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por el buen nombre de España emprendamos con perseverante energía la ilustración bibliográfica é histórico-critica del saber de nuestros antepasados en sus diversas ramas, coadyuvando todos, con su directa cooperación los doctos, con sus simpatías y aplausos los no letrados, y con sus recursos y premios los poderes públicos, á esta obra regeneradora de sacar del olvido la ciencia patria y enaltecerla, para que reconquiste España la influencia científica que de derecho le corresponde, al volver á adquirir popularidad y fama, al lado de nuestros más insignes poetas, únicos hoy universalmente conocidos y celebrados, los nombres no menos gloriosos de nuestros sabios, cuya fama en mejores tiempos resonaba con aplauso por toda Europa. Para lograrlo podíamos contar hasta hace poco tiempo con la vastísima ilustración y decidido apoyo que á toda empresa patriótica prestaba la poderosa iniciativa y entusiasta cooperación del malogrado monarca Don Alfonso XII, cuya muerte, nunca bastante sentida, parecía ocasionada á detener, ó retrasar por lo menos, la futura grandeza de la patria; pero afortunadamente, las dotes verdaderamente extraordinarias de la egregia Reina Regente, que con tan raro acierto dirige la nave del Estado, mostrándose propicia á proteger todo pensamiento que contribuya à enaltecer el glorioso nombre de España, moverán seguramente su excelso ánimo á tomar la iniciativa en el proyecto que aca. riciamos, emulando á aquella otra Reina que asombró á Europa con su talento y con su activa y personal participación en todas las empresas generosas y grandes de su gloriosísimo reinado: y más si recuerda que otro de sus ilustres antepasados, el rey D. Felipe II, acumuló los materiales todos para este fin en la Biblioteca y Museo del Escorial, orgullo de nuestra civilización y cultura, y donde se encuentran preciosos datos para seguir en cada siglo la historia de la ciencia y del arte, representados por una multitud de códices, riquísimos en noticias científicas, como no los tiene hoy ninguna otra nación. Allí rivalizan en mérito y valor las producciones de los más célebres artistas nacionales y extranjeros: cuadros,

esculturas, miniaturas, grabados admirables, obras maravillosas de talla, verjas cinceladas á martillo por modestos artifices, que bien merecen el nombre de artistas, primorosos ternos de brocado y bordaduras de oro y plata, bronces, lámparas, y cuantas manifestaciones del genio pueden dar muestra acabada del estado de la cultura de un país: como si todo hubiera acudido al grandioso Monasterio de San Lorenzo á disputar la gloria y el premio de un certamen. Más de tres centurias esperan allí tan ricos tesoros,-que han sabido utilizar mejor los sabios extranjeros que nosotros mismos,-el nombramiento de una Comisión de personas ilustradas, que, completándolos con los literarios y científicos que todavía se conservan en otros archivos y bibliotecas, y en algunas extranjeras, como las de París, Roma, Oxford, Leyden y Lovaina, juntamente con las obras todas, mapas, instrumentos, etcétera, dados à luz en la Península desde Felipe II hasta nuestros días, tome á su cargo el patriótico empeño de escribir la historia y bibliografia de la ciencia española en todas las esferas de la actividad humana (1).

No es mi ánimo, sin embargo, ni podía serlo, seguir paso å paso el progreso de cada uno de los ramos de la ciencia española, ni trazar el cuadro completo de su estado y desarrollo en la asombrosa multiplicidad de fenómenos, de relaciones y de misterios arrancados por la insaciable investigación humana, hoy á los arcanos de la materia y mañana á los infinitos mundos del espacio; ni establecer una minuciosa com

(1) Ya que tenemos la gloria de poseer una de las bibliotecas generales más extensas, como es la de D. Nicolás Antonio, debiéramos sin pérdida de tiempo corregirla é ilustrarla, completándola con lo mucho que le falta y ampliándola además hasta nuestros días, premiando Memorias acerca de las publicaciones especiales sobre artes y ciencias determinadas, formando la bibliografía por materias, por regiones, etcétera, á cuyo efecto tenemos apuntes valiosísimos en el precioso libro titulado La Ciencia Española. Si el Gobierno y las Corporaciones docentes no toman este rumbo, mucho me temo que lleguen á ser una verdad tristísima aquellas palabras del ilustre literato D. Juan Valera, «Quizá tengamos que esperar á que los alemanes se aficionen á nuestros sabios, como ya se aficionaron á nuestros poetas, para que nos convenzan de que nuestros sabios no son de despreciar. Quizá tendrá que venir á España algún docto alemán á defender contra los españo. les, que hemos tenido filósofos eminentes.>>

paración con las demás naciones; ni siquiera fijarme principalmente en aquellos hechos gloriosos, que la tradición nos ha conservado y que se citan siempre cuando se habla de la honra de la patria. No. Precisamente voy á pasar muy de ligero sobre todos esos hechos conocidos, evitando las frases pomposas y declamaciones fáciles, que ni se avienen á las condiciones de mi carácter, ni á la profesión de las severas ciencias á que he dedicado toda mi vida, ciencias que sólo viven en la región del análisis, de la demostración y de la verdad.

