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por más que fascinen á primera vista sus argucias y ablanden con unas y otras el corazón más duro, sometidas después å un frío y maduro examen, todas aparecen especiosas é infundadas, ninguna tiene bastante fuerza ni solidez.

HILARIO GONZÁLEZ

CULTURA CIENTÍFICA DE ESPAÑA EN EL SIGLO XVI (1)

(Continuación).

I

Las ciencias predilectas de los genios más esclarecidos de la antigüedad, las que sirven de fundamento y nutren con fructifera savia el desarrollo y progreso de todas las ciencias positivas, las que con el hermoso dictado de CIENCIAS EXACTAS brillan como constelación de primer orden en el cielo de las disquisiciones humanas, y siempre han sido encanto de mi espíritu, tienen que ocupar por derecho propio las primeras páginas de este trabajo; ya que poseen, por otra parte, el privilegio de haber sido en todos tiempos objeto preferente de estudio para los sabios de todos los países y muy especialmente desde la creación de la famosa Escuela de Alejandría, cuyos maestros todavía merecen el respeto y la admiración de los más ilustres matemáticos modernos. Durante casi toda la Edad Media se perdieron hasta los últimos resplandores de la ciencia atesorada por Aristóteles y Platón, por Euclides y Diofanto, conservándose lo poco que entonces se sabía en las Escuelas de Córdoba, de Sevilla, de Murcia y de Toledo, tan árabes como españolas, no siendo por lo tanto maravilla que

(1) Véase el núm. 591 y 592 de esta REVISTA.

haya sido España la nación que comunicó á toda Europa las Ciencias Matemáticas; de tal manera que con justicia era llamada en esta materia maestra de las naciones, según lo afirman, entre otros, muchos de los más ilustres escritores italianos, al decir que «casi todos los conocimientos matemáticos y astronómicos salían de España, que era, por decirlo así, como el remanso donde se detuvo la corriente oriental de la ciencia misteriosa del Asia, y el foco de luz adonde acudieron á estudiar los hombres más notables de aquellos siglos llamados bárbaros por todos los historiadores.» «L'Espagne a long-temps été le rendez-vous de tous les savants de l'Europe» (1).

Los cristianos conservaron siempre la tradición isidoriana y el estudio de las Etimologías, que no se interrumpió durante toda la Edad Media; siendo tan notables sus adelantos, que no todos los extranjeros que en aquella época vinieron á España se educaron en las Escuelas árabes, como sucedió á Gerberto (después Silvestre II), que fué discípulo del Obispo de Vich, en el Condado de Barcelona, ó sea precisamente en la parte de la Península que menos tiempo estuvo sometida al poder musulmán, y menos participó de su influencia.

La cultura agarena, que investigó desde el vegetal más humilde hasta los más complicados movimientos celestes, era tan española, tan propia de nuestro suelo y de nuestro clima, que aquí se quedó toda entera, volviendo al Africa la moruna raza como había venido, sin médicos, sin filósofos, sin astrónomos, sin matemáticos, sin aquellas elevadas inteligencias que habían bebido sus ideas en las cristalinas y poéticas

(1) Entre estos extranjeros, anhelosos de conocer en sus fuentes la ciencia arábigo-judáica, parece haber sido el más antiguo el llamado Platón de Tívoli, traductor del Compendio de Astronomía de Albategui (De numeris Stellarum et locis motuum earum); del Tetrabiblón de Tolomeo; de la Astrologia, de Alkassem; del libro de Aben Essoffar sobre el astrolabio, etc. Y el más célebre de todos, por lo fecundo é infatigable, fué Gerardo de Cremona, el genio de la Edad Media que puso en circulación mayor copia de materiales científicos. Casi pertenece á España, puesto que pasó en Toledo la mayor parte de su vida, y en Toledo llevó a cabo sus innumerables traducciones, que se extienden á todos los ramos de la ciencia, y forman juntas una verdadera enciclopedia.

aguas del Genil, del Darro y del Guadalquivir; siendo de notar la opinión, eruditisimamente sostenida por el Dr. Simonet y otros orientalistas nacionales y extranjeros, según la cual mucha de la que pasa por ciencia árabe es ciencia mozárabe: de suerte que, en vez de infiltrarse el saber muslimico en el pueblo vencido, se infiltró ó pudo infiltrarse en el pueblo vencedor la poderosa ciencia hispano-romana de la Era visigoda; ya que es un hecho histórico bien comprobado el que los mozárabes tenían escuelas y enseñanzas en Córdoba aun antes de que florecieran las musulmanas, y llegaran al esplendor que tuvieron en el siglo X, época del apogec y mayor cultura de los estudios árabes (1).

