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roca, artística y cientificamente labradas, todas las reglas de la Geometría Descriptiva y del Corte de piedras que más de doscientos años adelante hicieron célebre el nombre de Monge, al publicar el primer tratado de estas materias que ha visto la luz en Europa: siendo por otra parte muy digno de atención que el mismo sentimiento artístico, que distingue las obras del Escorial, predomine igualmente en todas las de Herrera, á quien de derecho corresponde un poderoso influjo en el desarrollo y generalización de la arquitectura restaurada, como promotor de la Academia de Ciencias fundada por Felipe II (1).

Las catedrales erigidas ó terminadas durante todo el siglo XVI nada tienen tampoco que envidiar á las más suntuosas del extranjero respecto de la construcción, elegancia, buenas formas, ornato, grandiosidad y demás pautas del género y gusto ojival de que tan bellos modelos teníamos ya en España de los siglos anteriores, como, por ejemplo, la graciosa y esbelta de León, que comenzó á erigirse en 1181; la ostentosa y rica de adornos de Burgos, en 1221; la primąda y anchurosa de Toledo, en 1226; la de Palma de Mallorca, en 1230; la de Barcelona, en 1239; la de Palencia, en 1321; la de Murcia, en 1353; la de Oviedo con su graciosa torre filigranada, en 1388; la de Pamplona, en 1397; y la de Astorga, en 1471. Comenzáronse en los principios del siglo XVI la de Sigüenza, en 1507; la de Salamanca, en 1513; la de Jaén, en 1519; y la de Segovia, en 1525, acabándose por entonces la magnífica fábrica de la catedral sevillana. Esto sin hacer mención de otras iglesias góticas de mérito que prueban el influjo que tuvo en España este género de arquitectura, género que se ejercitó hasta el año 1533, por más que en 1504 hubiera de

(1) Hablando de Felipe II un erudito escritor francés, dice lo siguiente: «Il avait un goût trèsprononcé pour les beaux arts, qui etaient, avec la chasse, son seul délassement. Il était bon connaisseur en peinture, dit Prescott, et aimait surtout l'architecture, dont il avait étudié les principes. Aucun prince n'a donné autant de preuves de goût et de magnificence sous ce rapport. Philippe récompensait avec une grande génerosité le talent des artistes comme le dévouement de ses serviteurs.>

mostrado su competencia en la arquitectura greco-romana Enrique de Egas en el Colegio Mayor de Santa Cruz de Valladolid y en el Hospital de Expósitos de Santa Cruz en Toledo, adoptándola después Pedro de Machuca en el palacio de Carlos V, que comenzó á construirse en la Alhambra en 1527; el jesuíta Bartolomé Bustamente en el hospital de San Juan Bautista de Toledo en 1542; Luis de Vega en 1543 en la renovación del alcázar de Madrid; Gaspar de Vega, sobrino del anterior, en 1546 en la Armería, y Francisco Villalpaudo, su cuñado, en 1558, en la magnífica escalera del alcázar de Toledo. Este severo género arquitectónico, no alcanzó, sin embargo, en España su mayor grado de pureza y adelanto hasta el año de 1563, en que Juan Bautista de Toledo trazó el grandioso monumento del Escorial, perfeccionándose, ó mejor dicho, generalizándose poco después á impulso de la orden que expidió Felipe II, mandando que no se construyese ningún edificio público en el reino, sin que antes Herrera examinase y aprobase las trazas á su Real presencia, en una junta ó despacho que el mismo Herrera y otros arquitectos tenían con el Rey dos veces en la semana sobre edificios públicos.

De la Academia de Ciencias de Madrid, la primera en Europa en aquella época, salieron célebres profesores, todos pertenecientes á la escuela de Herrera, poseídos del gusto clásico, escrupulosos observadores de la antigüedad, y fieles á las máximas de su maestro, y de gran genio muchos de ellos para aplicarlas con buen éxito. A la obra original de Diego Sagredo, capellán de la reina Doña Juana, muy versado en la lectura de los historiadores, filósofos, matemáticos y poetas latinos, obra que se impuso á toda Europa mere ciendo que fuese estudiada en la misma Italia, se agregaron gran número de traducciones de Vitrubio, de los diez libros de Sebastián Serlio, de la Arquitectura de Alberti, de los Cinco órdenes de Vignola, y por último el tratado original y de sobresaliente mérito de Juan de Arfe, publicado en Sevilla en 1585 con el título De Varia Commensuración para la Escultura y Arquitectura.

No se sabe ciertamente, al parar la atención en el extratraordinario desarrollo de las Bellas Artes, y en general de las Obras públicas durante el Renacimiento, qué es lo que causa más admiración: si los inmensos recursos invertidos en tanto número de fábricas, y el empeño con que se emprendieron y llevaron á cabo, ó la abundancia de profesores capaces de dirigir estas grandes empresas, satisfaciendo cumplidamente á la opinión y al buen gusto de su siglo; haciéndose todavía más notable este entusiasmo general por las construcciones, si se atiende á los grandes compromisos de la nación en aquella época. Convertirse toda entera en taller de artista, cuando Europa, ardiendo en guerras, exigía más bien que fuese sólo un arsenal; vencer en San Quintín; resistir la insurrección de los Países Bajos; conquistar el Portugal; limpiar los mares de los piratas que los infestaban; reunir la Invencible, aunque fuese para perderla sobre las costas de Irlanda, no cejar un punto ni por un momento en las conquistas y descubrimientos en el continente americano; conseguir la posesión de la Florida con la derrota de sus usurpadores; triunfar en Lepanto y erigir el Monasterio del Escorial; continuar las obras del Alcázar de Toledo, del de Aranjuez y Simancas, del de Madrid y del Prado, y poblarse de grandes y suntuosas fábricas Toledo y Alcalá, Valladolid y Salamanca, Barcelona, Valencia, Sevilla y Granada; embellecerse, en fin, todos los pueblos de algún nombre; y repararse en los campos infinitas abadías y parroquiales, son hechos que sorprenden la imaginación y que apenas se concilian y pueden comprenderse, dice el mismo Sr. Caveda, por más que contase el Estado en esa época, la más gloriosa sin duda de nuestra historia, con una voluntad de hierro y una magnanimidad sin límites.

