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sobre los actos de la Inquisicion de España, cedida por Llorente á la Biblioteca real. Cinco de estos volúmenes, de considerable tamaño, contienen, en doce tomos, todas las piezas originales, interrogatorios, deposiciones, órdenes, folletos, cartas, narraciones y sentencias, que ponen de manifiesto, con la mas minuciosa exactitud y el mas extremado interés, el conflicto que tuvo lugar por la competencia jurisdiccional suscitada entre el tribunal del santo Oficio y el supremo del Justicia mayor, en el asunto de Perez; las dos revueltas del pueblo de Zaragoza, en los dias 24 de mayo y 24 de setiembre de 1591; la libertad de Perez; la derrota de los Aragoneses por los Castellanos, y la ruina de sus privilegios nacionales. A estos documentos debo especialmente el haber podido expresar en su pasmosa realidad los últimos actos de independencia del noble reino de Aragon, que despues de la insurreccion de Zaragoza sufrió una esclavitud análoga á la que habia experimentado el reino de Castilla tras la insurreccion de los Comuneros.

No son estos los únicos manuscritos de que he hecho uso. La correspondencia de los embajadores español, francés é inglés, que se encuentran entre los papeles de Simancas, en el State paper office, y en la Biblioteca real; las cartas inéditas y los manuscritos de Perez, conservados en este último depósito, me han permitido extenderme en los hechos. acontecidos durante su permanencia en Inglaterra y Francia. Era este un vacío que importaba hacer desaparecer en su historia, lo que creo haber conseguido, poniendo en evidencia sus vengativos manejos, sus suplicantes ardores y su triste fin.

Debo igualmente mencionar la obra de don Salvador Bermudez de Castro, recientemente publicada en Madrid con el título de: Antonio Perez, secretario de Estado del rey Felipe II, y de la que he tomado algunos datos antes inéditos. Es de sentir que el autor no haya indicado las fuentes históricas en donde ha bebido muchos de los sucesos que nos cuenta, y que su obra, atractiva por la forma, escrita con elegancia, y con frecuencia en vista de documentos verídicos, contenga tambien detalles puramente inventivos, que dañan á su mérito y desvirtuan su autoridad. En cuanto á mí, he seguido el sistema opuesto, citando continuamente, primero para publicar textos aun no conocidos, y luego para apoyar con su testimonio hechos que á no ser así, se hubieran podido creer inventados ó revestidos de nuevas formas, tan novelescos son. Espero, pues, que este libro no se encontrará desprovisto de interés, ni se calificará de inútil para la historia.

I.

Corte de Felipe II.— Carácter de este príncipe y de su ministro Antonio Perez.-Verdaderas causas de la muerte del secretario Escovedo.

El proceso de Antonio Perez es uno de los acontecimientos mas singulares de un siglo en el que, sin embargo, abundan los sucesos extraordinarios: acontecimiento que pertenece al dominio de la historia, ya por la importancia de los personajes que en él figuran, ya por las causas que lo produjeron, y que facilitan mucho el conocimiento del carácter y política de Felipe II, como tambien por las consecuencias que tuvo, dando lugar á la revuelta, invasion y servidumbre del reino aragonés, cuya antigua constitucion pereció en aquella circunstancia; y finalmente por los misterios que deja aun por aclarar.

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Si para someter este grave y tenebroso asunto á nuevo exámen no me fuese dable disponer mas que de las memorias de Perez, mantendria ociosa mi pluma. No porque Perez no facilite preciosos documentos sobre el particular, tanto en sus Relaciones dirigidas á la opinion europea, mo en su Memorial presentado al tribunal supremo del reino de Aragon; pero Perez calla muchas circunstancias, y esto no debe parecer extraño, pues es parte en la causa y no historiador imparcial. Así, solo cuenta lo que puede justificarle, y deja lo demás en la oscuridad. Empero con el auxilio de nuevos y auténticos documentos espero poner en claro los puntos que envueltos en el velo del misterio presenta aun ese largo y lúgubre drama; explicar la lenta y terrible desgracia de Perez, á quien Felipe II, su cómplice en el asesinato de Escovedo, secretario de don Juan de Austria, tuvo preso por espacio de once años, hi

zo dar tormento, castigó en las personas de su mujer é hi– jos, y persiguió con su implacable venganza hasta en el extranjero suelo, dó habia logrado refugiarse, despues de haberse inútilmente puesto bajo la salvaguardia de la justicia, hasta entonces soberana, de Aragon.

