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Mas adelante sobrevinieron las guerras civiles entre los romanos, de cuyos estragos cupo á España no pequeña parte. Sertorio acaudillando el partido popular, lidió en España largo tiempo con Pompeyo y otros generales del bando de los patricios. Los españoles, y en especial los vascones y celtiberos, siguieron gustosos á Sertorio, asi por el odio que profesaban al gobierno opresor de Roma, como por ser mas conforme á sus inclinaciones y antiguos hábitos la pura democracia. Como quiera, aquel célebre caudillo en el tiempo que duró su gobierno fomentó en gran manera la civilización española, arreglando la administracion pública, y fundando escuelas en Huesca, donde se enseñaban las letras griegas y latinas bajo la direccion de profesores que hizo venir de Italia. i

Asesinado Sertorio alevosamente abortó por segunda vez el gran pensamiento de la emancipacion española, ensayado antes por el indomable Viriato. Sobrevino despues la guerra civil entre Cesar, Pompeyo y los hijos de este, en la cual los españoles divididos padecieron grandes calamidades, malográndose por este medio los frutos que debiera haber producido la civilizacion planteada Sertorio.

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Augusto acabó la conquista de España venciendo en porfiadas lides á los cántabros y astures; la península toda quedó incorporada al imperio romano, constituyendo una de sus provincias. En

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tonces empezó á esperimentar los efectos saludables de la paz y el benéfico influjo de las leyes civiles y ya que habia perdido su independencia, recibió considerables mejoras en su estado interior con el fomento de la agricultura, del comercio y de las artes.

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Esta prosperidad se acrecentó bajo el reinado de algunos emperadores benéficos, que cifraron su gloria en el bienestar de sus súbditos. Descuella entre todos el gran Trajano, natural de Itálica, y el primer estrangero que ocupó el sólio imperial. Honor grande para la España fue entonces, lo será siempre, el haber dado á Roma un emperador tan ilustre por sus eminentes calidades militares, como atinado para el gobierno. En elogio suyo basté decir que pasados mas de 250 años despues de su muerte, cumplimentando el senado á los emperadores por su advenimiento al trono, decia hiperbolicamente veámoste mas feliz que Augusto, mejor que Trajano (1).

Natural era que como español promoviese la felicidad de su patria; y asi es que esta floreció eminentemente durante su glorioso reinado, y casi llegó á competir con la misma Roma, asi en

(1) Felicior Augusto, melior Trajano. Eutrop. Breviarium Historia romana, lib. 8. Este autor asegura que dicha fórmula habia llegado hasta su tiempo.

la suntuosidad de los edificios públicos, puentes, acueductos y otras obras de comun utilidad, como en los progresos industriales.

Adriano, tambien español, dotado de rele vantes prendas y conocimientos científicos, continuó la grande empresa comenzada por su antecesor, de encumbrar la España al mas alto grado de cultura. La reforma que hizo este emperador en la legislacion civil acarreó grandes bienes á la península, donde reinaron la justicia y el orden, afianzándose con esto su bienestar.

Adoptó Adriano á Antonino Pio, eleccion que le honra en sumo grado, y con la cual ganó mucho España, pues á fuer de agradecido el nuevo emperador continuó promoviendo su felicidad.

Marco Aurelio, oriundo de España (1), sucesor de Antonino, era la persona mas adecuada para afianzar la prosperidad que habian derramado en la península los tres emperadores que le precedieron. Filósofo no solo especulativa, sino prácticamente (2), acostumbrado á considerar la virtud como el único bien, fue severo consigo mismo, indulgente para los demas, y benéfico para todos.

(1) Su visabuelo, que fue á avecindarse en Roma, era natural de Sucubis, pueblo de la Bética.

(2) Doctores sapientiæ secutus est (dice Tácito), qui sola bon quæ honesta, mala tantum quæ turpia, potentiam, nobilitatem, cæteraque extra animum neque bonis ́ ́neque malis adnumerant.

Con su acertado gobierno logró mantener la paz en el imperio por espacio de veinte años y siete meses y en tan dilatado tiempo floreció la España, siendo una de las provincias donde la civilizacion romana habia hecho mayores progresos.

El último de quien voy a hablar en esta reseña es el español Teodosio (1), que mereció el renombre de grande por sus eminentes calidades, á pésar de un feo borron que mancilla su gloria (2). Desde su advenimiento al trono se propuso dos grandes objetos: 1.o el de someter á los godos, que eran ya el terror del imperio romano; 2.o la abolicion del culto pagano, y la unidad de la religion católica. Consiguió lo primero completamente; pues derrotados aquellos bárbaros en varios reencuen-. tros, hubieron de comprar la paz á costa de una total sumision al imperio. En cuanto á lo segundo no fué menos egecutivo y afortunado; y esta cuestion me conduce naturalmente á hablar del establecimiento de la religion cristiana, y de los gresos morales que hicieron los españoles mudando. de creencia.

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(1) Algunos le creen natural de Itálica, otros de Cauca en Galicia. De esta opinion es Idacio, que dice asi: Theodosius nalione hispanus, de provintia gallecia, civitate Cauca.

(2) El degüello ejecutado de su orden en Tesalónica, de que tanto se arrepintió despues.

Como en el paganismo no estaba enlazada la moral con el sistema religioso, y aquella no tenia otro cimiento que la naturaleza humana; venia á reducirse la religion á una mera creencia de cosas absurdas, y á prácticas supersticiosas; al paso que las costumbres se hallaban sumamente estragadas. Ni podia ser otra cosa en una religion puramente sensual, que ofrecia como objetos de adoracion dioses adúlteros y beldades prostitutas. De aqui el descrédito con que la consideraban los buenos filósofos, deseando sustituir á ella un sistema religioso mas conforme á la razon y á los principios de la sana moral.

El pueblo oprimido en tiempo de los despóticos emperadores, horrorizado de los crímenes que se cometian impunemente, y de la disolucion de-. senfrenada de la gente poderosa del imperio; empezó á oir con gusto la predicacion de una doctrina sublime, que anunciaba la igualdad de todos los hombres ante el supremo Hacedor; que reprobaba la esclavitud; que oponia al frenético furor de un Caligula la pacífica mansedumbre; á la ferocidad de un Neron una caridad benéfica; á la brutal voracidad de un Vitelio, la templanza en los apetitos sensuales; y por fin al desenfreno de las pasiones mas vergonzosas, una conducta exenta de vicios. El pueblo admiraba las virtudes de los primeros cristianos, veia con asombro el sobrehumano sufrimiento y la constancia de los márti

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