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ciado príncipe. Mandó edificar un palacio contiguo al suyo para que habitara, rodeado de extensos jardines, le dió un templo donde orar, y más tarde «le permitió formar en Brihuega una pequeña colonia de amigos y servidores con quienes se entregaba á los placeres de la caza.»

Llamado al trono de Castilla por muerte de su hermano, Alfonso VI olvidando las mercedes que años antes le otorgara el rey Almamun, no pudo resistir la tentación de apoderarse de Toledo. Invadió las fronteras, taló las mieses, saqueó las aldeas y lugares, hizo prisioneros á varios magnates de la corte, y al fin, en el octavo año de su reinado, el 25 de Mayo de 1085, capituló la ciudad, otorgando el rey á sus moradores las condiciones más honrosas.

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Desde esta época, hasta mediados del siglo XVI, fué Toledo la Corte de los Reyes de Castilla. Bajo el cetro de Alfonso VI, su conquistador, se inauguró una época de adelantos y prosperidad que continuó acrecentándose en los reinados de Alfonso el Batallador, Alfonso VII, Sancho III, Alfonso VIII, Enrique I, Fernando III el Santo, Alfonso X el Sabio, Sancho IV el Bravo, Fernando IV el Emplazado, Alfonso XI, don Pedro I, los Trastamaras, y más tarde con la unión de las dos coronas de Aragón y Castilla. Florecieron las artes, se edificaron la mayoría de los monumentos que hoy nos asombran por su riqueza y el buen gusto arquitectónico, y allá fueron llamados por la municifencia de los reyes, los mejores artífices del mundo. Así vemos dirigir sus portentosos edificios, alarifes como Juan de Mena, Covarrubias y Juan Guas; decorar sus templos artistas de fama universal, Rizi, Alonso Cano, el Greco, Ribera, Bosch, Teniers y Wenwermans, ejecutar los trabajos más delicados de orfebrería, artífices plateros como Juan de Arfe y Virgilio Fanelli; tallar las soberbias esculturas de sus templos y mausoleos á Berruguete, Juan Juni y Pedro Pérez; forjar sobre el yunque à Francisco Villalpan. do, Alfonso Sánchez y Felipe Vigarni las doradas cancelas de sus iglesias, y últimamente, como muestra del poderío religioso, la Iglesia primada vió desfilar por sus inmensas na

ves la púrpura cardenalicia de los Gutiérrez de Mendoza, Álvarez de Toledo, Lorenzana, Jiménez de Cisneros y otros eminentísimos prelados que aportaron al culto inmensas riquezas con su saber, con su ciencia y con su política absorbente que subyugaba los tronos y anulaba la influencia de los magnates, de los generales y de los privados.

Más adelante podremos observar, con toda la detención que nos permita el carácter meramente expositivo de este trabajo, algunas joyas artísticas de primer orden. Pasarán ante nuestros ojos adornadas con todo el interés de la tradición, la Catedral el Alcázar, Santa María la Blanca, el Puente de Alcántara, Nuestra Señora del Tránsito, San Juan de los Reyes, las ruinas del castillo de San Servando, la Puerta de Bisagra, el Ayuntamiento y tantas otras joyas que nos han dejado como testimonio vivo de su cultura, las diferentes razas que poblaron la histórica ciudad del Tajo durante diecisiete siglos.

(Se continuará.)

JOSÉ DE MADRAZO

LAS LETRAS

VARIACIONES LITERARIAS

Dicen los economistas que la moneda es el agente universal del cambio.

Y contra semejante afirmación se levantan no pocas excepciones.

Lo primero que se necesita para que la moneda sea agente universal, es que la tengan todos; y bien sabido es que son muy pocos, y menos cada día, los que la poseen.

Se le ha dado también aquel nombre en el supuesto de que en todas partes, una misma moneda valga lo mismo; y hemos llegado á unos tiempos en que no hay dos pesetas nacionales, ni dos liras, ni dos francos extranjeros que sean equivalentes.

Y se ha fundado la razón de tal bautismo de agente para la moneda en sus propiedades intrínsecas; olvidando los que así la nombran que la primera cualidad de todas las de la moneda, es precisamente la de acabarse cuando hace más falta.

