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talleres á los que no tuvieran los conocimientos de Doctrina, Lectura y Escritura arriba expresados, ó en casos extremos, dieran siempre la preferencia á los que tuvieran alguna instrucción.

Octavo. Librar de ciertas cargas concejiles, como la de alojamientos, bagages, correr pliegos, ó servir de guias, etcétera, etc., siendo posible, à los vecinos que manden sus hijos á la escuela, imponiéndolas exclusivamente á los que no lo verificaran,

Noveno. Prohibir severamente á los padres, ó á quienes hagan sus veces, que ocupen á los niños menores de diez años en ningun trabajo rural ú oficio mecánico, de industria ó de cualquiera otra especie, durante las horas de la escuela, ni menos que se les permita discurrir ociosos por calles y plazas en igual tiempo.

Décimo. Privar de los derechos de ciudadano é inhabilitar para tomar parte en subastas públicas, contratas, etc., á los que no sepan leer ni escribir.

Undécimo. No admitir en Colegios, Institutos ó Seminarios ániños menores de diez años y que no acrediten, con certificación autorizada, haber cursado tres años en escuelas elementales, ó uno ó dos en las superiores y sido aprobados en un examen competente.

En el caso de que se admitiera el castigo de imponer multa ó contribución á los padres de familia que no mandaran á sus hijos á la escuela, debería englobarse la cuota en las contribuciones ordinarias para su más fácil pago, sin perjuicio de destinar aquéllos á llenar parte de las atenciones de la enseñanza. Y nos atrevemos á proponer el medio que indicó en 1.o de Noviembre de 1870 la Junta provincial de instrucción primaria de Valencia, consistente en impedir ó anular el matrimonio de los que no sepan leer, escribir y contar, porque sería añadir una nueva causa á las muchas que hoy hacen más difícil esa unión tan importante que nuestra religión ha enaltecido elevándola á Sacramento. No nos hallamos, pues, con fuerzas bastantes para añadir ni una sola palabra más so

bre este particular. Otras personas más competentes podrán esclarecerle.

Tales son los medios indirectamente coercitivos que después de algunas meditaciones hemos creído bastante eficaces para lograr que todos los niños de cinco à diez años, absolutamente todos, concurriesen á las escuelas públicas ó privadas. Tales son los que sometemos á la mayor ilustración y recto juicio de los hombres más versados en la ciencia del Gobierno y de la administración pública, porque no olvidamos que todos se rozan más o menos con cuestiones sociales y políticas de dificil solución. Si fuesen justos ó equitativos y aceptables, llévense à debido efecto, porque el deber de velar por los intereses de la sociedad no compromete á los que dirigen sus destinos á llevar á todos los ánimos el convencimiento de la bondad de sus disposiciones. Lleven éstas un fin, que por lo grande haga casi insensibles los perjuicios que pueda ocasionar su cumplimiento á exiguas minorías, y ejecútense sin atender à las murmuraciones ó à la displicencia de los que no las comprendan, ó sólo las juzguen por la medida de su egoísmo, de su ignorancia ó de su falta de amor patrio.

De todos los medios propuestos, los más eficaces, à no dudarlo, serían los dos primeros que se refieren al servicio de las armas. Sensible sería por ello, que al discutir la próxima ley de reemplazos no se tuviese presente el asunto, ó no se adoptasen algunas de las disposiciones de que tratamos. Lo cierto y seguro es que en el momento en que las familias tuvieran conocimiento de ellas habrían de procurar que la educación de todos sus individuos llenaran al menos las condiciones que se apetecen. Veríase á las madres dar ó procurar á sus hijos la instrucción necesaria, llevándolos con solicitud y decisión á la escuela, privándose gustosa de su ayuda, y cuidando de su puntual asistencia. Veríaseles prestar á los maestros su eficaz cooperación poniéndose de acuerdo con ellos, preguntando con mayor frecuencia sobre sus progresos y adelantos é interesándose vivamente en el asunto.

Todos comprenden que la contribución de sangre es la que se paga con mayor resistencia y disgusto; todos saben que arrancar de los brazos de las madres á sus hijos queridos es un grande y extraordinario sacrificio. Mas aunque no se trata de librarlos de la suerte de soldados, bastará que se aumenten los años de servicio á los ignorantes, ó se les mande á Ultramar, para conseguir casi los mismos resultados. Están muy vivas en la imaginación y en la memoria de las madres, para que puedan olvidarlas en muchos años las hecatombes de nuestras dos guerras civiles, y la no menos espantosa mortandad de la de Cuba, ocasianada, más que por el hierro y el fuego de los enemigos, por las enfermedades adquiridas en aquel clima insalubre. En vista de tales disposiciones, cambiarían, á no dudarlo, su negligencia y abandono de hoy por una actividad febril, por un cuidado especial à fin de que los pedazos de su corazón adquieran la enseñanza de la escuela, librándoles así de estar más tiempo separados de su lado y de los mayores peligros en Ultramar.

