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fundo saber en la revisión de la Biblia y otras obras sagradas, tomando luego una parte muy activa en los cálculos referentes á la reforma del Calendario y trabajando constantemente en anotaciones y comentarios á gran número de las obras clásicas de la antigüedad. Aunque no publicó nada, gozaba de tal reputación, que todos sus contemporáneos, Baronio, Vossio, Rossio, Casaubon, de Thou, etc., le citan constantemente como á grande autoridad científica, llamándole siempre el Varron de su siglo, por sus disquisiciones sobre las más arduas cuestiones de Arqueología, para cuya solución no basta el conocimiento de las lenguas y de la antigüedad, sino que son precisos profundos estudios matemáticos y de ciencias naturales. Continúa aún inédito su comentario á Plinio, siendo acaso el trabajo más notable de este ilustre y modestísimo sacerdote.

Como profundo geómetra debe figurar en esta rápida reseña de nuestros matemáticos del siglo XVI el insigne arquitecto Juan de Herrera, director de la célebre Academia de Ciencias fundada por Felipe II, y de quien dice Rojas en el prólogo de su tratado de fortificación «que es varón en las Matemáticas tan excelente, que no menos puede España preciarse de tal hijo, que Sicilia de Arquímedes, é Italia de Vitrubio; elegido por el Rey para trazar sus grandes fábricas y la de San Lorenzo del Escorial, que es hoy la más famosa y costosa del mundo. » A su poderosa iniciativa y gran ilustración al frente de dicha Academia se debe en gran parte el desarrollo extraordinario que alcanzaron en su tiempo los estudios matemáticos, tanto bajo el punto de vista de la ciencia pura, como de sus más inmediatas y útiles aplicaciones á la astronomía, á la navegación, á la artillería, y en general á toda clase de construcciones civiles y militares. Entre sus obras matemáticas es muy notable el «Discurso sobre la Figura cúbica», que se conserva inédito en la Biblioteca Nacional (1).

(1) El ilustre Jovellanos, en su prisión del Castillo de Bellver, tuvo

Juan Alfonso de Molina Cano, extremeño, apenas pudo recibir educación de sus padres, de modo que ignoraba hasta el latin, principio de toda carrera en aquel tiempo; pero dotado de un clarísimo talento, y en medio de la pobreza, estudió el italiano y el francés, dedicándose á las ciencias exactas con gran afición. Sostuvo que la Geometría era el medio más propio para dirigir el entendimiento en busca de la verdad, y aconsejaba al Gobierno que tuviese siempre buenos profesores de esta ciencia y á los padres que la hiciesen estudiar á sus hijos. Su obra Descubrimientos geométricos, publicada en Amberes en 1596, contiene correcciones y observaciones curiosas á los trabajos de Euclides y Arquímedes, y propone un medio constante de resolver los problemas geométricos, demostrando ante todo veintidós teoremas que son otras tantas relaciones que por singular manera facilitan y abrevian muy particularmente las construcciones referentes á los lados de los polígonos regulares. En esta obra se notan algunos errores; pero en aquella época llamó tanto la atención, que meditaron sobre ella los hombres más sabios de Europa; la comentaron y discutieron, alabándola, Gerardo

