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había que luchar con que en la mayor parte de los pueblos no habría instrumentos delicados ni astrónomos, se comisionaba para esto á la persona ó personas más entendidas de la localidad, remitiéndoles copia de un instrumento sencillísimo, inventado por el mismo Velasco, para que, colocado como estilo ó gnomon sobre una gran hoja de papel, en la cual habían de trazarse los círculos y marcarse las sombras, sirviera para el trazado de la meridiana. Á esta observación debían acompañar las de las circunstancias atmosféricas.

A estos trabajos, la mayor parte de los cuales influyeron no poco en la ciencia astronómica europea, podríamos añadir otros muchos, que servirían para demostrar el crédito de que gozó la Astronomía en nuestra patria, hasta el punto de decir Weidler (1) que dudaba mucho que hubiera en Francia astrónomos comparables con Alfonso de Córdoba y Juan de Rojas, asegurando que hasta mitad del siglo XVI creyeron los italianos que en ningún otro país hallarían mejores maestros de Astronomía que en España, escribiendo Galileo á su compatriota Lucano que ojalá hubiera aceptado los consejos de los españoles, que eran tan sabios astrónomos como grandes previsores de su desgracia. Entre estos trabajos y descubrimientos, de los que no se habla sino muy poco ó nada en las publicaciones extranjeras, aun cuando desde hace largo tiempo se citan muchos de ellos en obras españolas muy conocidas, descuella por su importancia histórica y cientifica el gran premio propuesto por España en 1598 para el que inventase el modo de calcular por medios astronómicos la longitud. Consistia este premio en 6.000 ducados de renta perpetua, á los que se aumentaron después 2.000 de renta vitalicia. Presentaron proposiciones y estudios para obtenerle, además de los españoles, los portugueses Luis de Fonseca y José de Moura Lobo; los franceses Juan Mayllard y Juan Bautista Morin, catedrático de Paris; el alemán Miguel Van

(1) Juan Federico Weidler, astrónomo y matemático alemán. Historia astronómica, en 4.o, Witemberg, 1741.-Bibliografía astronómica, ídem, 1755.

Langren, y otros muchos, cuyos proyectos se examinaron y ensayaron, sin que ninguno resolviese satisfactoriamente el problema, ni adelantase nada á lo que en España ya se sabía. La gloria que resulta para nuestra patria por haber establecido este premio, no consiste sólo en introducir tan útil costumbre en la vida científica nacional, sino en habernos anticipado à las naciones más cultas de Europa, que tardaron muchos años en imitar nuestro ejemplo (1). Holanda, casi medio siglo después, propuso el mismo tema para un premio, dotándole con 100.000 libras; Francia no le anunció hasta principios del siglo XVIII sin hallar tampoco quién le resolviera (2); é Inglaterra le propuso todavía más tarde, en 1714, pidiendo sólo medio grado de aproximación y elevando la recompensa á 20.000 libras esterlinas. De modo que estas naciones no hicieron más que copiar nuestro ejemplo, uno y dos

(1) En el tomo xxi de la Colección de documentos inéditos para la historia de España, se publicó en 1852 una Memoria sobre las tentativas hechas y premios ofrecidos en España al que resolviese el problema de la longitud en la mar, no mencionándose en ella al insigne Galileo Galiley, que tomó parte en el concurso, según un despacho del Rey, dirigido al Duque de Osuna, virrey de Nápoles, en 28 de Enero de 1620, diciendo que «Galileo Galiley, matemático del Gran Duque de Toscana y lector en la Universidad de Pisa, ofrecía de dar el modo para poder graduar la longitud y facilitar y asegurar la navegación del Océano, y que ofrecía también otra invención para las galeras del Mediterráneo, con que se descubrían los bajeles del enemigo diez veces más lejos que con la vista ordinaria». Encarga al Duque que le oiga atentamente, lo comunique con personas pláticas de la profesión, y diga lo que le

parezca.

Tampoco se hace mención en dicha Memoria de La verdadera longitud por mar y tierra, demostrada y dedicada á Felipe IV, por M. F. Van Langren, cosmógrafo y matemático de S. M. en Flandes, con las censuras y pareceres de algunos renombrados y famosos matemáticos de este siglo, que van puestas en orden de fechas de dichas aprobaciones, MDCXLIV: escrito curioso en que también se reseña la historia de los que pretendieron ganar el premio ofrecido. (Disquisiciones náuticas, por Fernández Duro.)

Mr. de la Lande, en su Historia de la Astronomía, tomo III, se limita á decir sobre este punto que «Felipe II fué el primero que propuso un premio para determinar la longitud en la mar».

(2) Los proyectos que se presentaron en Francia fueron tantos y tan disparatados, que la Academia Real de Ciencias de París creyó necesario publicar en sus Memorias de 1722 una explicación de lo que se entiende por longitud y del método usado á bordo para deducirla, con el nombre de estima de pilotos, y una extensa noticia de los medios que pueden emplearse para conseguirlo.

siglos después, y sin resultado satisfactorio bastante, puesto que la solución exacta del problema de la longitud por la observación de las distancias lunares estaba reservada para D. José Mendoza de los Ríos, que con la invención de nuevas líneas trigonométricas, con su representación en fórmulas sencillas y claras, y con la formación de tablas especiales, fué universalmente adoptado por los navegantes, que grabaron el nombre del marino español entre los de Newton, La place, Biot y demás ilustres matemáticos á quienes debe la Astronomía sus principales adelantos (1).

