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CAPÍTULO XV.

Progresos intelectuales de los españoles y de los árabes desde la invasion de estos hasta principios del siglo XIII.

Las letras que desde la irrupcion de los bárba

ros del norte habian ido decayendo lastimosamente en toda Europa, conservaron algun lustre en España durante los buenos tiempos de la dominacion goda, esto es, desde Recaredo hasta Egica. La iglesia goda que habia influido tan favorablemente en el orden moral y el político, segun he demostrado antes, conservó una buena parte de la civilizacion romana, como se ve por las leyes promulgadas en los concilios toledanos, y por las obras de S. lsidoro.

Sucedieron los reinados turbulentos de Witiza y Rodrigo, en los cuales fue paralizándose el movimiento intelectual, hasta que cesó del todo con la irrupcion de los sarracenos. De aqui procede aquella noche tenebrosa de ignorancia que cubre

los primeros siglos de la restauracion, en los cuales lo poco que se escribia era bárbaro, asi en la esencia como en la forma. Los rústicos ingenios que trabajaron para dejar consignados los hechos históricos de sus tiempos, hicieronlo sin plan, sin crítica, sin orden, en un latin corrompido, detestable. Abranse por donde quiera los cronicones de Idacio, del Pacense, de Sebastiano, de Sampiro y de Pelagio, y se verá confirmada esta verdad. No resalta menos este atraso en las Córtes ó concilios celebrados en Leon y Coyanza durante el siglo XI, y en los demas instrumentos que han llegado á nuestra noticia.

La misma ignorancia, y aun mas crasa todavía, reinó en los demas paises de Europa hasta fines del siglo XI; porque la anarquia feudal dominante en todos ellos impedia el establecimiento de un regular gobierno que afianzase la seguridad personal, y bajo cuyo amparo pudiesen los hombres dedicarse con sosiego á cultivar las letras y las artes. En menos de un siglo contado desde que los bárbaros del norte invadieron el imperio de los romanos, habia desaparecido casi toda la civilizacion que estos habian comunicado á la Europa; pereciendo en este general esterminio, no solo las artes de imaginacion y de puro recreo, sino tambien las de utilidad, sin cuyo cultivo no puede hacerse agradable la vida. Asi las personas comunes como las de alta gerarquia no sabian leer ni escri

bir: muchos clérigos no entendian el breviario. en que rezaban, y aun algunos de ellos apenas sabian leer lo que contenia. Perdióse casi del todo la memoria de los hechos históricos, ó cuando mas se conservaron en áridos anales algunos acaecimientos de poca monta, ó cuentos milagrosos. Hasta los códigos de leyes publicados por las varias naciones que se establecieron en Europa, dejaron de usarse, y se sustituyeron á ellos vagas y caprichosas costumbres. En suma, la razon humana abandonada, deprimida y sin cultivo alguno, yacia en la mas profunda ignorancia: la Europa durante aquellos tenebrosos siglos produjo muy pocos autores que merezcan leerse, bien por la elegancia de la diccion, ó por la exactitud y novedad en los pensamientos; y tampoco puede hacer alarde de muchos inventos útiles, ó por lo menos agradables á la sociedad (1).

Durante el siglo XII fue estendiéndose en Europa la esfera de los conocimientos humanos, y se hizo mas familiar el estudio de los autores clásicos griegos y latinos; contribuyendo á ello las Cruzadas que pusieron en comunicacion á los pueblos de Europa con el imperio griego, donde se conservaban los restos de la antigua civilizacion

(1) Robertson, A view of the progress of society in Europe.

greco-romana, y se habia mantenido cierta actividad intelectual. Sin embargo, las ciencias hicieron pocos adelantamientos en las universidades que se establecieron para enseñarlas, porque como observa atinadamente un escritor ingles, la ocupacion intelectual de los tiempos escolásticos era la comparacion de las ideas, asi como la de los siglos 18 y 19 ha sido y es la de los hechos. Dividiéronse las ciencias en cuatro grandes clases, á saber: filosofia, teologia, jurisprudencia y medicina todas ellas se sometieron á un método comun de instruccion fundado en la autoridad y en la argumentacion, que recibió el nombre de escolasticismo. El estudio canónico era uno de los principales ramos de aquella instruccion escolástica, cimentado esclusivamente en la coleccion de

las decretales pontificias publicadas por Graciano á mediados del siglo XII (1).

Los españoles eran mas disculpables en su ignorancia que los demas pueblos europeos, porque obligados á pelear incesantemente con los musulmanes, y espuestos siempre á las incursiones. de estos, ¿qué sosiego ni gusto podria quedarles para cultivar las letras? La nobleza se dedicaba solo al arte de la guerra; y en este no cabe duda que se aventajó mucho, cuando pudo resistir á to

(1) Véase el Apéndice 2.0

do el poder de los árabes y de los africanos en el tiempo de su mayor pujanza. El pueblo se ejercitaba en la labranza y la ganaderia, y en las demas artes necesarias para proporcionarse medios de subsistencia; de manera que los monges, clérigos y obispos cultivaban casi esclusivamente las letras. Natural era que estos se diesen con preferencia á los estudios eclesiásticos para desempeñar las funciones propias de su ministerio, y rebatir los errores de la secta musulmana. Hacíase esto mucho mas necesario entre los muzárabes ó familias cristianas mezcladas con los musulmanes; pues habia muchos que prendados de la elocuencia y poesia de los árabes, se dedicaban á competir con ellos en su propio idioma; en lo cual habia por lo menos peligro de que se entibiase su fé religiosa. De aqui el desenfado con que Alvaro Cordobés reprendia esta aficion de los cristianos en el siglo 9.0 (1)`

(1) Linguam propriam, dice este autor, non advertunt latini, ita ut ex omni Christi colegio vix inveniatur unus ex milleno hominum numero, qui salutatorias fratri possit rationabiliter dirigere litteras. Et reperias absque numero multiplices turbas qui eruditè chaldaicas verborum explicet pompas, ita ut metricè eruditiore ab ipsis gentibus carmine, et sublimiore pulchritudine finales clausulas unius litteræ coarctatione decorent. Indiculum luminosum, inserto por el Mtro. Florez en el tomo 11 de su España Sagrada.

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