico de aleluyas y romances de ciego, ó si me he propuesto sacar á la luz pública inocentadas y majaderías que fueron, sin duda, escritos para conquistarse el aura de cuatro segadores de mi país. Conque abur, Sr. Briones, hasta cuando usted guste y ojo, mucho ojo para otra vez.

Decía antes que la circunstancia de haber puesto Becquer à sus versos el título de Rimas me recordaba otro libro que don Fernando de la Vera é Isla bautizó con este nombre: Versos. Poner à un libro de poesía semejante epígrafe, implica mu

cha modestia; pero entraña al mismo tiempo, una inventiva y un ingenio que parecen primos carnales de la tontería.

Rimas no significa nada en concreto. Es un título que nada dice y nada representa; algo abstracto, indeterminado y lleno de vaguedad. Yo, autor de los versos de Gustavo les hubiera puesto otro epígrafe que estuviese más en armonía con lo que allí expresa el poeta. Por ejemplo: Flores marchitas; Melancolías, Risas y lágrimas; Soledades; Hojas secas; Alboradas y Crepúsculos; Colores y Notas; Celajes y Nubes; Gemidos y Gorjeos; Arrullos y Suspiros; Aromas y Besos, y mil y mil más, porque el catálogo es infinito.

Algunas de las poesías de Becquer, parecen escritas contemplando el cielo plomizo de la Gran Bretaña y respirando su atmósfera pesada y nebulosa; otras exhalan cierto saborcillo germánico y nos hacen pensar en castillos góticos, en lagos azules y en esas bellísimas mujeres, blancas y rubias, soñadoras y melancólicas, tan hermosamente pintadas en leyendas inmortales por los bardos alemanes, por esos vates del Norte que saben expresar como ninguno idílicas ternuras y tristisimas elegías; en muchas se dibujan los tonos grises de las tardes de otoño cuando mueren, y en varias vive y palpita Andalucía; Andalucía con sus celajes de oro, con sus alboradas de color de rosa y con sus encantadores paisajes; Andalucía con sus noches de luna, con sus cármenes floridos y con su vegetación lozana y vigorosa; Andalucía con sus palacios árabes y sus torres morunas; Andalucía con su eterna primavera, con sus atmósferas trasparentes, con sus auras embalsamadas y con sus balcones siempre cubiertos de flores y perfumes.

Aunque Gustavo tiene un corazón apasionado y un alma ardorosa, no canta el amor con el entusiasmo que lo hacen otros; pero esto no depende de que aquéllos sientan la belleza más intensamente que él: depende del predominio excesivo que tiene el temperamento melancólico en el vate sevillano. Cuando yo quiero establecer un paralelo entre Becquer y el P. Arolas, ese poeta que, aunque incorrecto, es un colo

rista de primer orden, me acuerdo siempre de aquellas hermosas palabras de Goethe al hablar del lenguaje de los ojos, y de estos versos que se publicaron hace ya algunos años en un periódico de mi país:

En prueba de amistad, Aurelio, quiero
hacerte de los ojos fiel retrato:
dicen azules: quiéreme ó me muero,

dicen los negros: quiéreme ó te mato.

Arolas es la virgen de ojos negros y Becquer la virgen de ojos azules. Arolas canta y ruge; Becquer suspira y llora. Los cantos de Arolas son alegres y hermosos como un día de sol en Andalucía, y los de Becquer son bellos y tristes como una noche de luna en Venecia. Arolas es el poeta de los arrebatos y los besos, y Becquer el poeta de los desmayos y suspiros. Arolas es el poeta de los harenes, y Becquer el poeta de los cementerios. Arolas es más grande que Becquer en sus exaltaciones, y Becquer es más tierno que Arolas en sus melancolías. Arolas pinta mujeres materiales, mujeres de carne y hueso, morenas ardientes y apasionadas, y Becquer pinta las mujeres de la tradición y la leyenda. Arolas viste á los hijos de su fantasía con un ropaje brillante, y Becquer muchas veces nos los presenta tan desnudos, que parecen descarnados y amarillos esqueletos que en procesión fantástica cruzan por parajes solitarios y lloran entre ruinas.

(Continuará.)

VALERIANO BARRERO AMADOR.

EL ESTADO Y LA PRIMERA EDUCACIÓN (1)

XV

Apología de la educación.—¿Deberá ser obligatoria la 1.a enseñanza? Escuelas que se opone á ello.

Dejamos ya sentado en nuestros artículos anteriores que todos los grandes conflictos, todas las desgracias y controversias y todas las guerras que han afligido y afligen á la humanidad desde los tiempos primitivos hasta nuestros dias, arrancan más ó menos directamente, de dos grandes luchas seculares, á saber: la del espíritu y la materia, y la del interés individual y el colectivo. Estas son las que han tenido y tienen en constante agitación á todos los pueblos del mundo.

Las cuestiones más elevadas que han dado origen á tantas religiones y escuelas filosóficas, como la contradicción más ligera habida en el humilde recinto del hogar doméstico, no son otra cosa sino modificaciones más o menos simuladas de aquellas dos luchas capitales. Por eso todos los legisladores han procurado siempre establecer la debida armonía entre tan opuestos intereses, incluyendo en sus Códigos penas más ó menos severas contra los que la han alterado.

Pero los diversos sistemas políticos, las diferentes formas

(1) Veánse los números 575, 576, 577, 581, 582, 583, 585 y 586 de esta REVISTA.

de gobierno y otros mil medios ensayados también al efecto, no han sido bastante eficaces para alcanzar un resultado sa/tisfactorio.

Entregados los hombres en su ceguedad á groseros apetitos ó víctimas de un refinado egoísmo, han quebrantado todas las leyes que recomiendan sobre todo los intereses del espiritu ó defienden con preferencia los de la sociedad. Así han alterado la paz y la concordia minando á la vez los robustos cimientos de la familia, única base de que se forman los pueblos y las nacionalidades.

Los males que han surgido de semejante estado de cosas han tomado ya extraordinarias proporciones, obligando á los poderes públicos á meditar seriamente sobre los medios de disminuir sus estragos y oponer un dique á semejante desbordamiento.

¿Serán exageradas nuestras aseveraciones? ¿Serán producto de nuestra imaginación acalorada ó de un extremado pesimismo?

¡Ojalá que así fuera! Bien quisieramos estar ofuscados ó ciegos, y de buen agrado renunciaríamos á continuar tratando de esta materia, si nuestro amor á este noble país y nuestra conciencia no nos impusiera el imperioso deber de indicar y proponer como uno de los medios más eficaces para remediar tantos males el dar gran impulso á la educación, y por consecuencia indeclinable el de la enseñanza obligatoria y gratuita, con las medidas que debieran adoptarse para que fuera una verdad la primera.

Descubierto ya nuestro pensamiento, entremos en materia. Indicábamos de una manera explícita en anteriores artículos los males que aquejan á nuestra sociedad y exponíamos las causas á que obedece la actual corrupción de costumbres. Habremos, sin embargo, de manifestarlas de nuevo, con toda claridad, de acuerdo con lo expuesto y convenido en reciente polémica habida entre varios periódicos serios, escritos por personas de gran conocimiento.

Tales son:

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