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zón no sólo se cercaban con sencillas murallas o tapias de adobe o piedra, sino que se defendían con pequeños torreones fabricados sobre los ángulos de la población.

Las iglesias eran capaces y proporcionadas; algunas podrían llamarse suntuosas con respecto a su destino y situación, y por lo común lo eran todas en sus altares, en sus imágenes, en sus pinturas exquisitas, y en la rica y aun opulenta provisión de ornamentos, vasos sagrados y otros utensilios.

Las casas de los padres ministros, sus modestos pero completos muebles, los almacenes y trojes para depósito y conservación de semillas, frutos, géneros y efectos de primera necesidad, eran edificios y adquisiciones que acreditaban el arreglo y económico gobierno de los fundadores de las misiones de Sonora.

Nada de esto podía hacerse con los cortos sínodos de 300 pesos que consignaba la piedad del Rey a cada misionero, y cobraba anualmente uno de los regulares extinguidos, con el título de procurador, en las cajas de esta capital; pero así como se esmeraban los padres ministros en cuidar muy particularmente del alimento, vestuario y educación cristiana de sus indios, también les obligaron con prudencia a trabajar en las labores del campo, y en las que podían desempeñar dentro de sus pueblos con conocidas y ventajosas utilidades.

Por este medio llegaron las misiones de los regulares extinguidos, casi en lo general, a la mayor opulencia, aumentándose sus bienes con las mercedes de tierras que registraron, y de que tomaron posesión con títulos reales para establecer estancias, o ranchos de ganados mayores y menores, con abundantes criaderos de yeguas, caballos y mulas.

Estos bienes temporales, adquiridos en propiedad para beneficio de los indios, y de los pueblos e iglesias, se consideraron correspondientes a los regulares extinguidos al tiempo de su expatriación; y como entonces por no haber otros misioneros que los sustituyesen, se pusieron a cargo de distintas personas seculares, con nombramientos de comisarios reales, hasta que el Sr. Marqués de Sonora, siendo visitador general, dispuso su devolución a los nuevos ministros sagrados, ha sido esta la verdadera causa motriz de la ruina de las misiones, hallándose el mayor número de ellas sin sacerdotes, sin iglesias y sin los bienes de comunidad que disiparon los comisarios reales.

La misión de Sonora es una de las que merecn el mayor cuidado y atención, por su vecindad inmediata a la península de California, por lo dilatado de sus territorios, que pueden llamarse desiertos, sin embargo de que según los últimos padrones formados en el año de 1781, consistía el número de sus habitantes en 87,644 personas de los dos sexos, de todas edades y castas.

Por lo descubierto de sus costas del mar del Sur y por las riquezas que ofrece esta provincia en sus minerales y placeres de oro y plata, en la fertilidad de sus campos, muy a propósito para la abundancia de cría de ganados, para la siembra de toda clase de semillas y frutos, y para el cultivo del algodón, grana y añil; y finalmente en sus placeres de perlas, descubiertos y abandonados por la falta de gentes y de auxilios, y por las hostilidades de los indios bárbaros, merece Sonora el mayor cuidado y atención.

MISIONES DE LA INTENDENCIA DE DURANGO,

ESTABLECIDAS EN EL TERRITORIO DE LA NUEVA VIZCAYA.

Esta provincia es el centro de todas las internas, y la mayor, más rica, poblada y de antigua conquista: se halla entre los 23° 33' de latitud boreal y entre los 225° y 271° de longitud, contada desde el meridiano de Tenerife, y se subdivide en cuatro partes o grandes territorios que se conocen por los nombres de Tepehuanes, Tarahumara, Topia y Batopilas.

La ciudad de Durango o Guadiana, la villa del Nombre de Dios, los valles de Santiago de Papasquiaro y San Bartolomé, los reales de minas del Parral, del Oro, de Indee, Chihuahua y Conguariachi, son las principales poblaciones de Nueva Vizcaya, habiéndose sustraído de ella y agregado a la provincia de Coahuila, en virtud de real orden de 21 de mayo de 1785, el grande pueblo de Parras y la villa del Saltillo.

Según los últimos padrones formados en los años de 79, 80 y 81, pasan de 120,000 personas de los dos sexos y de todas edades y castas las que pueblan esta dilatada provincia, capaz de mantener un millón de gentes en sus fertilísimos y verdaderamente desiertos territorios.

Fueron muchas las naciones que poblaban los territorios de Nueva Vizcaya al tiempo de su conquista; pero hasta fines del si

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glo XVI no empezaron a reducirse y congregarse en las misiones que fundaron los regulares extinguidos, y algunas aunque en corto número, los franciscanos de la provincia de Zacatecas.

Los regulares extinguidos administraron las de su cargo bajo las mismas reglas de buen gobierno que las de Sonora, entregando a la mitra las que pudieron secularizarse en distintos tiempos.

En el de la expatriación de dichos religiosos dejaron vivas 27 misiones que despojadas de sus bienes temporales, se pusieron a cargo de sacerdotes clérigos y de los misioneros del colegio apostólico de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas.

En cuanto a gobierno y política de los pueblos de indios, se han tomado en todos tiempos muchas providencias arregladas a las leyes por mis antecesores, por los gobernadores de las provincias, y por los comandantes generales; pero como todos los vicios de Provincias Internas son de constitución, no es muy fácil remediarlos, ni por consecuencia las malas costumbres de los indios, su inaplicación y desidia a la agricultura, a las artes y a todo lo que pueda contritribuir a sus intereses particulares que desprecian, prefiriendo la libertad o el desahogo de sus inclinaciones para la embriaguez, a la lujuria y al robo.

MISIONES DE LA PROVINCIA DE COAHUILA

O NUEVA EXTREMADURA, COMPRENDIDA EN EL GRANDE DISTRITO DE LA INTENDENCIA DE SAN LUIS POTOSI

En la mitad del siglo próximo pasado (1650), se ocupó o conquistó una parte de los inmensos y desiertos territorios que se suponen correspondientes a la provincia de Coahuila, situada entre los 26 y 32 grados de latitud boreal, y entre los 262 y 272 grados de longitud desde el meridiano de Tenerife.

La temporada de invierno, extremadamente fría en esta provincia, se reduce a los meses de noviembre, diciembre y enero, siendo del mismo modo calurosas las demás estaciones del año, pero muy saludable el temperamento; lo que se atribuye a la limpieza de los territorios.

Todo su número consistía, según los padrones del año de 80, en 8,319 almas; pero hoy es mayor la población, porque en cumpli

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