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fugió en el claustro ya de edad madura, á llorar faltas pasadas, llegó á ser protagonista de leyendas y dramas. Algún poeta lo ha colocado en la imperial Toledo, sobre roca abrupta, á cuyo pie se deslizaba el Tajo, recordando sus aventuras amorosas y lances de honor, para resolverse, desengañado de los efimeros goces del mundo á ingresar en una Orden religiosa, donde lavar sus muchas culpas con lágrimas de penitencia. Influyó poderosamente en la creación de tales fantasías, el estudio no bien meditado de los escritos de Fr. Gabriel Téllez; túvose por cierto, que quien había pintado aquella rica galería de mujeres livianas é intrigantes, y escrito diálogos tan malignos y picantes, no podía menos de haber sido actor de cuantas escenas describía, sin considerar el genio de Tirso, vario y fecundo como la misma naturaleza, lo mismo retrata una doña María de Molina, perfecto modelo de la dama castellana, que la traviesa protagonista de la Villana de Vallecas.

Toda esta fantasmagoria se ha ido lentamente disipando, para quedar hoy relegada á la categoría de la fábula. El autógrafo de la comedia Santa Juana vino á probar que su autor era ya en el año 1613 fraile mercenario. Posteriormente el ilustrado escritor D. Emilio Cotarelo, ha probado en su Estudio bio-biográfico del gran poeta, el más completo hasta ahora publicado, que éste era ya religioso en 1610, pues así lo escribe Andrés de Claramonte en su Letania Moral, llamándole «el Padre Fray Gabriel Téllez.» El autor de estas líneas ha tenido la suerte de hallar documentos que prueban sin dejar lugar a duda alguna, que Tirso ingresó en su orden el 21 de Enero de 1601, ó sea cuando tenía solamente 29 años. Nada más eficaz que este dato para echar por tierra las ficciones antes expuestas. Con toda certeza se puede afirmar que no fué casado, ni militar en Flandes, ni libertino que harto ya de goces se refugia á un monasterio. Tirso fué desde su juventud Mercenario, y nada hace presumir que su vida no se acomodara á la regla que hizo voto de observar y á su estado eclesiástico.

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II:

Somos deudores à dos Mercenarios alcarreños, de preciośas noticias acerca de Tirso de Molina, á los Padres Juan de Talamanco y Felipe Colombo.

El primero de éstos, cronista general de su Orden y de quien hablaremos despacio más adelante, fué encargado en el año 1735, de registrar el archivo del convento que la Merced tenía en Guadalajara, á fin de allegar materiales para ́escribir la crónica de esta Religión. Con la paciencia de un benedictino examinó el P. Talamanco cuantos documentos allí se conservaban y sus tareas no fueron estériles; he aquí cómo se expresa, en carta escrita desde la ciudad mencionada, al Comendador del convento de Madrid, fechada á 24 de Octubre del año arriba mencionado.

«Doy quenta á V. Rma. de que en consequencia de lo que comuniqué á V. Rma. en esa corte, y sobre que se sirvió de dar una carta, para su debido efecto, llegué á este convento de Guadalaxara, en donde fuí muy bien recibido y hospedado del P. Comendador; traté luego de mi encargo, y desde el día 12 del presente, he estado encerrado en el Archivo, rebolviendo y registrando sus papeles; he trabajado como un negro, pero con grande gusto, porque he hallado preciosas noticias que aclaran mucho nuestras historias; ya tengo casi concluído mi registro, que creo que ha de servir de recreación al R. Cavero, porque verá en él con claridad excesiva luz para lo que trahe entre manos, y otras piezas que han de hacer vistosa labor en la verdadera Historia de la Religión.

» Ya deseo ponerme con mi Registro á las plantas y á la vista de V. Rma., y entiendo lograrlo á cinco ó seis días del que viene, y fuera antes, á no tener que registrar los papeles de un caballero de esta ciudad, que es patrón del convento, y tiene algunas noticias en su Archivo pertenecientes á

él, y con particularidad la donación que hizo Elvira Martinez, Camarera de la Reyna doña María, muger de D. Alonso, el onceno, de las casas que su hijo el Obispo de Jaén, D. Alfonso Fernández Pecha, dió para la fundación del Convento de la ciudad de Segovia; mañana estoy citado en su casa, y veremos si hallamos alguna mina.» (1)

Estudiando con celo infatigable cuantos papeles halló en aquel Archivo, notable sin duda, por ser el Convento de Guadalajara, capital de la provincia de Castilla, encontró pruebas evidentes de que Tirso había hecho en éste su noviciado; «Fr. Gabriel Téllez, dice, y Fr. Hernando de Orio, eran novicios en Guadalajara en 14 de Noviembre de 1600. Es cierto que profesó Fr. Gabriel Téllez en Guadalajara, pero estoy en duda si tomó el hábito en dicho Convento; si no hubiese cierta noticia de haberle tomado en Madrid como presumo, se habrá de tener por hijo del Convento de Guadalajara como lo fué Orio.» Entre las profesiones verificadas en aquella casa, halló la del gran Mercenario; «Fr. Gabriel Téllez, escribe, profesó á 21 de Henero de 1601, siendo Comendador Fr. Baltasar Gómez, y General Medina» (2)..

