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que se presentaron en virtud de la procla mac fueron los antiguos mägistrados Dragoneti, Granotti, y Colace, los cuales fueron arrestados en el mismo acto, llevados á juicio, y condenados los dos primeros á destierro perpétuo, y el tercero al suplicio.

De los mil y quinientos patriotas que habian capitulado bajo la condicion de pasar á Francia, solo quedaron quinientos, á los cuales se les obligó antes de marchar á que firmasen su sentencia de muerte en caso de volver a pisar el suelo napolitano ; "convirtiendo asi la capitulacion en un destierro indefinido. Se estendió el acta con la misma solemnidad que si hubiese sido el resultado de algun juicio, con arreglo á la costumbre de los tribunales de aquel reino que llaman á esta especie de contratos obbliganza penes acta pero despues de haberla firmado, vino otra vez una comision de la junta de Estado, y arrebató á diez individuos mas que debian ser ahorcados inmediatamente, como en efecto se egeoutó.

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Parecerá increible á nuestros lectores la insaciable saña y fria crueldad con que aquel.»› los hombres que se dicen protectores de la moral y conservadores del orden social, vies -ron espirar á tantas y tan ilustres víctimas

de la ilustracion y de la libertad. No es po sible nombrar uno por uno los mártires que honraron los patíbulos de Nápoles en aquella fatal época, pero baste decir, que no hubo literato, ni sabio, ni hombre de conocida probidad que no fuese mirado como enemigo del gobierno, y no pagase con la vida su adhesion á las nuevas instituciones.

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Hemos reducido cuanto nos ha sido posibie este horroroso cuadro de una reaccion política que ha pasado delante de nuestros ojos, y de que hay todavia en Europa millares de testigos. Nuestro objeto ha sido, como se dijo á los principios, moderar esas repetidas declamaciones con que vemos que se esmeran algunos en pintar la historia de estos últimos años, como el mayor termino á que pueden llegar las humanas injusticias. Pero hay otra consecuencia mucho mas importante que sacar de este trozo histórico que ofrecemos al público, y es la urgentisima necesidad de precaver que en España se vuelva á verificar una reaccion semejante: por que si la del año de 1814 solo produjo encierros y presidios para algunos ciudadanos beneméritos, otra podria haber en que la sangre de los buenos corriese por arroyos, como ha sucedido en otros pueblos que pa

san por mas ilustrados. Nosotros no alcanzamos otro medio mas eficaz para evitar iguales catástrofes, que el que todos procuremos unirnos en la fiel observancia de nuestra sabia Constitucion; que no cesemos de persua dir á nuestros hijos, á nuestros criados, y á cuantos dependan de nosotros la necesidad de mirarla como el don mas precioso de los cielos, y la mas rica herencia que podemos trasmitir á las generaciones futuras.

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PERIÓDICOS Y FOLLETOS

NACIONALES.

El Constitucional.

Alo sabe v. m. bien lo dificil y arriesgado que es el empleo de Dama de honor, decia una señora francesa á cierto caballero que la felicitaba por su buena suerte. Esto mismo podria yo repetir ahora al Editor de este apreciable periódico: no sabe v. m. bien lo dificil y arriesgado que es el empleo de periodista, singularmente en un tiempo en que mas bien se trata de averiguar la vida y milagros del que le publica, que la certeza ó falsedad de las opiniones que enuncia.

Seria inutil aqui hacer una prolija enumeracion de todos los conocimientos que deben adornar al que se constituye organo y director de la opinion pública por medio de un periódico, por que esto vendria á ser lo mismo que pintar el ave fenix ó buscar la cuadratura del círculo. Pero ya que para ser periodista no se necesite saber mas que lo que sabe un aprendiz de diplomático, á lo menos no le podemos dispensar de ciertas

calidades morales, que al paso que le facili ten el desempeño de las obligaciones que él mismo se haya impuesto, le eviten incidir en ciertos escollos que le hagan dar al traste en un momento con la buena reputacion de su papel. Ya se deja discurrir que una de las que yo entiendo ser mas necesarias, es la de la firmeza para resistir las importunas súplicas de tanto articulista aficionado como le asalta, le ruega y le solicita para que le haga el gusto de insertar sus extravagantes producciones. No hay que pensar en que estos tales se hagan cargo de que acaso aquel artí culo es diferente ó contrario al carácter, óỏ como dicen algunos, al colorido de aquel papel. Mucho menos pueden sufrir que se corte algun trocito, ni que se mude alguna palabra por soez ó impropia que sea, por que ya se les figura que es robar un diamante muy gordo de su alhaja comunicada.

Si el periodista es modesto, de genio be nigno y suave, ó tiene pretensiones de pasar por hombre fino, seran tantos los atolladeros en que le envuelvan sus propios apasionados, que no habra dia en que no se vea precisado á difundir lo mismo que le repugna. Esto que yo digo ahora, le viene tan pintiparadó al señor Constitucional, que estoy por decir

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