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provincial, presidido por Fr. Gaspar Prieto, en cuyo lugar fué elegido Fr. Blas de Tineo, ilustre Mercenario, más tarde elevado á la dignidad episcopal. Entre los religiosos que tuvieron voto es mencionado Fr. Gabriel Téllez, «Redentor de Salamanca, lo cual anticipa su estancia en esta ciudad, fijada por el Sr. Cotarelo hacia el año 1628. Distribuyéronse varios cargos, y tocó á Tirso el de Comendador de Trujillo, donde por entonces le conocería D. Fernando de Vera. Acordóse que se celebrara en todos los conventos, con gran solemnidad, la fiesta de San Raimundo de Peñaflor, cuya imagen se había de colocar en todos ellos. Se acordó que tuviera lugar en el convento de Valladolid el capítulo siguiente. Fueron propuestos para presentados los padres Juan Falconi, amigo que fué de Tirso desde la adolescencia, y José de Meneses, «agudísimo ingenio, el más dulce y delicado predicador que tuvo en su tiempo la provincia, cuyos papeles el que los cogió los imprimió, negándole al autor el nombre.»

En este capítulo expúsose en mexor lugar al Padre fray Alonso Ramon, por ser insigne predicador y aver servido en la Crónica mucho á la Orden y estar expuesto por el capítulo de Burgos, pero nunca gozó ni alcanzó el grado, aunque lo mereció tanto.» Este P. Ramón, fué el cronista á quien sucedió en este cargo más adelante Fr. Gabriel Téllez. Diéronse las gracias por su buen gobierno al P. Melchor Prieto, pues había fundado conventos, buscado noticias para la historia de religión, y por no abandonar ésta, había renunciado una mitra.

Resulta de los datos que preceden, probada la residencia de Tirso en Salamanca el año 1626, y en Trujillo éste y los siguientes, (ignoramos hasta cuándo) cuyas dos fechas hasta ahora se han invertido.

En el año 1629 celebró el convento de Madrid, con aparatosas fiestas, la canonización de San Pedro de Nolasco, y llama la atención el que Tirso no tomara parte en ellas; el Sr. Cotarelo opina que este año residió en Salamanca, por hablar con misterio el P. Ramón de un Mercenario muy docto,

que se hallaba en dicha ciudad. En el mismo año se celebró en Guadalajara un capítulo provincial, al que Téllez no asistió, ni para nada se le menciona. Es indudable que no continuaba residiendo en Trujillo, una vez que fué nombrado Comendador para el convento de esta población el P. Velázquez, ni parece que se hallaba en Toledo, Guadalajara ó Santiago, para donde fueron elegidos Comendadores los Padres Orio, Benavides y Aponte.

Con su habitual perspicacia había sospechado el Sr. Cotarelo, que Tirso fué nombrado en 1632, Definidor de provincia, cargo de alta importancia en la Orden de la Merced. Así es en efecto; en el capítulo provincial que se celebró en Guadalajara, en Noviembre de dicho año, presidido por D. Diego Serrano, y al que asistió el gran Mercenario con los padres Orio, Tineo y Falconi, fueron nombrados «Definidores Téllez, Valderas, Fr. Antonio de Paz y Toledo.» Hácenos ver esto, la mucha estima en que era tenido Tirso por sus compañeros de hábito, y que los chistes picarescos de sus comedias no empañaban su fama. Tratóse en aquella asamblea de la fun dación de un convento en Lisboa, solicitada por el conde de O'Castro.

Otro capítulo provincial tuvo lugar en Guadalajara el año 1636, al que no asistió Téllez. Diéronse en él varias disposiciones acerca de los colegios que tenía la Orden en Alcalá y Salamanca.

En el año 1639, recibió Tirso una prueba más del aprecio en que era tenido, al ser nombrado por un Breve, Maestro de número, dignidad de suma importancia en la Merced. «En 13 de Henero de 1639, escribe el P. Colombo, se admitió un Breve de Urbano VIII, en que, á título de Cronista general de la Orden, se hacía Maestro á Fr. Gabriel Tellez, con las essenciones que tuvo el Maestro Ramon, y por esso se le dió el lugar inmediato á los Padres Maestros del número, excepto el Maestro Orio, por quanto estaba expuesto y confirmado.» En Octubre del mismo año se reunió un capítulo provincial en Guadalajara, en el que se acordó el cumplimiento del

Breve dicho, á lo cual sin duda aluden las últimas palabras citadas.

