moça, fija de Arnaulde Clavaria, pergaminero, quondam, e de Gracia... I madre de la dita Gracia de Clavaria, de la otra, en e sobre el matrimonio que mediant la gracia divinal se espera de fazer entre los ditos maestre Juan de Clavaria (sic) pintor, e la dita Gracia de Clavaria, moça. Primerament el dito mastre Gil Valles e Estevania susoditos prometen e se obligan por tiempo de un año desde el dia de las bodas adelant contadero, mantener de comer e bever, sanos e enfermos, en su casa, a una taula, a los ditos mastre Johan Valles su fijo, e a la dita Gracia, futura nuera suya, tanto quanto los ditos Johan Valles e la dita Gracia, futuros coniuges, querran estar en compañia de los ditos mastre Gil e Estevania, e en su casa; e no res menos promete el dito mastre Gil, de partir con el dito Joan su fijo la ganancia de qualesquiere obras que fará e emprenderá tanto quanto los dichos Johan Valles e la dita Gracia querran estar en compañia del dito mastre Gil e en su casa. Item, es concordado... que si caso fuesse que el dito Joan Valles e la dita Gracia no quissiessen estar en casa del dito mastre Gil, que en tal caso les daran a los ditos Joan e Gracia la meytad de las aynas e instrumentos de su officio, como son pinzeles, colores, pechinas, piedras para moler colores, e cosas semblantes, enterament. Item, es concordado... que los dichos mastre Gil e Estevania... hayan de firmar a la dita Gracia por donacion propter nuptias... un malluelo dalla de Gallego... que afruenta con campo de mossen Gabriel Sanchez, Thesorero del Rey... Item... la dita Gracia, moça, trahe en ayuda del dito su matrimonio e por dot.. mil sueldos... Item mas, es concordado... que en caso de disolucion de matrimonio, la dita Gracia, ultra todo lo susodito haya de sacar todas sus avantaias forales segun foro, uso e costumbre del reyno de Aragon... Item mas, es concordado que los ditos Joan Valles e la dita Gracia dentro de xv dias despues de haver iurado los presentes capitoles, se hayan de desposar por palabras de present, e despues de desposados... hayan de prometer e jurar el uno al otro et viceversa, oir misa et consumar el dicho matrimonio quando ternan comodidad para fazer.-(A. P. Z.-Est. 17, lig. 6.) JUAN DESPURZ CXXVI Juan Despurz se firm Zaragoza, 22 de agosto de 1499. or aprendiz con Juan Vallés, pintor, vecino de Zara goza, por tiempo de tres años, con las cláusulas de costumbre.-(A. P. Z. A. Martínez.) (Continuará.) I En blanco. M. SERRANO Y SANZ. NOTAS BIBLIOGRAFICAS Juan Antonio Mayans y Siscar y Juan Antonio Pellicer y Saforcada; Cortísimos instantes de dulce y sabrosa lectura producen al ánimo las breves La excelencia de presentación preparan al embeleso de la lectura, y es lástima, Las cartas que se publican, entre minutas y originales, son en total 11, cuyos Más que nuestro juicio, por expresivo que fuera, dicen las cartas mismas, y a «Amigo i Sr. mio. La Orden de Cavallería obliga a bol ver por el crédito de los la pluma de Cervantes, aunque se afarraginadamente. Quanto más pienso en la Vida que Vm. acaba de darnos más me divierte mi ánimo rog.do a Dios que g.e a Vm. m.s a.s Val.a a 12 de Marzo de 1799.» »B. S. M. de Vm. an aff.o am.oi Cap." Juan Ant.o Mayans. »Sr. D. Juan Ant o Pellicer y Çarforcada.>> Y a este tenor, interesantes y eruditas son las restantes que componen el folleto, que con tanta oportunidad regala a la cultura nacional el señor Martínez al publicarlo. V. C. A. La iglesia de San Miguel de Lillo, por Aurelio DE LLANO ROZA DE AMPUDIA. Con un prólogo de Bernardo ACEVEDO HUELVES. Oviedo. Imp. Gutenberg, 1917. XI +95 págs. + 2 hojas sin foliar, 8.