Tan importantes datos bastan para desvanecer por completo cuantas absurdas novelas se han inventado sobre Tirso de Molina. Nos prueban al mismo tiempo la poca exactitud de la inscripción, que lleva el retrato hallado por el Sr. Poleró, cuando llama al ilustre Mercenario «hijo de este Convento, refiriéndose al de Soria. En las Ordenes religiosas era hijo de un convento el que allí había tomado el hábito ó profesado en el mismo, y resulta probado, que Tirso, por ninguno de estos dos conceptos puede ser llamado hijo del de Soria. Ni es de extrañar el que haya algún error en ella, considerando

(1) Biblioteca Nacional.-E. 318.

(2) Todas estas noticias se hallan en un cuaderno del P. Talamanco, donde fué reuniendo cuantas noticias encontró en aquel Archivo, y copió algunos documentos; lleva este título: «Registro de los papeles del Archivo del Convento de Guadalajara para el fin de recoger las Me morias conducentes á la Historia de la Orden.» Es casi todo autógrafo; consérvase en la Biblioteca Nacional, donde fué descubierto por el au tor de estas líneas.—Tiene la signatura E.—318.

que el P. Hartalejo, quien se dice haber copiado el retrato, era General de la Merced por los años de 1774, ó sea más de un siglo después de haber muerto el famoso Mercenario, cuando la memoria de éste se había no poco oscurecido.

Hasta ahora ningún biógrafo de Tirso había sospechado que profesara en Guadalajara; solamente el P. Garín en su Biblioteca Mercenaria había escrito que hizo el noviciado en esta ciudad, pero errando notablemente en cuanto à la fecha, acerca de la cual repite los errores anticuados de Baena.

III

No queremos aprovecharnos de los importantes datos que el mismo Tirso nos suministra para escribir su vida, y especialmente su viaje á la isla Española, en su Historia General de la Merced, que se conserva inédita en la Biblioteca de la Academia de la Historia; ha llegado á nuestra noticia que han sido ya estudiados por una distinguida escritora, y esto basta para que renunciemos á utilizar tal fuente. Daremos á conocer solamente los que nos trasmite el P. Felipe Colombo en su Historia General de la Merced, Redención de cautivos, escrita por los años 1672 y siguientes. Lástima que de obra tan preciosa por la erudición y crítica que en ella resplandecen, no se conserve sino el primer tomo, que trata de los primeros tiempos de la Orden Mercenaria, y un fragmento de otro, donde habla á veces incidentalmente de Tirso. De tenerla completa, quizá halláramos suficientes datos para escribir la vida de este inmortal poeta, una vez que su autor dice que contenía las biografías de «los varones que en letras y virtud florecieron en ella. Y esto sube de punto por haber el P. Colombo leído la Historia general de la Merced, que escribiera Fr. Gabriel Téllez, y haber atesorado innumerables noticias recogidas en los archivos de su Orden. No tenía en mucho aprecio la Historia de Tirso; «El M. Fr. Gabriel Téllez escribió dos tomos, diciendo era el desvelo de dos años. Poco tiem

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po es para cohordinar noticias de más de quatrocientos. Pero 'no haviendo para ello visto más autores que al M. Vargas y å Corvera en la vida de Santa María Cervellon y á el brevisimo Prontuario del M. Boil, como confiesa, tiempo le sobró para la obra. Mas há de treinta años que voy trabajando esta cultura y cada día se ofrece nuevo trabajo, haviendo en lo estudiado aún mucho que estudiar de nuevo.» (1)

Veamos las noticias que el P. Colombo nos suministra sobre la vida de Fr. Gabriel Téllez. Celebrábase en cada Provincia un Capitulo de tres en tres años, en el cual se trataban los asuntos más importantes de la Orden, y entre ellos de elegir Prelado para el trienio siguiente. El de 1608 tuvo lugar en Guadalajara, el de 1611 en Huete, el de 1614 lo ignoramos, el de 1617 en Guadalajara, el de 1620 en Valladolid y el de 1623 en Burgos. A ninguno de estos nos consta que asistiera Téllez, prueba, según nuestro entender, de que no era todavía Comendador en España, pues de serlo ya en 1619, como se ha afirmado, no se explica su ausencia repetida en tales asambleas. Es inexacta, por tanto, la especie de que hacia este año fuera Comendador de Trujillo, pues aunque así lo afirma D. Fernando de Vera, en su Panegirico por la Poesía, como quiera que esta obra, por más que se escribió en 1619, no se publicó hasta el año de 1627, fecha en que, como diremos más adelante, ya Tirso residía en Trujillo, pudo muy bien su autor añadir esta noticia, antes de que saliera á luz dicho libro. Consta evidentemente que Tirso se hallaba ya de nuevo en Toledo por Septiembre de 1618, como se ve por el Libro de la Hermandad de defensores de la Purísima Concepción, que se conserva en la Biblioteca Nacional, y en el que leemos que «le firmó el Convento de Santa Catalina de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, de Toledo, y á continuación, estampa su firma el autor de La prudencia en la mujer.

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En Mayo de 1626 se celebró en Guadalajara un capítulo

(1) Obra citada; fol. 8.

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