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dotes más santos que ha tenido la Iglesia de Dios; supongo que el Apóstol de las Indias os estará tan agradecido de lo que habéis hecho en su culto, como yo lo quedo de vuestros obsequios."

Sobre la sólida base de alta oración y continuado estudio que llenaban el fondo de su día y de sus días, el Sr. Cabañas dedicó sus primordiales atenciones a la formación de su Clero. A su erario particular debióse en su mayor parte, el amplio y bien construído Seminario, presa hoy, como tantos otros edificios de la Iglesia, de la rapiña liberal.

La actividad que desplegó en su pastoral oficio se hace increíble, si no constara por autoridades irrecusables. Se prestó además a coadyuvar a todas las fundaciones piadosas, como fueron el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús y el Apostólico de Zapopam; empleó gruesas sumas en la construcción de muchos templos dentro y fuera de Guadalajara; e inmensas fueron las cantidades con que socorrió a los necesitados hasta quedarse sin más alhajas de valor que su anillo y su pectoral.

Monumento de la caridad del Sr. Cabañas, no menos que de la grandeza de su alma, es el Hospicio de pobres que levantó a sus expensas en la Capital de su Diócesis. Por la solidez de su construcción, por la amplitud y abundancia de sus galerías, por la adecuada distribución de sus departamentos, el Hospicio Cabañas es sin duda alguna lo mejor que en su género tenemos en la República. Su vista, sin embargo, inspira gran tristeza, la misma que infunde un cuerpo al que se le arranca el alma; porque allí falta, en su centro, en la hermosísima Capilla, el alma de la Institución, el Dios del amor y de la caridad, por quien únicamente trabajaba y hacía aquella fundación el Venerable Prelado. Si éste se levantara del sepulcro renunciaría a que llevase su nombre una institución de donde fué arrojado Jesucristo y la maternal intervención de la Iglesia.

Para los mexicanos en general, no ya solamente para los jalicienses, tiene el Sr. Cabañas otros motivos de gratitud y alabanza; los que se le deben por haber permanecido en el país y al frente de su Diócesis, en los momentos críticos de nuestra Independencia y Autonomía nacional, en que otros prelados menos conscientes de sus obligaciones, abandonaron su grey para no desagradar a un rey terreno; y todo esto con harto detrimento, como en su lugar veremos, de la fe y de las costumbres en nuestro país.

Lleno de días y de méritos, falleció el Sr. Cabañas el 28 de noviembre de 1824 a los 73 años de su edad y 29 de Pontificado.

Hablando del aspecto que en general presenta el Episcopado Mexicano del siglo XVIII, y comparándolo con el del siglo anterior, es opinión de personas autorizadas, que desmereció, y más todavía en época determinada, hacia el último tercio del siglo; salvo honrosas excepciones.

Por de pronto no se remediaron algunos de los capitales defectos observados en el siglo XVII: seguían los larguísimos períodos de Sedevacante sin ocurrírseles a los buenos Señores del Consejo de Indias, practicar en materia de obispados, lo que ya se hacía tocante a autoridades civiles; o sea tener preparada un "pliego de mortaja" en que estaba ya nombrado el que había de suceder inmediatamente al difunto.

Estos fatales interinatos resultaban peores en este siglo que en el anterior, porque de hecho algunos Cabildos Sedevacante se propasaron en tanto grado que de Roma mismo tuvieron que llamar la atención con muy graves palabras. Y no dejaremos de observar que no hay mal que por bien no venga, y el bien en este caso, fué el ponerse la Iglesia Mexicana en comunicación, aunque fuera para ser reprendida, con el Vicario de Cristo. (5)

Siguió también como era natural, esa inquietud en la máxima parte de los Prelados por regresar a la Península, nacida del humano deseo que se tiene de volver a la patria; o suspirando por una Mitra más encumbrada, o hasta por un Capelo cardenalicio. A eso tal vez se encaminaba la indirecta de cierto Prelado en su carta al Rey: “es verdad que no se puede obligar a uno a que sea Obispo; mas el que no acepta un Obispado en Indias, nunca debía ser consultado para otra dignidad y empleo... Parece dureza precisar a un gran letrado a que venga a Indias o deje su casa, con

(5) Esto acontecía en 1703 por ocasión que dió el Cabildo de México dispensando sobre grados de afinidad en causas matrimoniales, haciéndose prestar para ello ciertos privilegios que creían tener los Padres Domínicos, y que en Roma no les fueron reconocidos. Todo este proceso se encuentra en el Archivo secretísimo de la Congregación del Consistorio (vulgo "le Corazze") que nos fué abierto el año pasado de 1924 por especial favor del Eminentísiino Señor Cardenal Delay.

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veniencias y familia; pero como el bien del Reino es superior al de un particular, sería oportuno el que las plazas de las Reales Audiencias de esta Nueva España fueran escalón seguro para las de ese Reino, pasados cinco años de residencia en éste; con lo cual se alentarían muchos a la aceptación, y no se cansarían aquí..., etc." (6)

Luz especial sobre algunas deficiencias en nuestros Prelados arroja la carta del buen Arzobispo Lanziego fechada el 25 de enero de 1718. (7) Dice así: "He llegado a pensar, comenzando por las cabezas, que los Reverendos Arzobispos no han visitado, ni podido visitar su Arzobispado, por senectud. En que hago juicio que en esta Nueva España conviene muy mucho que los Prelados sean de mediana edad y con fuerzas para visitar estos Arzobispados; que por la rudeza de los naturales necesitan de trabajar más que cuantos Prelados tiene la Iglesia de Dios, y ya porque V. Majestad los ha ocupado en empleos políticos, cuya atención les ha imposibilitado de poder atender a la visita de sus Diócesis; de que resulta la relajación de costumbres y la omisión de los párrocos en el cultivo y labor pertinaz y frecuente que se debe tener con los Indios, debiendo decir a V. Majestad que pasan de treinta años los parajes que voy visitando, que no han visitado desde el tiempo de el Reverendo Arzobispo Seijas de gloriosa memoria; y en lo antecedente a este Reverendo Prelado, hacía setenta años que este Arzobispado no se visitaba."

Apunta en estas líneas el devoto Metropolitano el perjuicio que acarreaba para la Iglesia la costumbre, o casi, de echar mano de los Prelados para el gobierno político del Virreynato. Más que en el siglo anterior, se acentuó en éste, pues cuatro de los ocho Arzobispos que durante el siglo ocuparon la Sede Metropolitana, fueron Virreyes al mismo tiempo que Arzobispos; con lo cual dicho se está, y los hechos lo comprobaron, que como Virreyes fueron muy medianos, y por otra parte el oficio Pastoral sufrió por ello gran detrimento. Esto fué entre otras causas, porque el cargo Virreinal los ponía en un plan de lujo poco en armonía con los ideales evangélicos. En Europa había ya un exceso de lujo entre los prelados de aquel siglo, y aquí se acentuó más desde mediados del siglo

(6) Archiv. Provincial de Toledo. Sección Lorenzano. Carta a Su Majestad. México, 24 de octubre de 1771.

(7) A. G. I. 62-4-39.

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