Respecto de los judíos españoles, cuya ilustración en aquellos tiempos no desmerecía en nada de la ilustración musulmana, tuvieron también sus academias propias desde el siglo x en Córdoba y después en Toledo, en Lisboa y en otras ciudades de Andalucía y Aragón; cultivaron con fruto las Matemáticas y la Astronomía, tradujeron al hebreo y al latín, con doctos comentarios, las obras de Ptolomec, Euclides, Aristóteles, Averróes y Alfragán, siendo tan notables estos trabajos, que merecieron ser publicados por el erudito alemán Munster en el ilustrado siglo XVI (2).

Depositaria la civilización castellana al trasladar á Toledo las famosas Academias de Córdoba, de todas estas tradiciones científicas y literarias de los pueblos extraños, que por espacio de tantos siglos habían compartido con nosotros

(1) Historia de las Universidades, Colegios y demás establecimientos de enseñanza en España, por D. Vicente de la Fuente.-La Ciencia Española, por Menéndez Pelayo.

(2) Ha permanecido, sin embargo, inédita, como otra multitud de trabajos científicos de nuestros antepasados, la primera obra original de Algebra, escrita en latín por Juan de Sevilla ó de Luna, el Hispalense, titulada: Johannis Hispalensis algorismus, sive practica Arithmetica, manuscrito que se cita en el Catálogo de la Biblioteca de París, número 7.359, anticipándose este escritor en más de medio siglo á Fibonaci, á quien Libri atribuye la prioridad del origen del Algebra. El ilustre académico Chasles dedica, sin embargo, frases lisonjeras á la obra notabilísima del judío español del siglo XII en su Aperçu historique sur l'origine et le développement des méthodes en Géometrie.-Bruxelles, 1837.

el suelo hispano, mostróse como el centro y expresión genuina del saber árabe y rabínico, reflejando poderosamente las gloriosas conquistas que en todas las esferas del saber habían alcanzado los hombres eminentes de una y otra raza (1). Y por eso, en el brillante reinado de los Reyes Católicos, cuya Corte estaba rodeada de sabios, conservó la ciencia cristiana el predominio de que gozaban en toda Europa los estudios matemáticos árabes y judíos, cuyo impulso llegó hasta casi terminado el siglo XVI, en el que insignes españoles enseñaron con general aplauso las ciencias de los números y de la extensión en aulas españolas y extranjeras, como fueron, entre otros muchisimos, Pedro Ciruelo, Miguel Francés, Gaspar Lax, el cardenal Siliceo y su discípulo el doctisimo Pérez de Oliva, los dos Torrellas (padre é hijo), Juan de Segura, Jerónimo Muñoz, Pedro Núñez, Juan Monzó, Francisco Sánchez, Antich Rocha, etc., publicándose entonces muchos tratados de la Esfera y no escasos comentarios de Euclides y Ptolomeo, y adquiriendo fama de aventajados geómetras los inspirados arquitectos de nuestras grandiosas catedrales, los ingenieros insignes que realizaron los más atrevidos proyectos, y los tratadistas del arte militar que lograron renombre europeo y fueron traducidos à diversas lenguas para honra de su patria.

Acaso no hayamos tenido, sin embargo, en este siglo un matemático de tan profundo saber que formase época en la historia científica de Europa; pero muchos hombres de ciencia de aquella época abarcaban en su vastísima ilustración casi todos los conocimientos humanos, mientras los de otros países se limitaban al estudio de una sola especialidad, como sucedía, por ejemplo, ȧ Vieta, que, figurando como una celebridad algebráica, no pudo comprender nunca la corrección gregoriana, mereciendo por esto calificativos poco honrosos del ilustre Clavio. Los genios en todo linaje de conoci

(1) Es muy notable el extenso y magistral estudio del P. Tailhan contra Dozy, sobre Las Bibliotecas Españolas del primer período de la Edad Media.

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