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el crimen á su elemento moral y verdadero, cual es la intencion. Los diversos grados de criminalidad, el homicidio absolutamente involuntario, el homicidio por inadvertencia, el homicidio provocado, el homicidio con premeditacion ó sin ella, se distinguen y definen casi tan bien como en nuestros códigos, y las penas varian en una proporcion bastante equitativa. La justicia del legislador ha ido mas lejos, procurando si no abolir á lo menos atenuar esta diversidad de valor legal establecida entre los hombres por las otras leyes bárbaras. La única distincion que ha conservado es la del hombre libre y del esclavo; porque respecto de los hombres libres la pena no varia ni por el origen ni por la categoria del muerto, sino tan solo por los diversos grados de la culpabilidad moral del asesino: y en cuanto á los esclavos, si bien no se atrevió á arrancar completamente á los dueños el derecho de vida y muerte (1), al menos intentó restringirle sujetándole á un suceso público y regular." (2)

El silencio que se guarda en el Fuero Juzgo

(1) En esto se equivocó Mr. Guizot, pues el derecho de vida y muerte sobre los esclavos se suprimió por las leyes citadas arriba.

(2) Historia de la civilizacion europea, traducida y anotada por D. J. V. C., tomo 2.o, págs. 67 y siguientes,

acerca del régimen municipal, hace creer que continuaba en práctica el establecido por los romanos: y sin detenerme en este punto, que ventilaré cuando trate de la importancia que adquirieron las instituciones municipales en los siglos de la restauracion; paso á hacer algunas observaciones sobre el injusto repartimiento de tierras atribuido generalmente á los godos en su conquista de España.

Supónese que estos conquistadores se reservaron las dos terceras partes de todo el territorio español cultivado, dejando la otra á los vencidos; y se citan algunas leyes del Fuero Juzgo en apoyo de este repartimiento. Los hechos históricos nos darán luz para aclarar este punto, que es de la mayor trascendencia. La primera mitad del siglo V se pasó en perpetua guerra entre las diferentes naciones bárbaras del norte y los emperadores romanos, que se disputaban el territorio de la península ; y entonces no pudieron hacer los visigodos aquel repartimiento, pues era muy poco el territorio que ocupaban en España, y sus verdaderos dominios estaban en la Galia gótica.

Por los años de 456 vino Teodorico de acuerdo con el emperador Avito á hacer guerra á los suevos, que trataban de enseñorearse de toda España, despojando á los romanos de lo que en ella poseian. Teodorico venció á los suevos, conquistó la Lusitania y la Bética, y permitiendo á estos

elegir un nuevo rey que fuese tributario suyo', se volvió á su corte de Tolosa en Francia. De resultas de esta espedicion quedó el dominio de toda la península dividido entre suevos, godos y romanos.

El belicoso Eurico, hermano de Teodorico y sucesor suyo en la corona usurpó á los romanos cuanto poseian en España, y este seria el que abu. sando de la victoria, y en odio de los romanos vencidos, repartiria las tierras de estos del modo que se ha dicho. Estos romanos eran los originarios ó descendientes de ellos, muchos de los cuales se hallaban enlazados con familias de la península ; pero los españoles indígenas que no tenian este enlace con los romanos, ό que vivian en provincias donde estos no dominaban, ¿por qué habian de estar comprendidos en aquel repartimiento? La política aconsejaba tratar á estos mejor que lo habian hecho los romanos en su conquista. Por otra parte una privación tan gravosa como es la de las dos terceras partes de la propiedad, hubiera tenido en perpetua sublevacion á los españoles. Y al contrario vemos que despues se sometieron pacíficamente á los godos, si se esceptuan los vascos, que en todos tiempos lidiaron tenazmente por su independencia.

Progresos intelectuales en ciencias, artes y literatura no podian esperarse despues del lastimoso trastorno que habian sufrido las letras con la inundacion de los bárbaros del norte. Sin embargo los godos, establecidos ya tranquilamente en Espa

ña, si no adelantaron en el camino de la sabiduria, se dedicaron por lo menos á conservar los venerables restos del antiguo esplendor de los romanos, y aun desde Leovigildo en adelante quisieron imitar su magnificencia: esta misma emulacion los corrompió insensiblemente, alterando su primitiva sencillez, y enervando la fortaleza septentrional; de modo que en la invasion de los árabes se ve clara. mente cuanto habia degenerado aquel pueblo terrible y belicoso.

Vemos sin embargo en medio de esta degradacion un clero respetable, cuya sensatez resplandece en los concilios donde se tratan los altos intereses del estado, y cuya ilustracion se descubre en las obras que nos han dejado algunos de sus individuos. San Isidoro descuella en aquellos tiempos de literaria decadencia como un prodigio de erudicion, que abarca en sus investigaciones toda clase de conocimientos. Profundamente versado en el griego y en el hebreo, habia leido todas las obras escritas en ambos idiomas. Con el caudal que ate soró en las ciencias y la literatura, emprendió sus Etimologias ú Orígenes, que es una especie de enciclopedia, en la cual encontraron cabida las artes, las ciencias, las humanidades, segun los alcances de aquel tiempo. Escribió ademas una historia ó crónica de los godos, y otras varias obras, con las que ilustró á su patria, siendo el restaurador de los estudios en ella, y el conserva

dor de la pura disciplina eclesiástica que observaba religiosamente todo el clero.

No faltaron otros escritores en España de menor nota que S. Isidoro desde principios del siglo V en adelante; pero, como he dicho ya, esta no es una historia literaria; y por lo tanto me limito en ella á dar á conocer los acontecimientos y personas de mayor influjo en la civilizacion.

Nota. Aunque Portugal forma parte de la península no he tratado de la civilizacion portuguesa, por ser un reino distinto, bajo cuyo concepto me ha parecido que no estaba obligado á incluirla en una obra dedicada esclusivamente al conocimiento de la sociedad que hoy se llama española, con separacion de aquel reino.

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