Tan extraordinario movimiento y desarrollo en las obras públicas llevaba consigo otro no menos activo en las particulares, levantándose soberbios palacios y suntuosas casas solariegas. A la par que la preponderancia política y militar de España en los consejos de Europa era causa de que nues

tros hombres de guerra hiciesen continuas y perseverantes aplicaciones de las Matemáticas al Arte militar, de que tan insignes maestros produjo la célebre Academia de Felipe II, y cuyas obras fueron las primeras publicadas en Europa sobre esta materia, hasta el punto que, emulando otras potencias los brillantes resultados de aquel Centro de enseñanza, ofreciau cuantiosas sumas y hacían ventajosísimas proposiciones à hombres doctos para rivalizar con España en pro de los adelantos cientificos (1).

II

La ciencia misteriosa y casi única de los antiguos, nacida bajo el sereno y bellísimo cielo del Oriente, y cultivada por espacio de muchos siglos por los sabios de todos los países, tuvo en España, corriendo todavía el siglo x de nuestra era, según testimonio de escritores extranjeros, gran número de profesores notables, que con rara perseverancia hicieron observaciones, calcularon tablas, y publicaron descubrimientos y obras eruditisimas, levantando la ciencia astronómica en aquella y las siguientes centurias, à mayor altura que en ninguna otra nación, hasta el punto de que al comenzar el siglo XVI se usaban en Italia y en el resto de Europa las tablas de Abraham Zacuto, impresas en Venecia en 1502, las de Francisco Sarzosa, y las de Alfonso de Córdoba, llamadas

(1) Como muestra de nuestros adelantos en cuanto se relacionan con el Arte militar, véase la parte bibliográfica respectiva en las notas que van al fin de este Discurso, haciendo sin embargo, constar aquí como noticia curiosísima la que publicó el ilustrado Académico de la Historia Sr. Fernández Duro en el tomo IV de sus Disquisiciones náuticas en esta forma: «Juan Bautista Layciaga, maestro cerrajero del Arsenal del Ferrol, inventó á principios del siglo pasado un método de granear cañones, del cual resultó que mucha artillería de hierro colado que se hallaba desfogonada é inservible se repuso en poco tiempo, volviendo á servir con toda satisfacción en las plazas y en la Armada. Se instruyó expediente para premiar su mérito, y, aunque se reconoció, no pudo considerársele inventor del procedimiento, por haberse hallado antecedentes de que en el año 1594 lo había practicado en Santander Francisco de Zúñiga, cerrajero para servicio de las galeras de Cantabria.»

estas últimas de la Reina Católica», reimpresas diversas veces en el extranjero (1).

Las investigaciones y trabajos, realizados dentro ya del s glo XVI, contribuyeron aún más al estado floreciente de los estudios astronómicos en nuestra patria, siendo el insigne Nebrija uno de los primeros escritores de Europa que dió nueva forma á su enseñanza al publicar su tratado de Cosmografía. Midió también, adelantándose a los sabios de otras naciones, un grado de meridiano terrestre, cuya longitud fijó en 62.500 pasos geométricos, é hizo eruditas comparaciones con las medidas antiguas, siendo muy notables sus experiencias en el circo y naumaquia de Mérida y las referentes á las distancias que separan las varias columnas militares de la gran vía romana que une à esta ciudad con Salamanca: todo con el objeto de determinar con exactitud el tamaño del pie español como unidad de medida, á lo cual daba grandísima importancia. No dió menos gallarda muestra de sus conocimientos científicos en la obrita á la cual puso por título: Tablas de la diversidad de los días y horas y partes de hora en las ciudades, villas y lugares de España y otros de Europa que les responden por sus paralelos; con reglas para el uso de dichas

(1) El rabino Abraham Ben Samuel Zacuth, conocido por Abraham Zacuto, de quien hacen mención muy especial los escritores extranjeros, entre los más sabios astrónomos de su raza, era natural de Salamanca y profesor de Astronomía en Zaragoza, de donde pasó á Lisboa, en 1492, como astrónomo y cronista del Rey de Portugal. La más célebre de sus obras fué el Almanaque perpetuo, cuyas tablas calculó para el meridiano de Salamanca, y que, impreso en Venecia en 1472 y 1502 con el título de Almanach perpetum exactissime nuper emendatum omnium cœli motuum cum additionibus in eo factis tenens complementum, sirvió de guía, traducido al castellano, á nuestros navegantes y descubridores durante una buena parte del siglo XVI para sus observaciones y cálculos de la astronomía náutica.

La primera edición de las tablas de Sarzosa es de Venecia en 1525, y la más notable, buscada hoy por los bibliógrafos á causa de su magnífica portada, la de París de 1526, hecha por Simón Colineo.

Las tablas astronómicas de Alfonso de Córdoba, uno de los más ilustrados calculadores de su tiempo y autor de un comentario notable sobre el Almagesto de Ptolomeo, se dieron también á la estampa en Ve. necia, en 1503 y 1517, por Melchor Sessa con el título: Tubule astronomica Elisabeth regina Hisponania et Siciliæ, in principio quarum sunt canones tabularum ejusdem editi ab Alfonso de Cordoba, cujus epistola I Et si veresi Canones dividuntur in sexaginta capitula epithomatica et numeralia.

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