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tablas, aclaradas é ilustradas con ejemplos y aplicaciones al arreglo astronómico de los relojes. En todas sus obras campean las relevantes dotes que le distinguen como persona erudita, hombre de ciencia y gran humanista, no siendo lo que menos interesa en su mismo tratado de Cosmografía las noticias de cuanto más notable se registra sobre igual materia en los escritos de Grecia y Roma, y dejándose ver sus tendencias á crear el vocabulario científico y á buscar la propiedad de los vocablos en las voces que usan los cosmógrafos, puestas por orden alfabético en el décimo y último capitulo de esta obra, que Navarrete, al proclamar á su autor restaurador de las ciencias, dice, haciendo suyas las palabras del académico Muñoz, que la escribió con tal acierto y primor, que no tuvo igual ni semejante por entonces. (1)

El insigne Alonso de Santa Cruz, cosmógrafo de la Casa de la Contratación de Sevilla, que siglo y medio antes que

(1) En la Biblioteca Nacional existe la edición de París de 1533 In Cosmographic libros introductorium multo quam antea castigatum, que es una fiel reproducción del tratado que hacia el año 1490 publicó Ñebrija, dedicándolo á su protector D. Juan de Zúñiga, ya entonces arzobispo de Sevilla. Seis dísticos latinos sirven de prólogo, en los cuales dice Nebrija con rara modestia que allí encontrará el lector los primeros elementos de la ciencia cosmográfica, etc., citando otros autores antiguos y modernos á que puede recurrir el que aspire á más profundos conocimientos. Para formarse una idea aproximada de esta obra notabilísima, he aquí los epígrafes de los diez capítulos en que está dividida:

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I.-Superficiem terræ et aquæ mundo concentricam esse.
II.-De circulis sphæ huic negotio necessariis.

III.-De ventorum positione.

IV.-Quantum cuique parti cœli in terra respondeat.

V.-De proportione parallelorum inter se.

VI.-De mensuris quibus cosmographi utuntur.

VII.-Descriptio terrac in plano ex Ptolomæ, etc.

VIII. Quo modo habitatio nostra designanda sit in sphæra. IX.-De diversitate horarum diei ex inclinatione ab æquinoctiah.

X.-De vocabulis quibus cosmographi utuntur.

muy notable el párrafo en que define la longitud diciendo: Diximus longitudinen cujusque loci esse arcum interceptum inter meridianum illius loci it meridianum transeuntem per absida insularum Fortunatarum, qui per partes minutiasque partium divideretur: siendo muy de lamentar la gran diversidad que reina en este punto entre las diferentes naciones cultas, pues cada una adopta un primer meridiano distinto, si bien Alemania, en la construcción de sus mapas, vuelve en la actualidad al que pasa por la isla de Hierro, al cual se refería Nebrija en su obra.

Halley, ó sea en 1530, según dice Humboldt, acometió la empresa de trazar el mapa de las variaciones magnéticas, concibió antes que ningún otro, según testimonio de Gauss, la determinación de la longitud por las distancias lunares, problema que Europa no pudo realizar hasta dos siglos después.

Este problema de la longitud, que era, en efecto, el problema de aquella época, fué estudiado en España más que en ninguna otra nación, habiéndose prometido à quien le resolviese un premio extraordinario, que no pudo adjudicarse, porque entre tantos sabios como lo intentaron no hubo quien lo consiguiera. Pero en los esfuerzos para lograrlo, estuvieron muchos españoles, y entre ellos Santa Cruz, á la misma altura que los sabios más renombrados de Europa, siendo curioso recordar que Pedro Apiano que había leído á Vernerio construyó un aparato casi idéntico al que construyó Santa Cruz para este objeto, viéndose cada uno sorprendido al tener noticia al mismo tiempo de la invención del otro, y repitiendo Apiano las palabras de Santa Cruz: «Sólo Dios sabe lo que me pesó el saberlo, por parecerme que me habían quitado la gloria de ser el primero que había inventado este instrumento. De todos modos Santa Cruz hizo un estudio tan profundo de este problema en su Libro de las Longitudes, que dedicó á Felipe II, examinando el método de las singladuras, el de los ángulos de oposición, el de los eclipses de Sol y de Luna, el de las variaciones magnéticas, el de la declinación del Sol, el de la hora por cualquier género de reloj, los de las distancias lunares y las estrellas fijas y planetas, con todos los instrumentos conocidos, presentando un cuadro tan completo, que Mr. Lamont, director del Observatorio de Hamburgo y admirador de Santa Cruz, por haberse dedicado especialmente al trazado de cartas magnéticas, decía en 1861 que la obra de Santa Cruz, que había estudiado en la Biblioteca Nacional de Madrid, estaba á la altura de nuestro siglo en los medios que proponía para determinar la longitud. Sólo construyendo instrumentos grandes y exactos, arreglando

