Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Mucho quiero a tus ojitos, mucho a tus ojitos quiero; pero más quiero a los míos, que fueron los que te vieron.

Mucho te guarda tu madre, pues cierra puerta y balcones, como si entrara por ellos amor en los corazones.

Muchos dicen que las flores entre la nieve no brotan, y en la nieve de tu rostro veo el clavel de tu boca.

Nace la perla en el mar, en los jardines la flor, en los riscos el diamante y entre amantes, el amor.

Ni la tórtola en el bosque, ni el jilguero en la enramada, sienten más tiernos amores que por ti siente mi alma.

Niña, si bajas al mar

no te acerques a la orilla, que vendrá un barco de amores y te llevará cautiva.

Niña, si pasas el puente no te mires en el agua,

que el demonio está en acecho y el que no cae, resbala.

Niña, te pido una cosa, muy poca cosa, morena: que arrodillada ante mí me beses cuando me muera.

No ama bien el que lo dice, sino quien mucho padece; que aquel que cuenta su amor, sólo en la boca lo tiene.

No digas, porque no es cierto, que nos quisimos tú y yo; di que yo a ti si te quise, pero lo que es tú a mí, no.

No eres alta ni eres baja, eres como yo te quiero; pareces campanillita

hecha a mano de platero.

No hay reloj que más camine que el hombre que está queriendo; que está dormido en la cama

y le despiertan los celos.

L

No he visto cosa más bella ni clavel más encarnado, ni mujer más a mi gusto que la que tengo a mi lado.

No luzcas tanto cuchillo ni hagas alarde de guapo; que en mirando a esa mujer, o me matas o te mato.

No llores, porque el quitarme de tu mirada el favor, es quitarme la esperanza de ver en la gloria a Dios.

No me abandona la pena, ni a ti, niña, la alegría; yo me parezco a la noche, tú te pareces al día.

No me apena que publiques que no te acuerdas de mí.

¡Si por tus muchas traiciones olvidarte conseguí!

No me enamora tu talle,

ni tampoco tu belleza;
a mí lo que me enamora,
los rizos de tu cabeza.

No me mires a la cara con esos ojillos tristes, porque se me representa el mal pago que me diste.

No me mires, no me mires, con esos ojos tan tristes, que parece que me niegan la palabra que me diste.

No me mires, que me matas, con esos ojos de amor, que son balas que traspasan, traspasan mi corazón.

No me niegues tu cariño, sabiendo lo que te quiero; seré dije en tu cadena y escapulario en tu pecho.

No puedo subir la cuesta, morena, de mi regalo; no puedo subir la cuesta si no me alargas la mano.

No quiero; no quiero, no; no quiero, que si quisiera, con los mismos materiales haría una casa nueva.

No quiero para vivir más calor que el de tu pecho, más luz que la de tus ojos ni más aire que tu aliento.

No quiero que estés sentada cuando yo te venga a ver; dicen que eres buena moza y quiero verte de pie.

No quiero que me des gloria, porque no la he merecido; sólo quiero que me pagues el tiempo que te he querido.

No sabía qué eran celos hasta que hace muchos días que iba yo a entrar en tu casa y un forastero salía.

No sé como no florece la escalera de tu casa, subiéndola quien la sube, bajándola quien la baja.

No sé cómo no florece ia escobita con que barres, siendo tú tan buena moza, hija de tan nobles padres.

« AnteriorContinuar »