Imágenes de páginas
PDF
EPUB

vía no la ha hallado. Requiere, finalmente, el concurso de las minorías, en especial el de la conservadora, por tratarse no de una obra de partido, sino ante todo de una obra nacional, y no es llana tarea recabar de los conservadores de la Península y de los constitucionales de allende el Atlántico su concurso para una reforma que contradice la política por dichos elementos seguida durante veinte años en la gran Antilla, tanto más, cuando se hace indispensable plantear allí al mismo tiempo que todo el problema político el problema arancelario, y nadie puede prejuzgar sin peligro de engañarse las dificultades del citado problema, ya nacidas de nuestros proteccionistas, ya de los Estados Unidos, interesados como aquéllos en resolverle en provecho propio.

Desde luego, dable es presumir que el patriotismo de todos facilitará la tarea. Las corrientes de concordia se acentúan más y más à medida que el tiempo pasa y que la serenidad de espíritu hace olvidar mutuamente el escozor de las ofensas y deja ver las cosas como son en realidad, esto es, muy negras para el porvenir si las reformas no se hacen; hasta cierto punto claras si las reformas se efectúan en breve plazo, con firmeza en lo fundamental y con necesarias y pru dentes transacciones en los detalles. Lo exigido por la opinión pública en Cuba es una ley descentralizadora de administración local. Importa poco la existencia de la diputación única proyectada por el Sr. Maura ó la existencia de varias diputaciones demandadas por otras personas igualmente conocedoras de los asuntos ultramarinos. Consiste lo principal en dar á los mencionados organismos cierta latitud en sus iniciativas, emancipándolos del caciquismo de unos cuantos oligarcas, de la absorbente autoridad de los gobernadores generales y del moroso expedienteo del Ministerio de Ultramar, incapacitado por la distancia de estudiar con atención y resolver con acierto cuestiones de interés local importantisimas para los municipios cubanos, y desprovistas de verdadero interés para el mantenimiento del gobierno y de la autoridad central.

Los autonomistas, sin abdicar de sus principios, comulgan en dicho punto con los reformistas, y éstos se hallan de acuerdo con el Gobierno. Falta sólo que los constitucionales depongan la intransigencia de su actitud, que habrán de abandonar tarde ó temprano en vista de su impopularidad y su aislamiento, y que los conservadores españoles no sacrifiquen en aras de aquel partido los grandes intereses que en Cuba están llamados á mantener, en unión de los liberales y del resto de los españoles. Si esto se hace pronto, porque en la tardanza de la solución está el peligro, la integridad nacional quedará por mucho tiempo inatacable, el orden público asegurado y los partidos extremos obligados en la Gran Antilla á desaparecer por completo, ó transformarse en instrumentos eficaces de la paz, en vez de ocuparse en fabricar, como hasta aquí, pólvora para la guerra, los unos con sus ideas de separatismo, los otros con sus egoísmos insaciables, poco velados bajo la máscara de su incondicional amor á España.

Lo que del prolijo debate político hemos sacado hasta ahora, se reduce á muy poca cosa. Confundida la discusión de la crisis con los problemas ultramarinos y arancelarios, no ha podido dar de sí más que palabras y más palabras, haciendo buena la definición que de este género de torneos hacía Donoso, diciendo que la discusión es el traje de que se disfraza la muerte cuando viaja de incógnito.

Y lo mismo que del debate político, decimos del entablado sobre la trascendental cuestión arancelaria, no menos nacional que la de las reformas de Ultramar. El Sr. Salvador, que no obstante ser Ministro de Hacienda, se nos antoja el menor padre de todos los hacendistas en la cuestión susodicha, se contenta, y hace bien, en administrar con celo y recaudar con firmeza. Su campaña de moralidad hále dado merecido prestigio en la opinión pública, que espera ha de proseguirla sin contemplaciones y con brio. Pero si administrar y recaudar es hoy por hoy el primer deber de aquel Ministro, mucho tememos que los aplausos de la prensa, sumados con los de la inmensa mayoría de los buenos españoles, no

sean poderosos á perpetuarle en el gobierno. La composición hetereogénea de las actuales mayorías parlamentarias subdivididas en grupos, mesnadas, feudos y fracciones, puede dar origen á inesperadas sorpresas contra un Ministro que no forma parte de ningún grupo, ni tiene defensa más que en sus actos, situación parlamentaria poco sólida, por ser de sobra sabido que las simpatías de un Consejero de la Corona colocado en tales condiciones, depende de las complacencias y servicios prestados á los diputados amigos, y en ocasiones á los adversarios. El Sr. Salvador, á quien al principio pusieron en solfa algunos órganos de la prensa, tomó en serio desde el primer día su papel de Ministro, en términos de haber disgustado á varios de sus correligionarios, que se dice aprovecharán la primera coyuntura para manifestarle su desagrado, esperando que su inexperiencia parlamentaria, ayudada de la energía de su carácter y de su poco amor al poder, han de serles en la empresa favorables auxiliares. Tiene además en contra suya el Sr. Salvador á buen número de accionistas del Banco, interesados en el fracaso de la prórroga pedida por el mismo para la operación hecha últimamente por el Tesoro con el citado establecimiento, y no escasean los agiotistas mal avenidos con un Ministro incapaz de secundarles, sumados con los bajistas de profesión disgustados de que con mengua de sus particulares intereses disminuyan los cambios, aumente el crédito y crezca la confianza del país en la nivelación del presupuesto, causas que, junto con las anteriores, harán difícil la continuación en el gabinete del honrado y enérgico hacendista, cuyos días, según muchas señales de los tiempos, están contados en el ánimo de una parte de la mayoría, que de seguro ha de encontrar eco en la minoría conservadora codiciosa del poder, y pronta á ensanchar la brecha abierta en la situación por el estado de indisciplina en que la primera se encuentra falta de orientación en los principios, de conducta en los procedimientos, de dirección en un solo jefe bastante prestigioso y autorizado para mantenerla unida.

Si por ventura resultara exacta la conjura contra el Ministro de Hacienda, nadie puede calcular sus consecuencias. Pudiera reducirse á la salida de un Ministro y á la entrada de otro; pero no sería tampoco improbable una nueva crisis que dejara en pie el cadáver del partido liberal durante algunos meses, para caer descompuesto y putrefacto del poder. Y, Dios, sobre todo, como decía el ilustre Martos.

A. S.

CRÓNICA EXTERIOR

Madrid 15 de Diciembre de 1894.

Pocas quincenas tan accidentadas como la acabada de transcurrir nos ofrece el presente año. Los grandes acontecimientos políticos se agolpan con rapidez tal en toda Europa que dejan presentir para un futuro no lejano, sucesos de gravedad extraordinaria en el mundo político. Desde la desembocadura del Tajo hasta la desembocadura del Elba y desde la de este río hasta las del Volga y el Danubio, la fiebre del movimiento es universal y parece contagiosa. El mismo Oriente tan tranquilo y estadizo de ordinario se estremece al contacto de algo desconocido pero inevitable que circula á través de sus ingentes cordilleras y gigantescos ríos, desde las montañas de la Armenia, cuna de las viejas tradiciones bíblicas, á las costas del mar Amarillo, cuna de las no menos antiguas tradiciones mongólicas. Aunque los accidentes de la universal agitación son de índole muy diversa en los diferentes pueblos, la causa parece la misma. Al ciclo optimista por que acaban de pasar las naciones civilizadas y los pueblos semibárbaros parece llamado por la providencia á reemplazarle un ciclo de profundas y vivas agitaciones, como tras una serie de años de abundantes cosechas sucede otra serie

« AnteriorContinuar »