ocasión de ver una copia de este Códice, y embelesado con su contenido, escribió una larga y erudita Advertencia sobre la doctrina y el sistema de Raimundo Lulio, que adoptó Herrera en su Discurso; sobre otros puntos curiosos, obscuros y oportunos para la inteligencia del mismo discurso; y sobre su origen y legitimidad. El Códice (cuya copia mandó hacer Jovellanos, enviándosela á Ceán Bermúdez) es un tomo en folio, en pergamino, y marcado al dorso E. 22 11 de la Biblioteca del Monasterio de Santa María de la Real Orden del Císter; cerca de Palma. «En mi juicio, dice Jovellanos, su hallazgo es un descubrimiento muy estimable para nuestra historia literaria. Consta el Códice de 78 fojas solamente, empezando el discurso en la 7, y acabando en la 76: tiene figuras preciosas, y al fin un índice de las obras de Lulio, así im. presas como manuscritas, que se hallan en las Bibliotecas del Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá y del Monasterio de San Jerónimo de la Murta.» Ceán Bermúdez sospecha que uno de los motivos que pudo haber tenido Herrera para adoptar en este Discurso el sistema de Lull, fuese lo que refiere Porreño en su libro Dichos y hechos de Felipe II, en estos términos: «Por su gran sabiduría (Felipe II) gustaba de leer los libros del ilustre mallorquín, doctor y mártir, y por alivio de sus caminos los llevaba consigo en las jornadas que hacía, y iba leyendo en ellos; y en la librería del Escorial se hallan algunos rubricados de su propia mano.» El trato frecuente de Herrera con el Rey sobre asuntos matemáticos y el respeto á sus aficiones, pudo obligarle á adoptar la doctrina de Lull en su discurso sobre la Figura cúbica.

Vossio y Cataldi; y, por último, en 1620 la tradujo al latin Jansonio para darla más universalidad, ya que muchos matemáticos franceses habían adoptado y continuado los procedimientos de Molina Cano (1).

Andrés García de Céspedes, célebre por la superioridad de sus luces respecto de sus contemporáneos, por su amor á los estudios matemáticos y astronómicos, y por la resolución de gran número de problemas sobre artillería, hidráulica y cuanto tiene relación con los conocimientos útiles, publicó en Madrid en 1606 su famoso Libro de instrumentos nuevos de Geometría, poniendo al principio una Memoria de las obras que tenía escritas en lengua castellana.

El maestro Rodrigo Dosma Delgado, tenía profundos conocimientos en las lenguas bíblicas, hebrea, caldea, y siriaca, y no menos poseía la latina y griega, y las vulgares en que se había familiarizado en sus continuos viajes por Europa. Felipe II le nombró su cronógrafo, mereció el aprecio y estimación de los sabios de su época, y, entre otras muchas obras, dejó inéditos trabajos matemáticos muy notables, à los que se reflere Fr. Alonso Chacón en su Biblioteca Universal.

Y, por último, no satisfecho Felipe II, que había estudiado con gran aprovechamiento las Matemáticas y era peritísimo geómetra, con la constante protección que dispensaba á todos los trabajos científicos de utilidad pública y que más directamente se encaminaban á la mayor cultura é ilustración de sus vastos dominios en ambos continentes, quiso reunir, respecto de los estudios matemáticos y astronómicos, además de los tesoros que encerraba el Escorial en su famosa biblioteca y en sus objetos de arte, los globos celestes y terrestres, los mapas y cartas, y los instrumentos de Matemáticas y Astronomía más notables que se conocían, siguiendo en esta parte el grandioso plan que le propuso al principio de

(1) Empleaba para los usos prácticos de las construcciones geométricas una razón de la circunferencia al diámetro, que no era exactamente la tradicional de Arquímedes, y sobre las ventajas de su empleo se discutió mucho en toda Europa. Steidlin celebró en versos latinos los trabajos de Molina.

su reinado el Dr. Pérez de Castro, para formar en Valladolid un establecimiento científico de la mayor extensión y magnificencia (1). Fué tal el número de mapas y cartas geográficas é hidrográficas, y tanta la variedad de esferas, astrolabios, armillas, radios astronómicos y otros objetos científicos, que constituían un completísimo museo de las artes y ciencias de la época, como no lo tenía ninguna otra nación de Europa, solicitando los mismos inventores y fabricantes un lugar para sus trabajos, no sólo para lisonjear su amor propio y la afición del Rey, sino para dar mayor lustre y celebridad á aquel célebre monumento, visitado entonces por los hombres científicos de todas las naciones. Por la poderosa iniciativa del monarca, que podrá ser juzgado con criterio vario como político, pero á quien nadie podrá negar con justicia vasta ilustración, penetración profunda, laboriosidad infatigable, y extraordinario celo por el esplendor de la patria, fomentaban también sus virreyes y gobernadores de los países más distantes los estudios literarios y científicos que de tanto favor gozaban en la Península, siendo de ello buena prueba, en lo tocante á las Ciencias Exactas, el informe de Arias Montano con motivo de la creación de una cátedra perpetua de Matemáticas fundada en Lovaina por el célebre Duque de Alba.