El agente universal del cambio es la letra; la hablada, la escrita, la cantada, la proferida con ruidos ó la estampada con signos.

Toda la lucha de la vida se mantiene primero por ideales; después por resultados. Antes por definiciones, luego por ventajas, por teorías primero y por provechos después, por convencimientos un día y por codicias otro.

Comercio inteligente ó comercio útil el cambio de los intereses ó de las ideas, es todo el comercio del mundo; y el solo agente universal de todo el comercio es la letra; la de cambio ó la de imprenta.

Cuando el comercio lo tuvo todo menos la manera de salvar las distancias, inventó la letra y las salvó.

Cuando el hombre necesitó decir á muchos lo que pensaba; revelarse á todas las generaciones el pensamiento; la inteligencia producir multiplicando su producción, y comunicarse las almas en el mundo; inventaron los hombres, primero el sonido y después la letra; primero los gritos y después las vocales; primero la algarabía y después el alfabeto. Es tan ideal la invención de la letra, que sin ella no podríamos entendernos con los hombres sino por señas como los séres inferiores; porque sin ellas nos faltaría la palabra, ese presente de la divinidad como la llama Rousseau. Entonces sin la palabra, podría Lamarque decir con más firmeza que el hombre y el mono, se parecían exactamente en la manera de producirse.

La vida humana es contingente y está fuera de todo régimen absoluto. Por lo mismo necesita medios de perfección para su mismo desarrollo. Ahí las ideas absolutas que no caben en el cerebro, porque no pueden pasar por los sentidos ni para entrar ni para salir, son de otra vida.

El cambio de las mercancías engendró el cambio de las ideas. El hombre siente antes de pensar. Y tiene frío antes de tener ropa, y hambre y sed antes de tener pan y de tener agua. Por eso llora cuando nace todas las primeras incomodidades de la vida; y calla cuando se las remedian ó se las

curan.

No se han perfeccionado las inclemencias del tiempo, sino los abrigos y defensas para resistirlas; porque primero se siente y después se piensa.

El cuerpo y el alma á un tiempo reclamaron y produjeron las letras.

Ningún hombre merecidamente ilustre ha sido jamás totalmente desaficionado á las bellas letras.

Fueron ellas la pasión de Federico II.-Y Napoleón III quiso llevar todos los literatos á la cámara legislativa.

El país no ha pagado en todas partes más despilfarros á conciencia y con gusto de que los pagaba, que la de los poetas: subencionando en España á Zorrilla y dotando en Francia á Lamartine.

No se les preguntó porque no podían mantenerse con sus obras, ni se quiso saber más de ellos sino que necesitaban, para satisfacerlos.

No quisieron saber más porque las bellas letras son como las ramas de un árbol, que tienen el alma ó las raíces que son del autor, amargas siempre, y los versos ó el fruto que son para todos, siempre dulces.

Y hablo de estas bellas letras confundiéndolas con la letra de cambio, porque nada ha producido más sutil la metafísica ni más artístico la imaginación; ni se ha dado encarnación de lo real en lo ideal más perfecta que la de la letra de comercio; admirable y extraordinario invento de los que no tenían patria y todo habían de llevarlo en la cartera.

Porque si es verdad que la inventaron los judíos en el siglo XII, se explica que fueran ellos, que fueron un pueblo errante dedicado á garantir y asegurar su riqueza contra los peligros de la vida sin vecindad, sin nación y sin estado.

Dios en su infinita misericordia se lo tendrá en cuenta, porque nada más útil para satisfacer las necesidades materiales del planeta, que esta fórmula de cambiar el dinero ausente con el presente; más increíble ó inexplicable invención por su misma sencillez.

El sonido parece la letra primitiva. Cuando se canta se articula y se habla. Cuando los sonidos se combinan se produce tan grandísimo idioma y cosa tan alta como las mayores creaciones literarias.

La cifra aritmética y la letra, se parecen y se completan muchas veces. El número dice cuanto y la letra cómo.

La nota musical no habla tan claro; pero lo dice todo más pronto. La dificultad es entenderla.

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