¿Qué es lo que decidió á Felipe II á ordenar la muerte de Escovedo, causa primera, ya que no única, de todos estos acaecimientos? ¿Qué parte fué la que tomó Perez en la ejecucion de este asesinato? ¿Fué solo un simple instrumento de la política suspicaz de Felipe II, ó bien quien le aconsejó que se desembarazase del secretario, confidente y agente de su hermano? Si por medio de sus consejos le impulsó á tan fatal extremo, ¿guiábanle razones de estado, ó su interés particular? ¿Persuadióle que se deshiciese de Escovedo, suponiendo que este exaltaba la imaginacion ambiciosa de don Juan, y le inculcaba proyectos peligrosos, ó se sirvió de este pretexto, engañando á Felipe II, para libertarse de un hombre que vituperaba sus amores con la princesa de Eboli, viuda de Ruy Gomez de Silva, de quien eran uno y otro hechuras? Estos amores, que pone en duda Mr. Ranke, historiador ingenioso y de muchas luces y autoridad, ¿son ó no una vana suposicion? ¿crearon o no, como siempre se ha pensado, una rivalidad entre el rey y el ministro, entre Felipe II y Perez? La desgracia de Perez, manejada con hábil disimulo y proseguida con implacable dureza, ¿ debe atribuirse á la política de Felipe II, que sacrificó á Perez dejando pesar sobre él toda la responsabilidad del asesinato de Escovedo, ó buscarse la causa en los zelos vengativos de este príncipe, que se mostró inexorable desde que supo que Perez le habia engañado? Tales son las cuestiones que me he propuesto examinar y resolver.

Felipe II era naturalmente severo y suspicaz: jamás concedia su confianza por completo, y nadie podia jactarse de poseerla, aun en los momentos mismos en que mas aparentes pruebas de ello daba. Nadie advertia la pérdida de su

favor hasta que recibia el golpe. Ningun signo de impaciencia, ni de frialdad, descubrian anticipadamente el cambio de sus voluntades ó de sus afectos (1). Dilataba la caida de sus favoritos, como todo lo demás. Esto es lo que experimentaron muchos de sus ministros, y entre otros el cardenal Espinosa, en 1571, y Antonio Perez en 4579. Á pesar de su desconfianza, seguia los consejos de aquellos á quienes habia conferido su autoridad.-En 1561 observó ya Miguel Suriano, comparandole con su padre, que Cárlos V, obraba siempre con arreglo á sus propias inspiraciones, mientras que Felipe se atenia siempre á las de los demás (2). Efectivamente, su imaginacion era lenta en sus operaciones, poco inventiva y asaz indecisa. Aunque muy imperioso, carecia de resolucion, y su voluntad era mas bien exigente que imperiosa.

Su sistema minucioso de gobierno, tanto como su natural receloso, le ponian en precision de servirse de hombres que diferian por sus miras y talento, y á quienes dividia la ambicion. Dirigia por escrito los vastos estados de la monarquía ; y todas las cosas así grandes como pequeñas pasaban por sus manos. Consultaba mucho, vacilaba por largo tiempo y tardaba en decidir por efecto de su irresolucion, y de la lentitud inevitable que imprimia á los negocios la costumbre de leerlo, anotarlo y ordenarlo todo por sí mismo. Aun cuando era muy aplicado y en extre

(1) «Dissimula li pensieri che nutrisce nel cuore, ne mai si conosce che sia alterato ò irato verso alcuna persona se non quando si vede il premio ò il castigo.» Relazione del clarissimo signore Tomaso Contarini ritornato ambasciatore di Spagna, ms. de negocios extranjeros.«E stimato che sappia dissimulare ottimamente ingiurie per vendicarsene à tempo......non hebbe alcuno aviso o buono o reo che fosse da alterar la faccia o le parole di lui......» Antonio Tiepolo, Relazione delle cose di Spagna, año 1568, ms de la Bibliot. real, fondo Saint-Germain fr. 191 antiguo n.o 1203, fol 219 v.o

(2) «Quello (Cárlos V) si governava in tutte le cose per opinion suɛ; questo (Felipe II) per quella d'altri.» Ms. de la Bibliot. real, n.o 1203, fol. 198.

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