Se haría interminable esta reseña si hubiéramos de dar

(1) Cuando todavía la Corte residía en Valladolid, el Dr. Pérez de Castro dirigió al Rey un memorial sobre la formación de una librería ó Biblioteca, que á la vez había de ser también Museo de Ciencias Naturales y Observatorio Astronómico, con el propósito de que levantase tan grandioso monumento en aquella ciudad. Es un documento de gran mérito y que refleja á maravilla, no sólo la gran cultura y el conocimiento profundo de su autor en todas las ciencias y artes, tanto de la antigüedad clásica como de la época en que vivió, sino también el empeño de conservar en España el predominio de las ciencias y de todo cuanto pudiera contribuir á su mayor brillo en el extranjero. Se publicó este trabajo por D. Blas Antonio Nasarre en 1749, reproduciéndole corregido la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos en 1883 El original se halla en la Biblioteca del Escorial. Es también notabilísima la traza de esta Bibliotea que escribió el Dr. J. B. Cardona, canónigo de Valencia, siendo tan detalladas y tan curiosas las instrucciones que estampa en su memorial al Rey, que bien puede asegurarse que nada aprendería hoy su autor del orden y distribución de las más célebres Bibliotecas de Europa.

cuenta de todos los escritores de Matemáticas que florecieron en la Península hispana durante el siglo XVI (1): escritores que si, como hemos dicho anteriormente, no figuran como astros de primera magnitud en el cielo científico, que los extranjeros, salvas muy rarísimas excepciones, tienen bosquejado con notoria injusticia y todavía mayor ignorancia respecto de España, algunos merecen recuerdo honroso y comparación ventajosa con muchos de los reputados por los más ilustres de su tiempo en las demás naciones de Europa. No hay, pues que buscar datos y noticias de nuestra cultura cientifica en los anales extranjeros; y como nosotros todavía no los hemos escrito, y los trabajos y descubrimientos de nuestros sabios son desconocidos casi en su totalidad por falta de documentos bibliográficos que abracen por materias toda su incesante labor, no sólo en el siglo XVI, sino en todo el transcurso de los tiempos antiguos y modernos; hasta que este trabajo se realice, hasta que salgan á luz los tesoros de la ciencia hispana y se aquilate bien el origen y procedencia de muchas joyas que hoy acaso indebidamente se atribuyen los extranjeros, no hemos de declararnos vencidos, no hemos de confesar nuestra inferioridad ante los adelantos y progre sos de las demás naciones, y muy especialmente en el siglo XVI (2): en cuya primera mitad, de maravilloso esplendor de las Matemáticas, ni la corrección gregoriana, ni el sistema astronómico copernicano, que le simbolizan, tuvieron en ninguna nación de Europa tan decididos é ilustrados defensores como en España.

(1) Véase al final de este discurso la nota E referente á la Bibliografia Matemática Española del siglo XVI, con los apéndices sobre Mecánica, Arquitectura y Arte militar.

(2) Menéndez Pelayo, en su estudio de las Bibliotecas de Roma, halló datos preciosos para la historia de la Ciencia Española, sacando copia de Códices olvidados, como el De artificio omnis scibilis de Fernando de Córdova, y descubriendo hasta catorce tratados inéditos del célebre Arnaldo de Vilanova, desconocidos en España, como lo sería también el juicio favorable de Newton acerca de la obra de Hugo de Omerique, titulada: Analysis Geometrica, sive nova et vera methodus resolvendi tam problemata geometrica quam arithmeticas questiones. Part. 1 de Planis. Gadibus, 1698, sin las pocas líneas que le dedica Montucla en su Historia de las Matemáticas.

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