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oído cantar en ellas, sin pararse los recopiladores a reflexionar que el hecho de que tal o cual cantar se escuche en Galicia o en Aragón, en Levante o en Andalucía, no justifica que sea originario del lugar en que se cante, ni mucho menos, aunque se presente con alguna variante con relación a los que se en

cuentran en otras tierras.

Castilla, Aragón y Andalucía han ejercido una influencia decisiva en los cantares populares de las demás regiones, observándose desde luego en las canciones castellanas más reflexión y más seriedad; en las aragonesas, más ingenuidad y mayor rudeza; en las andaluzas, más sentimiento y más imaginación; y mientras los cantares castellanos y andaluces se compenetran y confunden fácilmente en muchos casos, los aragoneses influyen en Navarra y Castilla la Nueva de un modo notable; los de Castilla la Vieja dejan sentir su influjo preferentemente en León y todo el norte de España, y lo mismo podríamos decir refiriéndonos a otras comarcas que realmente no tienen gran número de cantares típicos, sino adaptados de los más populares en las regiones que están en contacto con ellas.

Por estas razones y otras que omitimos por no alargar este prefacio, la presente colección de cantares amorosos, formada en su mayor parte por los que hemos recogido en ambas Castillas y en Andalucía, completada con otros procedentes de León, Galicia, Asturias y otras regiones, Aragón, Extremadura, la Mancha y Murcia entre ellas, no la presentamos como castellana ni como andaluza, como aragonesa ni como extremeña, sino como colección

española, puesto que se ha formado con canciones de las diferentes regiones de la nación en que se habla el castellano, que es la lengua oficial española, y nos limitamos a indicar las variantes que se observan en algunas de ellas, para que se comprenda que las modificaciones que ofrecen no son tan esenciales que justifique que se consideren como regionales cantares que les cuadra mejor la denominación de españoles, puesto que se encuentran en localidades las más opuestas de la nación con escasas variantes, que no alteran la idea fundamental que quiso expresar el que las cantó por vez primera en el Norte o en el Sur, en Levante o en Poniente, o en el centro de la Península, que es donde está Castilla, y con ella el alma de la nación española sin exclusivismos ni distingos de ninguna clase.

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Mil cantares populares amorosos.

Abre un poquito la boca y baja los ojos luego,

que quiero ver el rincón

en donde escondes los besos.

Acaba de florecer, pimpollo de verde rama, que tus hojitas me pegan en los rincones del alma.

Acostumbrate a querer;

no seas como el dinero,

que de andar en mano en mano se le borran los letreros.

Acostumbrate a querer;

no seas como la rosa,

que de andar de mano en mano

ella sola se deshoja.

¡A cuántas llaman hermosas desde que mi bien murió!

¡Cuántas estrellas relucen
después que se pone el sol!

A cuantos pobres te piden, limosna das al instante;

sólo a mí, cuando te pido,

me dices: «¡Que Dios te ampare!»>

A Dios le pedi morir,

y Dios mis ruegos no oyó;
hoy que me quieres, comprendo
lo bueno que ha sido Dios.

A Dios le pedí permiso,
mi vida, para quererte,
y Dios, viendo mis fatigas,
me lo otorgó hasta la muerte.

Adiós, que te vaya bien; alégrate y no estés triste, que en otro podrás poner el amor que en mi pusiste.

Adiós y diviértete

con las flores del camino,

que yo también me divierto

llorando y dando suspiros (1).

(1) El cuarto verso lo varian otros de este modo: con lágrimas y suspiros.

A estos ojos que os adoran no les ocultéis, por Dios, el bien que en veros reciben, que es darles mortal dolor.

Agua me dió una zagala viéndome morir de sed; mucha sed antes tenía, pero más tuve después.

Ahí tienes mi corazón y en medio cuatro navajas; si lo quieres partir, parte; si lo quieres rajar, raja.

Ahí tienes mi corazón y la llave que lo abre; verás como dentro de él sólo tu persona cabe.

Al abrigo de mi manta paso las noches penando, y tu imagen me acompaña cuando tú estás descansando.

A la cañada me voy y en la cañada te espero; veremos si vas a verme, y si me quieres... ¡veremos!

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