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traes tan por los cabellos, que mas parecen disparates que sentencias. Eso Dios lo puede remediar, respondió Sancho, porque sé mas refranes que un libro; y viénenseme tantos juntos á la boca cuando hablo, que riñen por salir unos con otros; pero la lengua vá arrojando los primeros que encuentra, aunque no vengan á pelo: Mas yo tendré cuenta de aquí adelante de decir los que convengan á la gravedad de mi cargo; que en casa llena presto se guisa la cena; y quien destaja, no baraja; y á buen salvo está el querepica; y eldary el tener, seso ha menester. Eso sí, Sancho, dijo D. Quijote, caja, ensarta, enhila refranes, que nadie te vá á la mano; Castigame mi madre, é yo trompógelas. Estoite diciendo que escuses refranes, y en un instante has echado aquí una letanía dellos, que así cuadran con lo que vamos tratando, como por los cerros de Ubeda. Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal un refran traido á propósito; pero cargar y ensartar refranes á troche, moche, hace la plática desmayada y baja.

en

Cuando subieres á caballo, no vayas echando el cuerpo sobre el arzon postrero, ni lleves las piernas tiesas y tiradas y desviadas de la barriga del caballo; ni tampoco vayas tan flojo, que parezca que vas sobre el rucio; que el andar á caballo, á unos hace caballeros, á otros caballerizas.

Sea moderado tu sueño, que el que no madruga con el sol, no goza del dia. Y advierte, oh Sancho, que la diligencia es madre de la buena ventura, y la pereza. su contraria jamas llegó al término que pide un buen deseo.

Este último consejo que ahora darte quiero (puesto que no sirva para adorno del cuerpo) quiero que le lleves muy en la memoria; que creo, que no te será de menos provecho, que los que hasta aquí te he dado. Y

es, que jamas te pongas á disputar de linajes, á lo menos comparándolos entre sí; pues por fuerza en los que se comparan, uno ha de ser el mejor; y del que abatieres serás aborrecido, y del que levantares en ninguna manera premiado.

Tu vestido será calza entera, ropilla larga, herreruelo un poco mas largo; gregüescos ni por pienso, que no les está bien ni á los caballeros ni á los gobernadores. Por ahora esto se me ha ofrecido, Sancho, que aconsejarte: andará el tiempo, y segun las ocasiones, así serán mis documentos, como tú tengas cuidado de avisarme el estado en que te hallares.

De idem.

Sancho resuelve encantar á su Señora Dulcinea.

Sepamos ahora, Sancho hermano, á dónde vá vuesa merced. ¿Vá á buscar algun jumento que se le haya perdido?-No por cierto.-Pues ¿qué vá á buscar?-Voy a buscar como quien no dice nada, á una princesa; y en ella al sol de la hermosura, y á todo el cielo junto.Y ¿á dónde pensais hallar eso que dices?, Sancho.-A dónde? En la gran ciudad del Toboso.-Y' bien, y ¿de parte de quién la vais à buscar?-De parte del famoso caballero D. Quijote de la Mancha, que desface los tuertos, y dá de comer al que ha de sed, y de beber al que ha hambre. Todo eso está muy bien. Y sabeis su casa? Sancho. Mi amo dice que han de ser unos reales palacios, ó unos soberbios alcázares.-Y habéisla visto algun dia por ventura?-Ni yo, ni mi amo la hemos visto jamas.-Y¿paréceos que fuera acertado y bien hecho que, si los del Toboso supiesen que estais vos aquí con intencion de ir á sonsacarles sus princesas, y á desasosegarles

sus damas, viniesen y os moliesen las costillas á puros palos, y no os dejasen hueso sano?- En verdad que tendrian mucha razon, cuando no considerasen que soy mandado, y que mensagero sois, amigo, no mereceis culpa non. No os fieis de eso, Sancho, porque la gente manchega es tan colérica como honrada, y no consiente cosquillas de nadie. Vive Dios, que si os huelen, que os mando mala ventura.-No, si no ándeme yo buscando tres pies al gato por el gusto ageno, y mas, que así será buscar á Dulcinea por el Toboso, como á María por Ravena, ó el Bachiller de Salamanca; el diablo, el diablo me ha metido á mí en esto, que otro no.....