las tablas de los movimientos del Sol y de la Luna para un meridiano determinado, y rectificando también la situación de las estrellas fijas, creía Santa Cruz que podía resolverse este problema (1)..

El ilustre matemático y astrónomo lusitano Pedro Núñez, que ya en 1537 había publicado su notable tratado de la Esfera, con la teórica del Sol y de la Luna, ilustrando además varios problemas sobre la teórica de los planetas de Purbachio, publicó poco después su famoso libro sobre los crepúsculos, al que unió el tratado de la misma materia del árabe Alhacen; estudió antes que nadie la curva loxodrómica; determinó la latitud comprobándola por medio de las alturas del Sol y el azimut intermedio, demostrando la falsedad de las reglas de Pedro Apiano y Jacobo Ziegler, y se ocupó en la solución de otros muchos problemas útiles, como el de la retrogradación de la sombra en el cuadrante solar, refutando á Oroncio. Y aun cuando en tan variados y atrevidos trabajos, que representaban todo el movimiento científico de aquella época, no logró Núñez un resultado completamente feliz, promovió sin embargo discusiones dentro y fuera de España que ilustraron las cuestiones más importantes para el adelanto y progreso de la Astronomía náutica.

El geómetra Jerónimo Muñoz, entre otros muchos traba

(1) En el Libro de las Longitudes todo está dispuesto con admirable sagacidad, y de su estudio deduce Santa Cruz la dirección que debía darse á la enseñanza de la Astronomía práctica, como en efecto se le dió después con la creación de Observatorios fijos. «Este libro, dice un erudito escritor moderno, es un tesoro de ciencia y un verdadero monu. mento de los conocimientos de aquella época.>>

Como una prueba de los variados conocimientos de este célebre astrónomo, inventor también de las Cartas esféricas en 1545, según dice Navarrete, nos bastará consignar aquí lo que en 10 de Noviembre de 1551 escribía al Emperador desde Sevilla, diciéndole que «aunque muy quebrantada su salud, había acabado la historia de los Reyes Católicos, desde el año 1490, en que la dejó el cronista Hernando del Pulgar, hasta la muerte del Rey D. Fernando: que asimismo tenía hecha la cró nica del Emperador, desde el año 1500 hasta el de 1550, extendiéndose á los acontecimientos de todas las partes del mundo; y que tenía concluído en borrador un libro de Astronomía como el de Pedro Apiano, y había traducido del latín cuanto Aristóteles escribió de filosofía moral, con una glosa para ilustrar los lugares obscuros. (Archivo general de Simancas, Estado, leg. 84.)

