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CRÓNICA INTERIOR

Madrid 15 de Noviembre.

Decíamos al concluir la revista de la pasada quincena ocupándonos de la crisis en que se encontraba el Gobierno del Sr. Sagasta, que el nuevo Ministerio sería un ministerio de la derecha, atenuado en apariencia por la presencia de algunos elementos democráticos, ó que no sería de modo alguno. La solución de la crisis ha confirmado plenamente nuestras palabras. No se necesitaba ser muy lince en achaques de política española y más que nada en achaques de política fusionista, para adivinar una vez planteada esta crisis, promovida principalmente por la pasión conocida entre los teólogos bajo el nombre de tristeza del bien ajeno, para conocer cuál había de ser en último término su definitivo resultado.

Comprendemos la salida del Gobierno del Sr. Moret, ya que en ninguna parte es lícito á un hombre solo tener razón contra todo el mundo, entre otras cosas por no querer nadie dársela.

Pero si la dimisión del ex ministro de Estado era una nenecesidad suprema para sus rivales y para los que baten en la prensa una falsa moneda de opinión pública, que el vulgo da por buena sin examen, no acertamos á explicarnos la salida de otros ministros que, como el Sr. Becerra en Ultramar, ha logrado imponer á su jefe el desistimiento de la Di

putación única en Cuba, propuesta por su antecesor, ni porque el Sr. Maura, autor de la reforma hace meses tenida por peligrosa y ahora estimada prudente, en lugar de volver al ministerio de Ultramar se ha encargado de la cartera de Gracia y Justicia. Y menos lógica consideramos todavía la dimisión del Sr. Aguilera, que ha llevado al departamento de la Gobernación iniciativas tan fecundas y encarna dentro del partido liberal el espíritu de las reformas sociales, esbozadas unas y en estudio las demás, situación en que permanecerán hasta que se haga en España una política seria.

Descartada la dimisión del Sr. Moret, la crisis se ha inspirado en motivos circunstanciales, en la conveniencia para el jefe del Gobierno de modificar de cuando en cuando los componentes del mismo, unas veces en provecho de la izquierda, otras en el de la izquierda, y siempre en beneficio de su autoridad, que únicamente à tanta costa puede mantener indiscutible en el seno de su partido, trabajado desde 1885 por el contradictorio dualismo de dos corrientes imposibles de encauzar en un lecho común, por marchar en opuestas direcciones.

La victoria, digase lo que quiera, ha sido ahora de los gamacistas. El vencido ha sido el Sr. Moret y con el Sr. Moret, el presidente mismo del Gobierno, que encontró en el brillante orador un ministro siempre respetuoso con su autori. dad, deferente á sus indicaciones, dotado de inmensa fertilidad de recursos para sacarle airoso en toda clase de apuros y capaz por su palabra de hacer frente à todas las minorías parlamentarias, cualidades personales debilitadas por una desventaja, convertida å la postre en perjuicio de su política, la desventaja de carecer de un grupo numeroso de diputados puestos á su devoción.

Sea desdén hacia la jefatura de grupo, al presente tan en boga, sea exagerada confianza en sus fuerzas personales, sea por último exceso de optimismo, la verdad es que el elocuente orador, jefe en otro tiempo de un partido y leader sin

ser ministro de una mayoría parlamentaria, sólo cuenta hoy en las Cámaras con unos cuantos amigos y parientes, mientras su rival el Sr. Gamazo dispone de una fracción numero sa, y sus antiguos compañeros de la izquierda disponen de nutridos grupos de representantes del país adictos á las ideas é intereses políticos de sus respectivos directores. Quizá aspiraba el Sr. Moret á ser un plástico mediador entre los grandes núcleos del fusionismo, pero los hechos han debido sacarle de su error, si á serlo enderezaba sus esfuerzos, porque en la situación actual de las cosas, en la actitud impuesta por sus compromisos y esperanzas á las diversas fracciones de la mayoría, todo intento de mediación es mirada con recelo, tiene visos de privatura y sólo se soporta la del jefe del Gobierno, por ser entre todas la más necesaria y menos depresiva para el amor propio de los grandes mesnaderos parlamentarios.

¡Cuán distinta de la actual sería la suerte de la izquierda fusionista si unidos los valiosos elementos de que se compone hubieran marchado de acuerdo en las soluciones económicas como lo han estado en las soluciones políticas! Las circustancias lo han querido de otro modo y no obstante ser la izquierda liberal más rica que la derecha del partido gobernante en hombres de gobierno y en grandes oradores parlamentarios, ha sido y continuará siendo vencida por aquélla, perfectamente disciplinada por el Sr. Gamazo, superior únicamente á sus brillantes rivales por la energía de carácter, la tenacidad de propósitos y la claridad de ideas.