(1) Entre los muchos instrumentos inventados para determinar la longitud, merece especial mención el de Juan Alonso, natural de la Gran Canaria, el cual, según su explicación, servía «para tomar la altura del Sol á todas horas del día; para saber en cualquier parte la hora, como reloj universal, para saber las horas y minutos que tienen todos los días del año y cada uno de ellos desde que sale el Sol hasta que se pone, y esto en cualquiera región; para saber la distancia de los lugares y tierras según la longitud sin aguardar los eclipses, y, finalmente, para practicar la navegación que se dice Leste-Oeste con tanta facilidad y certeza que pondrá admiración». Elevó su memorial al Rey en 1571, acompañando un reloj y diciendo que era compañero indispensable del instrumento para determinar la longitud; todo lo cual indica que con ciertas modificaciones que hacía en el Astrolabio, concibió el sistema que al fin ha venido á ser el que se practica, y esto mucho antes de la manía general de utilizar la variación de la aguja, y de hallar el punto fijo. Esta fué también la opinión de Newton siglo y medio después, al dar su dictamen acerca del premio ofrecido por Inglaterra, consignando que se lograría la resolución del problema de la longitud construyendo un reloj, en cuya marcha uniforme, ni el movimiento del buque, ni la variación de la temperatura, ni la humedad ó sequedad de la atmósfera, ni las alteraciones en las leyes de la gravedad, hiciesen efecto para que así midiese el tiempo con la mayor exactitud, ó bien cuando las Tablas de los astros lograsen un grado suficiente de precisión. (Nota H.)

(Continuará.)

ACISCLO F. VALLÍN

VALOR HISTÓRICO DEL REGIONALISMO (1)

(Continuación.)

De esta manera llega el reino de Aragón á fines del siglo XV, cuando se verifica la unidad monárquica; pero esa unidad es sin perjuicio de aquello que es producto de la historia, de aquello que es producto de la vida de los pueblos, de aquello que representa la característica de cada individuo, y de lo cual no puede desprenderse porque es su vida misma: nos referimos al derecho.

Cataluña hemos visto que había hecho una compilación de sus Usatges, y con su derecho propio, producto de su vida, se incorporó á Aragón, y unidas las dos Coronas, cada una conservó su derecho; es más, cada una lo fué modificando según sus necesidades, según su vida, no interrumpiéndose la evolución jurídica, sino continuándola; buena prueba de ello son las Ordinaciones de Santacilia, dadas por Jaime II; el Privilegio Recognoverunt próceres; las recopilaciones de las Costumbres de Tortosa en el siglo XII, etc., etc.

Aragón había ido formando igualmente su derecho; no producto de imposiciones arbitrarias, sino nacido á impulsos de las necesidades; producto de la evolución histórica, modificado según las exigencias del momento; pero derecho nacido

(1) Véanse los números 592 y 593 de esta Revista.

legítimamente, puesto que si los Reyes de Castilla, los condes de Cataluña, etc., dictaban leyes para el gobierno de sus Estados, los Reyes de Aragón legislaban igualmente para su territorio, dando, como era natural fisonomía propia à sus leyes.

«Lo que resulta,-dice un ilustre Jurisconculto Aragonés (1) y maestro muy querido mío-evidente hecho histórico y realidad demostrada para todos, es que en aquellos primeros tiempos de la Reconquista nacen y se desarrollan, por propio esfuerzo y tenacidad legendaria, en dos extremos de la Península, pequeños ejércitos de guerreros que van ensanchando su territorio y constituyen pueblos y se organizan hasta crear agrupaciones y villas y luego un reino: una nacionalidad con nombre y un Estado con leyes. Así lo concibe la razón y así ha sido en la historia la generación nacional de todos los pueblos.

>El amor al suelo invadido y á la fe humillada legitima ante las leyes de la historia la lucha de la Reconquista, como la formación de aquellas nacionalidades se explica y legitima por razones etnográficas, por la mejor defensa y aun por los caracteres de toda guerra de caudillaje. El transcurso del tiempo legalizó el histórico como tantas otras veces. Pero además de esto, el hecho histórico está legitimado por el derecho político. El respeto mutuo de los caudillos y de los reyes, el ejercicio independiente del poder, la manifestación de una soberanía y la obediencia á una autoridad, produjeron, en definitiva, un Estado dentro de cada nacionalidad constituída, llamárase Castilla, Aragón ó Navarra.

>Tienen, por lo tanto, idénticas razones de existencia, ante la historia y el derecho, todos los reinos que surgen al calor de la Reconquista; de tal suerte, que sin el matrimonio de D. Fernando y doña Isabel y la voluntad de los pueblos, aquellas nacionalidades habrían continuado su vida independiente y propia.

(1) Ripollés.-Discurso de apertura leído en la Universidad de Zaragoza, 1888.

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