Conocemos que en las medidas coercitivas, ya sean directas ó indirectas, hay algo de imposición, ó más bien de violencia; empero es la dulce y cariñosa violencia que emplea una madre con su querido hijo inapetente ó enfermo, para que tome los alimentos ó medicinas. Es la violencia amorosa que hace un amigo á otro amigo para quitarle de la mano el arma con que intenta poner fin á sus días. Es, por fin, la violencia ó los esfuerzos que se hacen para librar á un hermano nuestro del borde de un abismo en que se va à precipitar..

Sobre todo, los padres en su inmensa mayoría, por no decir en su totalidad, ocupados como están constantemente en el desempeño de sus respectivos cargos, profesiones ú oficios, no pueden atender à la educación ni enseñanza de sus hijos. Las madres, que son las únicas que toman una parte más activa en el asunto y les inculcan al menos las primeras ideas religiosas, sobre ser ya más negligentes acerca de esto, se encuentran asimismo tan preocupadas con el gobierno interior de la casa y con la multiplicidad de los quehaceres do

mésticos y crianza de la prole, que no disponen del tiempo necesario para ilustrar la inteligencia ni formar el corazón de los pedazos de su alma.

Pues entonces, ¿quién dará al tierno infante las primeras ideas de Dios? ¿Quién le instruirá en sus deberes de hijo, le inspirará la afición al estudio y al trabajo, obediencia, sobriedad y tolerancia? ¿Quién amor á sus hermanos, y por fin, patriotismo y valor, resignación y fortaleza en la adversidad?...

Aún parece que repercuten en nuestros oídos aquellas elocuentes frases que pronunció el eminente orador, Sr. Castelar, en aquella asamblea de maestros, habida en el paraninfo de la Universidad Central el 5 de Junio de 1882, con motivo del primer Congreso Nacional Pedagógico Español. En períodos elocuentes reconoció en la madre privilegiadas condiciones para la asistencia, cuidados y educación del niño en los primeros años de la vida, pero no se olvidó de advertir que los maestros estaban destinados á continuar la obra de la madre, siendo la escuela como la ampliación del hogar; que éstos han de educar á los niños para el trabajo, para la familia, para el arte, para la religión y para la ciencia que están llamados, no solamente á desarrollar las facultades intelectuales de los niños, sino que, para que la obra sea acabada, han de formar también su corazón y su conciencia, modelar su carácter, dulcificar sus sentimientos y dirigir su voluntad hacia el bien.

Por eso los reglamentos vigentes y la delegación implícita ó consentimiento universal de los padres, obligan á los maestros á recomendar á los pequeños la obediencia á las autoridades y á todos los superiores, el respeto á las personas y á la propiedad; ennoblecer á sus ojos la virtud, dignificar en ellos el trabajo é inspirarles tolerancia, fraternidad y amor á la patria. Nunca tan indispensable y urgente como hoy, recomendar á los niños con frecuencia el valor, la resignación y la fortaleza en las desgracias é infortunios de la vida, con el fin de prevenirles contra la horrible plaga del suicidio, que amenaza destruir nuestra sociedad, conforme ya demostra

mos en otro lugar, y delata la cobardía, el descreimiento y la degradación moral más repugnante del mayor número de víc, timas de esta dolencia.

Y al enseñarles la tolerancia, que es ciertamente el más generoso y noble de los sentimientos, debe inspirárseles con especial interés el amor á los naturales de todos los pueblos, sin distinción de razas, naciones ni sectas, y á respetar á todos los disidentes en religión ó en opiniones. De esa manera irá desapareciendo la injusta prevención, esa ciega saña con que algunos hombres preocupados ó ilusos, desconociendo y contrariando el espíritu del siglo, y hollando los fueros de la libertad, miran y tratan aquí á instituciones y clases, dignas en todas partes de un respeto y consideración especial, y de muy delicados miramientos. Y al hablarles con frecuencia del respeto y atenciones que son debidos á todos los extranjeros, encareciendo de paso sus adelantos y los productos de su industria y territorio, se debe prevenirles asimismo contra la irritante manía de ensalzar inconsideradamente todo lo de fuera, y deprimir sin razón ni fundamento lo de nuestro querido país. Para ello se les habla de su riqueza, de su bellísimo clima, de la nobleza, valor, hidalguía y elevados sentimientos de sus laboriosos y sesudos naturales, y sobre todo, de sus grandes hazañas y de lo que han contribuído á la civilización y á la cultura de casi todos los pueblos de la tierra. Así se excita é infiltra en ellos, con prudente armonía y sin prevenciones, el amor à la patria y el espíritu de nacionalidad, tan fuerte palanca de prosperidad y ventura en el interior, como prenda de independencia y del respeto de las demás naciones.

El maestro, y sólo el maestro, es el llamado á cumplir con esta elevada misión en defecto de los padres.

De aquí nace la importancia y alteza del magisterio; de aquí la necesidad de preparar debidamente para el cumplimiento de su espinoso encargo á los sacerdotes de la educación.

¡Plegue al cielo que este modesto trabajo sirva, aun en pequeña escala, para lograr el fin altisimo de mejorar y gene

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