Sea lo que quiera del porvenir reservado á las dos grandes agrupaciones liberales, no hay duda que ha resuelto con suma habilidad el Sr. Sagasta las dificultades de la situación. El jefe del Gobierno ha tardado en hacer la crisis, pero sería desconocer la verdad, negar que ha llevado á cabo en la re· constitución del Ministerio una empresa en que otro menos hábil ó afortunado, habría fracasado sin remedio. La composición del nuevo Gabinete resulta más ámplia que la del pasado, sin atrevernos á decir sea homogénea. Todos los

grandes grupos de la mayoría están en él representados por personalidades eminentes. La derecha cuenta con Maura, que además de su significación personal tiene la de su ilustre pariente el Sr Gamazo. La izquierda con el Sr. Puigcerver, que á pesar de estar solo ó casi solo, personifica en sus condiciones de inteligencia, de palabra y de carácter una fuerza capaz de contrarrestar la de sus antiguos adversarios. El centro tiene valiosa representación en el Sr. Capdepont y el sefor Groizard, hombres ambos de gran autoridad en su partido, probados amigos del Sr. Sagasta, é igualmente útiles y conciliadores entre las dos extremas tendencias del fusionismo.

¿Qué más diremos en elogio del Sr. Sagasta? Ha logrado dar participación en las responsabilidades del Gobierno á los posibilistas en la persona del lugarteniente del Sr. Castelar, D. Buenaventura Abarzuza, orador de gran renombre, quien después de veinte años empleados en trabajar por la democracia ha abandonado el campo republicano, convertido en campo de Agramante, para prestar á la monarquía el concurso de sus valiosos servicios desde el banco ministerial, completando de esta suerte los prestados à la libertad y al orden desde los escaños de la Alta Cámara durante los años últimos.

Pocos entre nuestros hombres públicos ostentan cualidades tan brillantes como el Sr. Abarzuza. Elocuente, ilustrado, dueño de una posición independiente, asiduo frecuentador de los círculos aristocráticos, cortés en su trato, de gallarda presencia y elegante hasta el atildamiento en su porte, reune à las grandes condiciones de orador parlamentario y de hombre de mundo, entendimiento poderoso, sólida cultura, energía de carácter, espíritu reflexivo, discreta reserva y amor al trabajo. Se ha dicho de él con cierta ironía que no tiene prisa por ir á ninguna parte, y así es la verdad.

El nuevo ministro ha tardado muchos años en hacerse monárquico; mas fuerza es reconocer también que no ha demostrado impaciencias para lograr una cartera á cuya posesión

sacrifican muchos hombres públicos la consecuencia y el honor.

El movimiento de los posibilistas hacia la monarquía no debe extrañar, por tanto, á la opinión ilustrada. En realidad sólo en Portugal y en España existen todavía partidos republicanos enfrente de las monarquías liberales. Italia misma los borró hace tiempo de su política por virtud de la evolución que transformó en muy pocos años los antiguos amigos de Garibaldi y de Mazzini en leales defensores de Victor Manuel y del rey Humberto, á pesar de no existir en dicho pais antes ni después de esta transformación, ninguna de las grandes conquistas democráticas alcanzadas en el nuestro con anterioridad al ingreso en la monarquía de muchos de los amigos del Sr. Castelar.

Los republicanos italianos que todavía subsisten, son republicanos socialistas al modo que los federales españoles de Pí y Margall. Los demócratas y gubernamentales se convirtieron á la monarquía, primero con Cairoli, que siendo presidente del Consejo salvó la vida del actual monarca ofreciendo su pecho en Nápoles al puñal de un asesino, y luego con Crispi que hasta en 1885 decía al exaltado Cavallotti: «mi querido Cavallotti; veinticinco años hace que sufro el insoportable peso de la casa de Saboya», frases que no le impidieron aceptar la presidencia de un gabinete al poco tiempo de pronunciadas, ni sostener con todas sus fuerzas la triple alianza, romper completamente con Francia, demorar las reformas políticas, entablar estrecha inteligencia con Bismarck, é ir, por último, á Canosa, pidiendo en un ruidoso discurso la paz con el Vaticano, siempre por el gran estadista considerado como irreducible enemigo de Italia.

El conflicto temeroso de nuestra época no está entablado entre republicanos y monárquicos, sino entre todos los gobiernos constituídos y el socialismo. Republicano fué el ilustre Bright y sirvió como ministro de la reina Victoria á la causa de la reforma política y económica de su país. Republicanos Dilke y Chamberlain, y sólo circunstancias ajenas á sus con

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