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acuerda ya de aquellas absurdas concepciones que tuvieron, guiados por el mismo método, respecto á la Naturaleza, á los elementos naturales y á todo cuanto hace relación con esta clase de ciencias.

Se puede suponer que el razonamiento puro fué el primer medio empleado, porque siendo la expresión formal del pensamiento y encontrando el investigador, en sí propio, objeto de estudio y sujeto investigador, dada la sencillez del procedimiento, se vería atraído á hacer caso omiso de cuanto le rodeaba y, reconcentrándose y abstrayéndose del mundo real, intentara descubrir realidades que sólo existían en los ensueños de su fantasía.

Los defectos de este proceder para investigar la realidad exterior, sin tener en cuenta la materialidad de la misma, pondría de relieve la necesidad de tratar muy de cerca la Naturaleza, si se querían descubrir los secretos que tanto incitan el ánimo del investigador. La observación vino á llenar después parte de las lagunas que el razonamiento puro llevaba consigo, para dar explicación satisfactoria de los fenómenos que, en armónica complejidad, se desarrollan en la Naturaleza. Rotas las cadenas que retenían al hombre en los estrechos ámbitos de su propio sujeto, lanzóse aquél á la contemplación de los fenómenos naturales, y entrando en continuo trato con el mundo real que le rodea, por virtud de la sola observación, pudo llegar á concepciones inesperadas, á descifrar intrincados problemas, y á comprender y á inducir principios y leyes de gran trascendencia y aplicación.

Pero dada la unidad funcional con que se desenvuelven todos los fenómenos naturales y dada la conexión íntima que el inmenso número de manifestaciones ofrecen entre sí para constituir dicha unidad, tenía forzosamente que resultar incompleta la observación sola, para orientarse en el aparente laberinto de dichas manifestaciones. Lo desconocido, por el solo hecho de no reconocer límites, por ordenado que sea, si se trata de cosas, y normal y metódico si se trata de funciones, siempre aparece ante los ojos del investigador como

complicado, cuando no como anormal, desordenado ó laberíntico. De ahí precisamente se desprende que, si la observación, por la sola virtud de tener en cuenta la realidad material de las cosas y la fenomenal de las funciones, resultó y resulta grandemente superior al razonamiento puro, tenía también que encontrarse muy limitada, por ser su característica la de simple registradora de cuanto la Naturaleza espontáneamente le manifestaba; limitación investigadora acrecentada por la confusión aparente con que le presentaba un gran número de manifestaciones á la vez. El hombre, pues, no podía continuar pasivo en la investigación científica, si quería contar los años de su historia por el número de peldaños ascendidos en la escala ilimitada del progreso; el hombre, pues, si aspiraba á dar una explicación racional de todos los fenómenos de la Naturaleza, preciso era que, despertando de su pasividad contemplativa, no se contentara con la espontaneidad y confusión con que la Naturaleza se le brindaba; el hombre, pues, si pretendía llegar á la posesión de un concepto exacto del mundo que le rodea, era necesario que buscara medios apropiados para hacer manifestar á la Naturaleza, no lo que ella espontáneamente quisiera, sino lo que premeditadamente conviniese; en una palabra, el hombre tenía que pasar de sér pasivo á sér activo, tenía que transformarse, de espectador, en co-actor.

Esta simple transformación, fué el punto de partida del método experimental y de la era del verdadero progreso y de la interminable serie de grandes descubrimientos. La experimentación vino á completar, como medio de investigación científica, todos los vacíos que llevaban consigo la observación y el razonamiento puro; y téngase presente que no representa un perfeccionamiento de estos dos, sino que es un método completamente distinto; ni tampoco son los tres antitéticos entre sí; al contrario, le ayudan y le completan en sus investigaciones; bien así como una bayoneta, un fusil y un cañón, con ser todos artefactos de guerra, no es el último un perfeccionamiento de los otros dos, sino que es distinto á

ellos y no sólo no se excluyen entre sí, sino que se completan en el arte militar.

La experimentación, por tomar el hombre parte activa en el proceso, es de suyo más complicada y más difícil que los otros dos métodos, y como que el investigador ha de tomar de la Naturaleza lo apropiado para conseguir su objeto y desechar lo inútil que le puede enmascarar el resultado, exige de él un determinado número de condiciones, que no son del caso referir aquí minuciosamente, pero sí el hacer constar, que de entre ellas, la más indispensable, la imprescindible, es la de poseer un conocimiento exacto y profundo de las leyes generales conocidas en su época de esa Naturaleza que se propone conocer en todos sus detalles y particularidades. Toda prueba experimental, por la tendencia generalizadora que tiene, debe resistir los embates de la más severa crítica y debe tener el valor convincente de un axioma si no quiere figurar entre el sinnúmero de experimentos que representan los fuegos fátuos de tan importante investigación. Y como comprenderéis, en estas exigencias estriba la complicación y la dificultad de este método y en ellas consiste el que no sea un buen experimentador todo aquel que habla de experimentación, ni aquel que sabe precipitar unas sales, ó preparar unos cortes, ó enfocar una preparación, porque puede darse el caso que ni uno ni otro sepan limpiar bien un tubo de ensayo ó una lente, por ejemplo, minuciosidades que con aparecer insignificantes y pueriles, tienen la bastante importancia para que la Naturaleza, fiel y esclava de sus leyes y principios, trastornando el resultado que se esperaba, enseñe al experimentador sus descuidos ó sus defectos.