Como se ve por los curiosos datos biográficos que se han expuesto, y los que el Sr. Cotarelo con gran caudal de erudición ha presentado en su libro ya citado ninguna aserción tan errónea como la del Sr. Muñoz Peña, cuando escribe que tenemos de la vida de Tirso tres fechas ciertas solamente (1).» Además, nos hacen ver la falsedad de cuantas fábulas se han creado sobre Fr. Gabriel Téllez, y como el Tirso histórico no ha sido militar, libertino, ni casado, sino desde la juventud, religioso Mercenario y de vida arreglada, que de otro modo, no hubiera logrado entre los suyos la grande estimación en que era tenido. Varón de singular prudencia debía ser, quien fué enviado á la isla Española para reformar los abusos introducidos en aquella provincia. Ingenio maravilloso y flexible, acertó á retratar en sus obras la naturaleza humana en sus múltiples aspectos; lo mismo pintó la timidez de El Vergonzoso en Palacio, que la audacia de El Burlador de Sevilla, la hipócrita Marta, que la noble reina doña María de Molina. Trasladar á la vida de Tirso las escenas de sus comedias, ha sido un error gravísimo, error que, á no ser disipado por las investigaciones verificadas en los últimos años, quizá siempre hubiera empañado algo la memoria del ilustre Mercenario, quien todo inclina á creer que fué más morigerado en sus costumbres, que el Fénix de los ingenios y la mayor parte de los literatos contemporáneos.

(1) El teatro del Maestro Tirso de Molina, p. 76.

(Concluirá.)

MANUEL SERRANO Y SANZ

ANTISEMITAS Y JUDÍOS

Así como en los tiempos que allá van, pretendíase cohonestar la persecución judáica con la fe y arraigadas creencias del pueblo cristiano; los nuevos perseguidores intentan también disculpar su odio y deseo de extradición con las flamantes teorías de la ciencia contemporánea. La teoría de las razas y la teoria del medio ambiente, son los fundamentos en que se apoyan los antisemitas para declarar términos irreductibles y elementos inconciliables al semita y al aryo; raza heterogénea aquélla, dotada de instintos contrarios á los nuestros; raza noble y progresiva ésta y à la cual pertenece la gran familia indo-europea. En realidad, y prescindiendo de las oscuras disquisiciones de la etnografía, desde que se conoce mejor el Oriente, el etnas puro ha quedado reducido á una abstracción. Hoy, y cuenta que es una eminencia europea quien lo asegura, el profesor Hualey, no existe raza arya, como tampoco raza latina. Españoles y franceses, ingleses y alemanes, rusos y austriacos, italianos y griegos, son conglomerados que la acción persistente de las inmigraciones y del tiempo han formado, y en los cuales no es posible ya distinguir el elemento autóctono, del traído por invasión. Ningún pueblo moderno, europeo ó americano, puede fundar su nacionalidad, en el concepto de unidad de raza. Inglaterra, es una amalgama de bretones, sajones, daneses y normandos. En España hemos tenido, dejando á un lado los pobladores

primitivos, celtas, fenicios, griegos, cartagineses, latinos, germanos, árabes, etc. Pues Francia con sus kymrys, galos, latinos, germanos, normandos, etc., tampoco puede mentar la unidad de raza; y nada decimos sobre el particular acerca de Austria, Alemania y Rusia, donde las estratificaciones de pueblos antiguos cubiertas por los aluviones de los indo-germánicos, apenas si consienten distinguir el último elemento traído por las emigraciones orientales.

Pero aun ateniéndose á la vaga noción de raza y á las clasificaciones más ó menos inciertas de los etnólogos, no cabe duda alguna en cuanto al parentesco de judíos y europeos. Ambos pertenecen á la gran raza blanca, caucásica ó mediterránea que pretende ser la dominadora del mundo. Admitiendo la realidad del grupo aryano y del grupo semítico, el judío tiene parentesco más estrecho con nosotros que el magyar y el moscovita, descendientes de los fino-turcos. Y si, dando de mano á los oscuros problemas de filiación etnográfica, consideramos solamente el genio, el espíritu, las aptitudes ó los hábitos intelectuales, el semita judío es más parecido al europeo que el brahma de la India, que tanto blasona de pureza de sangre aryana.

El carácter es lo que sufre menos modificación en una raza. Los caracteres diferenciales de un pueblo, perpetúanse á través del tiempo con ligeras variantes que nada afectan á lo esencial; y en el carácter hay que convenir que el judío no tiene semejanza con el europeo. «El carácter semítico, ha dicho M. Renan es en general duro, estrecho, egoista. El aryo, dicen los antisemitas, es generoso, altivo, caballeresco; el semita, codicioso, astuto, servil; pero bueno es recordar que así los vicios como las virtudes provienen más de la educa. ción que de la indole; y que la educación histórica del israelita no fué la más á propósito para desarrollar y fomentar las cualidades que más realzan y enaltecen á los pueblos.

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