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¡Cuántas veces mi capote
te ha servido de colchón;
mis brazos de cabecera,
mi cuerpo de cobertor!

Cuanto más alto va el sol más caliente está el terreno; cuanto más lejos de ti,

más en el alma te tengo.

Cuanto más honda es la fuente

más clarita sale el agua;

cuanto más lejos de ti,

más firme está mi palabra (1).

Cuatro amigos la llevaron
de su casa al cementerio,
y aun sabiendo que iba muerta,
de los cuatro tuve celos.

Cuatro cordeles me aprietan
y los cuatro son de muerte,
y el que más pena me da,
vida mía, es el no verte.

(1) También se canta este cantar con la siguiente variante en los dos primeros versos:

Cuanto más hondo esté el pozo

más fresquita sale el agua.

Dame cuando esté malito tan sólo un beso en la cara, y si no te doy yo mil,

ves y que me hagan la caja.

Dame de tu pelo, niña, cuerdas para mi vihuela, que se me ha roto la prima, la segunda y la tercera.

Dame ese alfiler de amor que llevas en el pañuelo, para sacarme una espina que en el corazón la llevo.

Dame la mano, bien mío, supuesto que lo has de ser, que tu palabra y la mía atrás no pueden volver.

Dame tu mano, paloma, para subir a tu nido;

que corazones que se aman no pueden vivir partidos.

Dame tus cabellos rubios para hacer una cadena, y con ella aprisionarme a los hierros de tu reja,

Dame un besito, María, que me voy a confesar, y si me regaña el cura, ya no te vuelvo a besar.

¡Dame un besito!-No quiero. ¡Dame un abrazo! - Tampoco. ¡Dame una puñaladita! ¡Dámela poquito a poco!

De azúcar y canela es

la mujer rico turrón,
que acercándoselo al pecho
quita el mal de corazón.

Debajo de los laureles tiene mi novia la cama, y cuando en ella se acuesta cuelga el candil de una rama.

Debajo de tu ventana

he de sembrar un jardín, pa que las flores del campo tengan envidia de ti.

Debajo de tu ventana tiene la perdiz el nido, y yo, como cazador,

al reclamo me he venido,

Х

De duro bronce tenía
labrado mi corazón;

pero le has vuelto de cera
con el fuego de tu amor.

Deja al mundo que se ría y ven conmigo a llorar; verás, si entiendes mi llanto, la alegría que te da.

Deja los ríos correr,

niña, y no te desesperes,
que el que para ti ha de ser
ni se casa ni se muere.

De la rama de un espino
vi yo salir un clavel,
porque le tocó mi niña
con la puntita del pie.

- De las entrañas me sale el quererte con anhelo, porque siempre me ha gustado tu cuerpo zaragatero.

Del hueso de una aceituna tengo que hacer un navío, para que vayan y vengan tus suspiros y los míos.

De la uva sale el vino, de la aceituna el aceite, y de mi corazón sale

el amor para quererte (1).

Delgadita de cintura
como junco de junquera;
pero en tocante a hermosura
bien puedes poner bandera (2).

Del pino sale la piña
y de la piña el piñón,
y de mi corazón sale
cariño para los dos.

Del sitio donde nacimos siempre una marca tenemos: ángel del cielo bajado

los ojos tienes de cielo.

(1) Los dos primeros versos de este cantar tienen, entre otras, la siguiente variante:

De la peña sale el agua

y del olivo el aceite.

(2) Entre otras variantes, este cantar tiene la siguiente:

Delgadita de cintura como junco de ribera, de las niñas de tu calle tú te llevas la bandera.

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