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ÉPOCA PRIMERA.

DESDE LA IRRUPCION DE LOS ARABES

HASTA PRINCIPIOS DEL SIGLO XIII.

CAPÍTULO I.

Origen de la monarquía castellana, y descripcion de su estado social hasta fines del siglo X.

El gran designio que concibieron los españoles

refugiados en las montañas septentrionales, de hacer frente á los conquistadores musulmanes y romper las cadenas de su oprimida patria, era asunto digno de la pluma de un eminente historiador. Por desgracia en lugar de buenas historias solo han quedado de aquellos siglos diminutos y rústicos cronicones, de lo cual se lamentaba ya en su tiempo el historiador Sandoval en la dedicatoria y el prólogo que preceden á la obra intitulada: Historias de Idácio, Isidoro, Sebastiano, Sampiro y Pelágio, recopiladas por él mismo. Por otra parte los árabes

cultos en gran manera desde el siglo IX en adelante, hablan en sus historias tan poco y tan confusamente de los estados cristianos en aquellos primeros siglos, que no es posible sacar de ellos noticias para suplir aquella falta. Asi es que el origen, progresos y primitivo estado de las monarquias cristianas procedentes de la restauracion, estan aun cercados de tinieblas, á pesar de las investigaciones hechas por autores muy respetables, asi nacionales como estrangeros.

El glorioso alzamiento de Pelayo anda engalanado en las crónicas antiguas con aventuras maravillosas (1). Los amores de Munuza con la hermana de aquel héroe, la sangrienta batalla cerca de Covadonga, en la cual quedaron muertos 1240 árabes, la arenga que hizo á Pelayo antes del combate el arzobispo Don Opas &c., son cuentos propios de aquella edad ignorante y fabulosa. ¿ Cómo hubiera podido el caudillo cristiano juntar una hueste bastante numerosa para hacer frente á la de

(1) Como si no bastasen los poderosos estímulos del patriotismo, del celo religioso y de la ambicion, los cronistas fingieron ó adoptaron ciertas aventuras romancescas para esplicar los sucesos estraordinarios. Asi se inventó la violencia hecha á la Cava por D. Rodrigo, como fundamento de la traicion de D. Julian, y los amores de Munuza con la hermana de Pelayo, para dar un colorido romancesco á la sublevacion de este gloriosísimo caudillo.

los enemigos, compuesta de 200 combatientes, segun Sebastiano y otros autores?

La historia de los árabes publicada por el Sr. Conde no hace mencion de Pelayo: tampoco hablan de él el continuador del Biclarense, ni Isidro de Beja, llamado comunmente el Pacense, autor contemporáneo á la invasion de aquellos, y cuyas noticias alcanzan hasta el año de 753. No obstante aquel silencio, seria temeridad negar la existencia de Pelayo y el suceso de la batalla de Covadonga; de lo cual se da espresa noticia en el instrumento de donacion que en 16 de noviembre de 812 hizo el rey D. Alfonso el Casto á la iglesia de Oviedo en otra escritura de donación que otorgó en 13 de abril de 869 D. Alfonso el Magno á favor del presbítero Sisnando; en el cronicon atribuido á este príncipe escrito pocos años despues de dicho instrumento; y en el cmilianense redactado en el año de 883. Estos venerables monumentos compuestos por las noticias que se conservarian en la memoria de los ancianos de aquel siglo, quienes debieron de oirlas á sus mayores, son dignos de fe y de la mayor recomendacion (1).

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(1) El escritor aleman Mr. Lembke, citado por Mr. Romey en su historia de España, se apoya en dos manuscritos árabes de Gotha para probar la existencia de Pelayo por aquel tiempo. Segun el primero de ellos, cuyo au

Para conciliar los testimonios afirmativos de estos documentos con el silencio del Pacense y del continuador del Biclarense, varios críticos han recurrido al espediente de retardar la época del rei

tor es Ahmed el Mokri, Belay de los asturiches (Pelayo) que estaba detenido en Córdoba en clase de rehen, huyó en tiempo del Horr ben Abdelrahman, conmovió á los cristianos contra el subgobernador árabe, le arrojó y formó un estado independiente. El segundo manuscrito atribuido á Ebu Hhayan dice que en tiempo de Ambisa (de 723 á 724) apareció en el norte de España un caudillo de los infieles reducido al ámbito cavernoso de un peñasco, en el cual se ocultó con 300 hombres. Ostigáronle los musulmanes, y le quedaron solo 30 hombres y 10 mugeres, que se alimentaban con la miel labrada por las abejas en las hendiduras de la peña. Despreciados estos pocos por los musulmanes fueron creciendo insensiblemente en número y poderío. Sin un conocimiento mas exacto de estos testimonios, no me atrevo á calificar el valor de ellos: y por la misma razon no hago mérito de otro autor árabe que cita el mismo Mr. Romey para probar que Pelayo derrotó al caudillo musulman Alkamah, y que el egército de este quedó sumergido de resultas de una tempestad. Estas relaciones tan poco acordes entre sí respecto al tiempo y las circunstancias, se hacen muy sospechosas, y mas no conviniendo con las noticias de los autores árabes. que tradujo el Sr. Conde. Tampoco debió este de considerar dignos de fe, , pues no se vale de ellos, otros testos árabes mas positivos citados en prueba de la existencia y del verdadero nombre de Pelayo, por D. Faustino Borbon, en sus Cartas ú observaciones críticas sobre algunos puntos de la Historia de España del Sr. Masdeu.

nado de Pelayo hasta casi mediado el siglo VIII. Asi lo hicieron D. José Pellicer, el marques de Mondejar, Masdeu, y el autor del Ensayo cronológico inserto en el tomo III de la Historia de España de Mariana, edicion de Valencia

Las crónicas antiguas no dicen lo que hizo Pelayo despues de la victoria de Covadonga; pero es de presumir que habiendo reinado algunos años despues, sin estender su dominacion fuera de Asturias y la Cantabria (1), se ocupase en el arreglo interior del estado, en aumentar sus rentas y fomentar la agricultura para proporcionarse re

cursos.

El bizarro D. Alfonso el Católico, yerno de

(1) La Cantabria, que por su límite occidental confinaba con Asturias, se incorporó con la nueva monarquía goda, asi como habia dependido de la antigua; pues aunque en ella mandaba un duque, esta dignidad no era hereditaria ni suponia un estado independiente, por mas que asegure lo contrario el P. Sota en su Crónica de los principes de Asturias y Cantabria, lib. 3', cap. 41. El señor Marina dejó ya sentado con fundamento en su Ensayo histórico de la legislacion de los reinos de Leon y Castilla, lib. 2, § 24, que estos duques en tiempo de los godos eran unos meros gobernadores de provincia amovibles á voluntad del Rey. Pero aun suponiendo independiente por aquel tiempo al de Cantabria, de todos modos se incorporó este pais con el reino de Asturias en el advenimiento de D. Alonso el Católico, hijo de D. Pedro, duque de Cantabria.

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