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firmeza á tus tropas cuando la necesidad te obligue poner las armas en sus manos ; sean los defensores del estado, no sus devastadores; pero cuida de tenerlos pagados y seguros de tus promesas. Nunca ceses de grangear la voluntad de tus pueblos, pues en la benevolencia de ellos consiste la seguridad del estado, en el miedo el peligro, y en el odio su cierta ruina. Procura por los labradores que cultivan la tierra y nos dan el necesario sustento: no permitas que les talen sus siembras y plantíos: en suma, haz de manera que tus pueblos te bendigan y vivan contentos á la sombra de tu proteccion y bondad; que gocen seguros y tranquilos los placeres de la vida en esto consiste el buen gobierno, y si lo consigues serás feliz y lograrás la fama del mas glorioso príncipe del mundo (1). Asi hablaba y gobernaba á últimos del siglo 8.o un monarca infiel, mientras que en el resto de Europa se establecia entre los cristianos el opresor feudalismo para sojuzgar al pueblo con férrea cadena.

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Sin embargo, las buenas máximas para gobernar y el caracter benéfico de un príncipe son garantías poco sólidas, cuando las leyes y un gobierno bien establecido no aseguran á los súbditos su bienestar. Al bondadoso Hixen sucedió su sanguinario hijo Alhaken, que autorizó en Toledo

(1) Conde en la obra citada, parte 1.a, cap. 25.

con su consentimiento el asesinato de 500 nobles árabes, conducidos engañosamente al matadero bajo el especioso pretesto de un convite. En Córdoba donde se fraguó una conspiracion, verdadera ó fingida, hizo degollar 300, cuyas cabezas se tendieron en las alfombras de su palacio. En otra ocasion amotinado el pueblo con motivo de un tributo que habia impuesto para mantener su guardia compuesta de cinco mil hombres, acometió en persona á la muchedumbre amotinada, cogió á 300 personas vivas, y clavadas en gruesas estacas á la orilla del rio, presentó á la ciudad este espectácuto horroroso. Ademas de esto permitió á sus tropas por espacio de tres dias el saqueo del arrabal donde habia empezado el motin, y al cabo de este pillage mandó salir desterrados millares de habitantes (1).

Abderrahman II que sucedió al tirano Alhaken, dió grande impulso á la civilizacion durante su reinado de mas de 31 años, eclipsando á sus predecesores asi en magnificencia como en los progresos intelectuales. Costcó muchas obras públicas en varias partes del reino; nombró en cada provincia un capitan ó inspector de caminos con cierto número de correos bajo sus órdenes, para dirigir con espedicion á todos sus dominios los des

(1) Conde en la obra citada, parte 1., capítulo 36. Tomo I.

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pachos del gobierno: hizo traer á Córdoba agua de la sierra en cañerías de plomo, enlosó las calles de la ciudad, construyó en ella fuentes y baños de marmol, y reparó con magnificencia los dos palacios de Meruan y de Mogueit, y otros hermosos edificios de la misma capital.

Como para hacer frente à tales gastos fuese preciso exigir fuertes contribuciones, estallaron serios alborotos, y señaladamente en Mérida y Toledo, donde habia muchos cristianos y judios acaudalados. Unidos estos con los descontentos musulmanes, y guiados por atrevidos gefes, dieron mucho que hacer por algunos años á Abderrahman, hasta que en repetidos ataques pudo sofocarse la rebelion. Sobrevino una gran sequia que afligió á España por los años de 846, y Abderrahman perdonó á los pueblos el diezmo de frutos y ganados que debian pagarle; con lo cual y otras muchas providencias que tomó durante su reinado para la recta administracion de justicia, y fomen. to de la prosperidad pública, se grangeó la estimacion pública en términos, que fue muy llorada su muerte. Lástima es que mancillase su gloria con la persecucion de los cristianos de Córdoba, de que se hablará mas adelante cuando se dé razon del estado social de estos bajo la dominacion musulmana.

En tiempo de Muhamad, sucesor de Abderrahman II empiezan ya á mostrarse síntomas de

rebelion entre los árabes, y por la primera vez algunos ambiciosos se confederan con los cristianos para hacer guerra al gobierno de Córdoba, y satisfacer sus deseos de venganza. Desposeidos los walies de Zaragoza y Toledo por sospechas de cohecho é inteligencia con los cristianos, se unen con estos, y promueven una guerra sangrienta que dura mucho tiempo: devástanse las campiñas de Toledo, y reina el desorden en esta ciudad, hasta que el monarca cordobes logra derrotar á los rebeldes, y entra en la ciudad victorioso. Este y otros muchos ejemplos de rebeldía de los walies, abrieron en lo sucesivo la puerta á la anarquía, y al desmembramiento que se hizo del reino en pequeñas soberanías, como se verá despues. Muhamad preparó una grande espedicion marítima para invadir la Galicia; pero naufragó cerca de la desembocadura del Miño, y los musulmanes atribuyeron este desastre á castigo del cielo por la corrup cion de costumbres, y tibieza en la fe religiosa de sus antepasados.

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Sucedió á Muhamad su hijo Almondhir, guerrero esclarecido que reinó poco mas de un año, por haber muerto peleando en una sangrienta batalla con las tropas de otro rebelde llamado Hafsun, aliado de los cristianos. El reinado de Abdala que sucedió á Almondhir, fue muy turbulento, asi por las continuas y sangrientas guerras que tuvieron los musulmanes con los cristianos, como !

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las disensiones intestinas de muchos caudillos rebeldes, contándose entre estos el hijo mayor del rey llamado Muhamad, y su tio Alcasim. Estos fueron por fin vencidos y murieron desgraciadamente. A pesar de estas turbulencias el trono de Córdoba se mantenia con esplendor, y su monarca fomentaba la agricultura, las letras y las artes; al mismo tiempo que educaba cuidadosamente á su nieto Abderrahman, hijo del rebelde Muhamad, á quien amaba tiernamente. Este generoso porte con el descendiente de un traidor, y el esmero con que se atendia á la instruccion del príncipe, dan idea muy favorable de la civilizacion musulmana á principios del siglo X.

Correspondió á tan esmerada educacion y á las buenas esperanzas del reino el jóven Abderrahman, luego que subió al trono por muerte de su abuelo. En su reinado, que duró mas de cincuenta años, llegó la monarquía árabe á un estado asombroso de prosperidad. Mientras que sus numerosos ejércitos se cubrian de gloria en los campos de Castilla, y en las abrasadas llanuras del Africa, su gobierno paternal derramaba por donde quiera inmensos beneficios: administrábase con imparcialidad la justicia; la proteccion de las leyes alcanzaba á todas las clases del estado; la agricultura recibia vital, fomento con las nuevas acequias que se abrian para el riego, y la seguridad con que se labraban los campos, y se recogian los frutos de

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