° mayor. Muy digno de mención es el presente trabajo, sobre todo teniendo en cuenta que, después de las noticias que de las primitivas iglesias asturianas nos dieron los antiguos cronistas Morales, Sandoval, Carballo, Yepes, etc., muy poco nuevo se había dicho acerca de ellas, si exceptuamos los notables estudios de don Vicente Lampérez en su Historia de la Arquitectura cristiana española, y los de don Fortunato de Selgas en sus Monumentos ovetenses del siglo 1x y en las Monografías de Santianés de Pravia y San Julián de los Prados. Esta escasez de estudios monográficos avalora más el que relativo a la iglesia de San Miguel de Lillo acaba de publicar don Aurelio de Llano. El señor Llano estudia el interesantísimo monumento a través de las opiniones de cuantos arqueológos y cronistas, antiguos y modernos, se ocuparon de él, y en presencia de la misma iglesia y de los elementos arquitectónicos que, al cerrarse aquélla al culto, fueron a enriquecer las colecciones dei Museo Arqueológico ovetense. Pero la verdadera importancia del trabajo del señor Llano (y lo que le ha valido un envidiable informe de la Academia de la Historia, suscrito por el señor Lampérez) está en las noticias que nos da de descubrimientos de restos de muros de la primitiva fábrica, en excavaciones iniciadas, dirigidas y costcadas por el mismo señor. Dichos descubrimientos vienen a rectificar las dimensiones que de la primitiva basílica dió Ambrosio de Morales en su Viaje sacro, dimensiones que razonaban las plantas restauradas de don Fortunato de Selgas y don Vicente Lampérez, y que al dar un conjunto cuadrado o casi cuadrado, hacían incluír la iglesia asturiana en el tipo basilical bizantino y emparentada con la de Saint Germigny-les-Prés. Con las dimensiones fijadas por el señor Llano, el aspecto de la cuestión varía, y la nueva planta que dicho señor ofrece afirma, en nuestra opinión, la idea de semejanza que señala Dieulafoy entre la iglesia de San Miguel y ciertos palacios sassanidas, como el de Sarvistán, con crucero inscrito en un rectángulo, pórtico y dos ábsides o departamentos análogos a cada lado del ábside central. A muchas consideraciones se presta, y detenidos estudios merece la planta que construye el señor Llano con su doble cruz, griega y latina, señaladas en el tercio anterior de la iglesia, lo cual, si ya se señalaba en las anteriores plantas, al adquirir ésta una forma francamente rectángular, hace de la iglesia de San Miguel una de las más originales basílicas de Occidente. El trabajo del señor Llano constituye un cuaderno, con materiales de estudio, indispensable desde ahora para quien se proponga resolver los varios y difíciles problemas que plantea la pequeña iglesia de San Miguel de Lillo. J. D. B. Ensayo de una Biblioteca ibero-americana de la Orden de San Agustín, por el padre Gregorio DE SANTIAGO VELA; obra basada en el «Catálogo bio-bibliográfico agustiniano», del padre Bonifacio MORAL. Vol. III. G. J. Madrid. Impr. del Asilo de Huérfanos del S. C. de Jesús, 1917. Anteport. + port. +728 págs., 8.° d. Oportunamente dimos cuenta y consignamos la gratísima impresión que la lectura de los tomos y de esta Biblioteca nos produjera, tanto por la claridad del método de exposición adoptado, como por los trabajos de investigación personalísima, llevados a cabo por el padre Santiago en la redacción de los correspondientes artículos bio-bibliográficos. Lejos de desmerecer este tercer volumen en mérito, respecto a los que le precedieron, les aventaja en gran manera, sobre todo en las fuentes e investigación biobibliográfica de los autores cuyo estudio comprende; escogidos al azar pueden servir de modelo biográfico los incisos dedicados a los padres fray Diego González, fray Juan González de Mendoza, fray Antonio de Gouvea, fray Alonso de Gudiel, fray Juan de Guevara y fray Tomás de Herrera. En la imposibilidad de hacer indicación de los artículos a los dichos referentes, queremos hacer constar el testimonio de nuestro respeto y veneración a aquel sabio maestro que en vida se llamó Alonso de Gudiel, víctima, cual el insigne fray Luis de León, de las torpezas de la envidia, que tomaron por instrumento de venganza a unos incultos y necios inquisidores. Nacido en Sevilla, fueron sus padres Diego Alvarez, boticario, y María de Salas; permaneció en su compañía hasta la edad de quince años, a los que ingresó en el convento de San Agustín, de Sevilla, en el que permaneció tres años, pasando después a Granada, a estudiar Artes, marchando luego a Valladolid, y desde esta ciudad a Salamanca, en donde estudió Teología. Su amor al estudio le lleva a Alcalá, en donde, perfeccionados sus conocimientos, le permiten al año y medio ir a Jerez, en donde como predicador estuvo año y medio, transcurrido el cual, vuelve a