Mi objeto, pues, es investigar si en un período determinado de nuestra historia, que ni mis fuerzas ni el espacio dan para más, los españoles han contribuído en algo al fecundo progreso de las ciencias que cultiva esta docta Academia, utilizando siempre en mi tarea, con preferencia á los textos nacionales, los extranjeros, parą dar así mayor autoridad al juicio que resulte de averiguar si en efecto hay hechos concretos por los cuales debamos ocupar un lugar distinguido en la historia científica de Europa, y procurando demostrar á la vez que esos hechos fueron consecuencia precisa de una gran cultura, y no efecto de mera casualidad. Aun reducidos mis propósitos á tan estrechos limites, como que no he de salir de la cultura científica de España en el siglo de los dos prime-· ros monarcas de la Casa de Austria, será posible, mejor dicho, es seguro que, por lo árduo de la empresa, por la falta de suficientes documentos (aun utilizando todo lo publicado por otros escritores celosos del buen nombre y de las glorias patrias que me han precedido en proclamar los nombres ilustres de los que en nuestro país han enriquecido todo linaje de in. vestigaciones científicas), y, más que todo, por la incompetencia mía, no logre dar cima á mi trabajo á satisfacción cumplida de la Academia; pero siempre, por lo menos, se alzará nueva y solemnisima protesta contra los muchos escritores extranjeros, y no pocos españoles, que sin tregua ni descanso vienen constantemente desconociendo unos y negando otros, el justo concepto que merece España en el cua

dro general de la cultura europea, quedando por otra parte trazada la senda, y agrupados no pocos materiales, para los que me sigan en este nobilísimo y patriótico empeño (1).

(1) Reproducimos en este discurso-juntamente con nuestras propias investigaciones y juicios-datos y noticias muy conocidas en España por haberlas publicado otros escritores que se han ocupado de la cultura española, no sólo para dar mayor unidad al conjunto, sino tam. bién porque, proponiéndonos, aun persuadidos de su escaso valor, difundir con profusión este trabajo, traducido al francés y al inglés, por Europa y América, parece conveniente no omitir nada de cuanto pueda contribuir á que de una vez para siempre se modifique en el extranjero el concepto equivocado que la generalidad de los escritores tiene de nosotros, sin que se repita más lo que una persona de tanta reputación científica como W. Desborough Cooley dice en su Historia general de los Descubrimientos marítimos acerca del atraso de nuestro país, precisamente en un ramo en que hemos sido siempre los maestros de Europa.

(Continuará)

ACISCLO F. VALLÍN

TOMO CXLIX

5

NUEVOS DATOS BIOGRÁFICOS DE TIRSO DE MOLINA

I

Es indudable que existe una relación íntima entre la vida y obras de los grandes escritores, como también, el que los sucesos más efímeros y de menos trascendencia en sí considerados, son la causa ocasional de que el mundo admire inmortales producciones. Quizá Tirso de Molina no hubiera creado el Burlador de Sevilla, á no haber residido algún tiempo en la ciudad del Betis, donde oyó contar la leyenda que le inspiró tan sublime drama. Mas con ser esto evidente, no lo es menos, la imposibilidad de recomponer la biografía de un escritor, sin más datos para ella que los esparcidos en sus obras, por muy veraces que sean, y esto ha sucedido con Fr. Gabriel Téllez. Desconocida casi por completo su vida, como si todo se hubiera conjurado para tener su recuerdo su. mido en la mayor oscuridad, la fantasia vino á llenar este vacío de nuestra Historia Literaria. Se creyó desde luego, que el haber tantas sombras, reconocía por causa el empeño que pusiera el Mercenario para borrar toda memoria de sus hechos mientras fué seglar, que tendrían muy poco de edificantes. Creóse un Tirso imaginario, completamente distinto del histórico, tal como nos le presentan las últimas investigaciones. Este personaje ideal, á quien unos suponían casado, otros mancebo libertino y soldado en Flandes, y por todos que se re

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