Ahora bien, todas las cosas tienen remedio si no es la muerte, debajo de cuyo yugo hemos de pasar todos, mal que nos pese, al acabar de la vida. Este mi amo, por mil señales he visto que es un loco de atar, y aun también yo no le quedo en zaga; pues soy mas mentecato que él, pues le sigo y le sirvo, si es verdadero el refran que dice: dime con quién andas, decirte he quién eres; yel otro de: no con quien naces, sino con quien paces. Siendo pues loco, como es, y de locura que las mas veces toma unas cosas por otras, y juzga lo blanco por lo negro, y lo negro por lo blanco, como se pareció cuando dijo que los molinos de viento eran jigantes, y las mulas de los religiosos dromedarios, y las manadas de carneros ejércitos de enemigos, y otras muchas cosas à este tono, no será muy dificil hacerle creer que una labradora, la primera que me topare por aquí, es la Señora Dulcinea; y cuando él no lo crea, juraré yo; y si él jurare, tornaré yo á jurar; y si porfiare, porfiaré yo mas, y de manera que tengo de tener la mia siempre sobre el hito, venga lo que viniere; quizá con esta porfia acabaré con él que no me envie otra vez á semejantes men

sajerías, viendo cuán mal recado le traigo de ellas; 6 quizá pensará como yo imagino, que algun mal encantador de estos que él dice que le quieren mal, la habrá mudado la figura por hacerle mal y daño.

De idem.

Diálogo entre D. Quijote y Sancho.

Era la noche algo oscura, puesto que la Luna estaba en el cielo, pero no en parte que pudiese ser vista; que tal vez la señora Diana se va á pasear á los antí→ podas, y deja los montes negros y los valles escuros. Cumplió D. Quijote con la naturaleza, durmiendo el primer sueño, sin dar lugar al segundo; bien al revés de Sancho, que nunca tuvo segundo, porque le duraba el sueño desde la noche hasta la mañana, en que se mostraba su buena complexion y pocos cuidados. Los de D. Quijote le desvelaron de manera que dispertó á Sancho, y le dijo: maravillado estoy, Sancho, de la libertad de tu condicion: yo imagino que eres hecho de mármol o de duro bronce, en quien no cabe movimiento alguno. Yo velo cuando tú duermes; yo lloro cuando tú cantas; yo me desmayo cuando tú estás perezoso y desalentado de puro harto; de buenos criados es conllevar las penas de sus señores, y sentir sus sentimientos, por el bien parecer siquiera. Mira la serenidad de esta noche, la soledad en que estamos, que nos convida á entremeter alguna vigilia en nuestro sueño. Levántate por tu vida, y desvíate algun trecho de aquí, y con buen ánimo y denuedo agradecido, date trescientos cuatrocientos azotes á buena cuenta de los del desencanto de Dulcinea; y esto rogando te lo suplico, que no quiero venir contigo á los brazos como la otra vez, porque

los tienes muy pesados. Despues que te hayas dado, pasaremos lo restante de la noche cantando, yo mi ausencia y tú tu firmeza, dando desde ahora principio al ejercicio pastoral que hemos de tener en nuestra aldea.

Señor, respondió Sancho, no soy yo religioso para que desde la mitad de mi sueño me levante y me discipline, ni menos me parece que del extremo del dolor de los azotes se pueda pasar al de la música; y vuesa merced me deje dormir, y no me apriete en lo de azotarme, que me hará hacer juramento de no tocarme jamas al pelo del sayo, no que el de mis carnes.

¡Oh! jalma endurecida! díjole D. Quijote. ¡Oh! ¡escudero sin piedad! ¡Oh! ¡pan mal empleado, y mercedes mal consideradas las que te he hecho y pienso hacerte! Por mi te has visto gobernador, y por mí te ves con esperanzas propincuas de ser conde, o tener títu lo equivalente; y no tardará el cumplimiento de ellas mas de cuanto tarde en pasar este año, que yo post ténebras spero lucem.

No entiendo, respondió Sancho: solo entiendo que en tanto que duermo no tengo temor, ni esperanza, ni trabajo, ni gloria. Y bien haya quien inventó el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita la hambre, agua que ahuyenta la sed, fuego que calienta el frio, frio que templa el ardor, y finalmente, moneda general con que todas las cosas se compran: balanza y peso que iguala al pastor con el rey, y al simple con el discreto. Solo una cosa mala tiene el sueño, segun he oido decir, y es que parece á la muerte, pues de un dormido á un muerto hay muy poca diferencia.-Nunca te he oido decir, Sancho, tan elegantemente como ahora, por donde vengo á conocer ser verdad el refran que tú algunas veces sueles

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