Siendo el objeto de cada ciencia un determinado y especial sistema de conocimientos, conforme con las necesidades particulares de éste, tendrá cada una su principal método de investigación, el cual no excluirá á los demás que podrá utilizar como accesorios, auxiliares ó complementarios. Si comparamos el orden con que han aparecido dichos métodos con el orden con que se han constituído las ciencias, veremos que

existe una tan estrecha relación entre ellos, que inclina el ánimo á pensar que el método de investigación no sólo caracteriza una ciencia, sino que es su directo engendrador. Así se comprende que en el orden jerárquico y cronológico de las ciencias, ocupe el primer sitio la lógica como ciencia que es del pensamiento. Si en los primitivos tiempos el único medio de investigación era el razonamiento; siendo el objeto de la lógica el razonar; y no comprendiéndose que pudiera existir una ciencia anterior à la que trata del razonamiento, ya que sin éste no se concibe ciencia alguna, es natural que la lógica fuese la primitiva, la primordial y la fundamental en cuanto à la correcta expresión de toda clase de conocimientos. Por estas mismas razones se comprende que nacieran, al lado de la lógica y en pleno dominio del razonamiento, las matemáticas, las cuales teniendo por objeto la cantidad y razonando sobre ella, sólo se diferencian de la primera en el objeto de estudio, no en el método. El especial desarrollo y la gran preponderancia que estas dos ciencias tuvieron en la antigüedad, nos explican por un lado, lo apropiado para ellas de este método de investigación y nos dan clara cuenta, por otro, del exclusivismo con que se aplicaba para estudiar toda clase de ciencias.

Consecuencia de tan errado camino, fué el raquítico desarrollo que las ciencias naturales tuvieron por aquel entonces. Pero tan pronto la observación comenzó á ser considerada como un método positivo de investigación, que sólo por ser positivo era más científico, aumentaron los progresos y las conquistas en el campo de dichas ciencias, y á medida que cada nueva conquista y cada nuevo adelanto conseguido despertaba más interés hacia esta clase de estudios, proclamaba con tal motivo las excelencias del método.

Pero esto no bastaba; era necesario, para que las ciencias naturales merecieran el nombre de ciencias, que fueran más positivas, y para ello hacía falta la investigación experimental y sobraba el arraigado padrinazgo filosófico, nacido de la torcida interpretación de generalizar á todos los ramos

científicos lo que en determinados y particulares podrá ser excelente y hasta indispensable, pero que en otros nunca tendrá más que el valor de accesorio ó auxiliar. Es en efecto seductor poder llegar por el simple razonamiento, sin haber. tenido ningún trato directo con la realidad de lo positivo que nos envuelve, al conocimiento de cuanto positivo y real existe y de los principios y leyes en que ello funda su existencia. La ciencia, para ser tal, ha de ser forzosamente positiva, porque si no, hasta el objeto mismo que á cada una incumbe estudiar, se pone en tela de juicio á cada instante, y, en lugar de disfrutar de una paz imperturbable en lo fundamental, y á la par de un impulso progresivo y perfeccionador, propio de la verdadera ciencia, está sujeta á interminables discusiones sobre sus detalles, y hasta sobre su principal objeto, promovidas por las aficiones particulares, criterios personales, prurito y comezón de originalidad y hasta charlatanismo, resintiéndose y bamboleándose todo el edificio científico, por imponer un parcial aspecto de la verdad como la verdad total, lo cual es más propio de los intentos de ciencia ó de intrincadas lucubraciones filosóficas. Sólo por el cariz positivo de la investigación experimental y por la renuncia á toda discusión filosófica sobre el objeto de una ciencia, se han convertido los intentos de ciencia, Astrologia, Magia, Alquimia y Curandería, en las verdaderas ciencias, Astronomía, Fisica, Química y Medicina (1).

De la Medicina, sin embargo, diré que todavía no tiene aquel sabor francamente positivo que debe tener toda verdadera ciencia para poder ocupar de un modo indiscutible el lugar que le corresponde dentro de las ciencias constituídas.

Mientras los médicos nos afanemos en discutir si somos positivistas, materialistas, espiritualistas, ó animistas, y tras

(1) Véase acerca de este asunto, la magistral exposición de doctrina que, respecto de la jerarquía de las ciencias y de sus relaciones con los diversos métodos, hace Letamendi en su monumental obra de PATOLO. GÍA GENERAL, capítulo Concepto de la Medicina. No vacilo en recomen. dar su lectura, por constituir dicho capítulo lo más original, completo y terminante que se ha escrito en nuestro siglo.

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