jos dignos de mención en la historia de la ciencia, observó el llamado cometa, que apareció en Noviembre de 1572 en la constelación Casiopea con mayor brillo que ninguna otra estrella, y que Júpiter mismo; sirviéndose de paso de aquellas observaciones para valuar la latitud de Valencia en 37° 57'; y, siendo por las observaciones modernas de 37° 58′ 42′′, causa verdadero asombro tal aproximación, si se atiende á lo imperfecto de los instrumentos usados en aquella época. Calculó después las posiciones del astro, y demostró el 2 de Diciembre que debía haber aparecido sobre el horizonte de Valencia el 11 de Noviembre á las diez de la mañana, determinando por tanto su curso. Estas observaciones y cálculos coincidieron en un todo con los de Tico-Brahe, que empleó los trabajos de Muñoz como comprobación de los suyos, así como con los de los más notables astrónomos de Europa, que tradujeron á su idioma el libro de Muñoz sobre el cometa, hasta que Cornelio Gemma lo vertió al latín, publicándolo en Amberes en 1575 (1). Pero no se contentó Muñoz con la simple observación, sino que, calculando que era nula la paralaje, dedujo de aquí que estaba á gran distancia de la Tierra; que distaba más que el Sol ó se hallaba más allá de su esfera ó cielo; que seguramente se hallaba en el cielo de las estrellas fijas, siendo una de aquellas de que habla Lucano: Ignota obscuræ viderunt sidera noctes; y que, como consecuencia de todo esto, era falso el sistema aristotélico y la teoría de los cometas. Y, en efecto, aquella aparición que alarmó á Europa, siendo en otras naciones origen y motivo de preocupaciones ridículas, que parecían, sin embargo, justificadas ante la confusión de los astrónomos, no era un cometa, sino una estrella variable, que después de muchas alteracio

(1) La obra de Muñoz se publicó con este título: Libro del nuevo Cometa y del lugar donde se hacen; y cómo se verá por los Parallaxes quan lexos están de tierra; y del Pronóstico deste. Valencia, por Pedro de Huete, 1573, con láminas. Gemma publicó esta otra al fin de la suya: De naturæ divinis characterismis, seu raris et admirandis spectaculis. Antuerpiæ, 1575, siendo probable que por esta traducción latina y no por el original español, tuviera Tico-Brahe conocimiento de la obra del astrónomo español.

nes en su tamaño, en su brillo, y hasta en su color, desapareció por completo en Marzo de 1574. La Astronomía de aquella época no pudo decir más, y lo que dijo Muñoz respecto de los cometas será siempre un timbre de gloria en la Historia de la Ciencia española (1).

No menos notables fueron los trabajos sobre el mismo asunto de Juan Molina de la Fuente, quien, estudiando las circunstancias y curso del mismo cometa, expuso en su obra, publicada en Madrid en 1572, las dificultades que ofrecía la teoría de Aristóteles, según la cual estos astros eran solamente exhalaciones terrestres, y dice con toda seguridad: «A do se engendran estas exhalaciones no está, sino más allá, entre las estrellas fijas, contra lo que enseña Aristóteles», siendo digno de notarse, como prueba irrecusable del adelanto de nuestros astrónomos, que mientras la obra sobre estas estrellas no la publicó Tico-Brahe, con los grandes medios de que disponía para sus estudios, hasta muy entrado el año siguiente, apareciese la de nuestro desconocido observador, impresa en Madrid en el mismo año de 1572, ó sea pocos días después de advertirse tan extraordinario fenómeno. ¿Quién tuvo entonces, ni menos después, en Europa noticia de esta publicación de

(1) El fenómeno más extraordinario de la Astronomía es sin duda la aparición y desaparición de nuevas estrellas, mencionándose sólo en la historia de la ciencia una, vista en tiempo de Hiparco; otra en el año 389, en la constelación del Aguila, brillando durante tres semanas: la tercera en el siglo 1x, descubierta por Hally y Albumasar en el Scorpión, donde resplandeció con gran brillo por espacio de cuatro meses; la cuarta en 945; y la quinta en 1254, según Casiri. Pero de todos estos fenómenos extraños no hay detalles ni observaciones para su estudio, comparables á las que se hicieron referentes á la estrella de 1572. Posteriormente Fabricio descubrió una nueva estrella en la cola de la Ballena en 1596. Janson otra en la constelación del Cisne en 1600; y por último Kepler otra en 1604, desapareciendo en breve la primera y tercera, y viéndose la segunda durante veintiún años.

La de 1572 apareció en efecto el 11 de Noviembre, según las observaciones de Tico-Brahe, y fué objeto de cstudio por todos los astrónomos de aquella época, publicándose multitud de trabajos referentes á dicho astro, siendo uno de los más notables el de Tico, impreso en Copenhague é inserto además en su gran obra Astronoma instauratœ Progymnasmata, en la cual se extraña de que Muñoz no hablase en su libro de la ocultación de dicha estrella, olvidando que el libro de Muñoz se imprimió en 1573, y la estrella no desapareció hasta el año siguiente.

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