Valladolid, a Los Santos y a Salamanca como maestro de estudiantes; pasa a Segorbe con el obispo Muñatones, y desde aquí a la cátedra de Prima de Teología de Huesca, que explica durante dos años; marcha a Sevilla, permaneciendo otros dos con su madre, hasta que le proveyeron de la cátedra de Osuna, en la que explica y transmite su ciencia durante cerca de diez años. En su labor de enseñanza acéchale la envidia y la ignorancia, y clavan en él sus bajas pasiones delatoras fray Alonso Carrillo, prior de los dominicos de Santa Cruz de Granada y fray Cristóbal de Vivero, franciscano, a cuyas denuncias se debe el proceso que contra el padre Gudiel se sigue, y que comienza en julio de 1572. Prescindiendo de las incidencias del mismo, y preso ya en las cárceles del Santo (!!) Oficio, en 4 de agosto de 1572, el fiscal Haedo leyóle una acusación que comprendía 14 capítulos o puntos, empleando tal estilo en sus cargos, que sólo manifiesta odio e iniquidad; acusa al padre Gudiel de hereje contumaz, apóstata; Ilámale judaizante, «por preferir las interpretaciones de los rabinos a las de los autores católicos»; dice falsamente que es descendiente de juḍios, etc., etc., y termina pidiendo sea relajado al brazo secular con el fin de que le impusieran los mayores castigos. Punto por punto contestó el padre Gudiel a tan calumniosas especies, y sostuvo el verdadero alcance de sus proposiciones, y no la interpretación que necios e ignorantes delatores le daban; nombrando por letrado suyo al doctor Ortiz de Funes. Con pasmosa lentitud sigue la marcha del proceso, y mientras deponen nuevos testigos, el padre Gudiel yace en infecta prisión, sin libros, sin pluma ni papel con los que pueda entretener las tristes horas de su cautiverio. En tan desconsoladoras eircunstancias, suplica que de la ración que diariamente le entregan para su alimento den la mitad a su madre, «pues yo me estrecharé porque ella no pase tanto trabajo». Nuevas demoras y lentitudes del proceso dan lugar a que la lepra, que le fué contagiada en el antro que por calabozo le dieron, le ponga en peligro de muerte; en la audiencia del 6 de abril de 1573 se trata de la petición de confesarse que hace el padre Gudiel, la que efectúa el padre Nicolás Ramos, quien presenta un escrito del confesado, en el que suplica le dejen escribir a su madre para consolarla; pide ampliar sus declaraciones, y nuevamente protesta en ellas de su inocencia y de su catolicismo, rogando se abrevie su causa «para que no se acabe de morir». El 1 del dicho mes informa el médico de su gravísimo estado, y pide «le den substancias alimenticias», y que se le traslade a una casa particular, sacándole de la prisión; mas no consta que, a pesar de ello, se hiciera nada que aliviase tal situación. El :3, reitera el padre Ramos las inequívocas muestras que fray Alonso de Gudiel daba de haber permanecido siempre fiel a la religión católica, y enterados los inquisidores, preséntanse en la prisión, y cuando reitera que interpretó la Escritura según San Agustín, acósale el inquisidor Quijano con nuevas acusaciones y pide el padre Gudiel que no le atormenten más y que le dejen morir tranquilo. En la paz del Señor, a 15 de abril de 1573, entregó su alma al Creador, al que persiguieron en vida el odio, la necedad y la envidia de los humanos; su cuerpo fué enterrado en un corral grande del hospital de la Resurrección. Parece que la saña de sus enemigos debiera haber quedado satisfecha con tantas vilezas cometidas; pero la bajeza es insaciable, y en 19 de mayo de 1573, el fiscal Salinas, teniendo en cuenta que el padre Gudiel había fallecido en sus errores y fuera del gremio de la Iglesia, pide se proceda contra su memoria y fama; mándanse, en consecuencia, edictos a Sevilla, y después de no pocos incidentes y tramitaciones, se profiere por la inquisición de Valladolid, en 30 de enero de 1591, sentencia por la que se acuerda sobreseer la causa, mandando trasladar el expedlente a los suspensos. Afortunadamente, son escasísimos en los anales de la Inquisición procesos de la índole del que hemos extractado; su repetición llenaría de oprobio, no sólo al Tribunal, sino a las gentes que soportaron tales monstruosidades. V. C. A. |