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papel que le estaba señalado y recitaba el discurso, cuya minuta acababan de entregarle los ministros. Sin embargo, el escrito se habia concluido ya y el rey hablaba todavia; hablaba y un prolongado murmullo de admiracion circulaba por el auditorio, mientras que los ministros pálidos de cólera escuchaban al príncipe que los acusaba de no haber protejido el trono contra las tormentas de las facciones, ni á la Constitucion de que era parte integrante.

Ofender cara á cara á unos hombres, para quienes la injuria iba á convertirse en prenda de reconciliacion y de popularidad, era un acto nias temerario que valeroso. La mayoria de las córtes se creyó ofendida en la persona de los jefes de 1812, y dividióse en fracciones un partido que hubiera convenido conservar compacto contra el bando militar de los demagogos de 1820. Las sociedades patrióticas y los clubs, adoptaron en triunfo la causa de los ministros á quienes antes atacaban con violencia, y estos últimos aceptaron el papel de amnistiados á que los partidos imponen obligaciones tan ruborosas. El congreso que parecia estampar su acuerdo sobre el de la asamblea lejislativa, despues de la ecsoneracion del ministro jirondino, declaró que el gabinete caido merecia la confianza de la nacion y negóse á designar otros

hombres á la corona, cuando esta los reclamaba de las cortes como garantia de sus simpatias.

Del seno de esta crisis largo tiempo prolon gada salió sin embargo el segundo ministerio constitucional, cuya memoria es un título de honor para la España y para los miembros que lo compusieron (1). La mayor parte de los que aceptaron el poder, lo aceptaron como una carga, sin haberlo ambicionado antes, y todos lo

(1) Compúsose de D. Eusebio Bardaji, D. Ramou Feliu, D. Vicente Cano Manuel, D. Antonic Barata, D. Francisco de Paula Escudero y del jeneral Moreno Daoiz. Mas tarde á consecuencia de Jos acontecimientos de Andalucía y de la formacion de las juntas de insurreccion, el rey tuvo que aceptar la renuncia de algunos ministros cuyas secretarias confió interinamente á varios individuos de las mismas. Tan luego como lo permitió el fin de la lejislatura sentó en las sillas del ministerio á Martinez. de la Rosa, Gareli, Moscoso y Bodega, que habian muchas veces seguido el curso de las opiniones pacíficas y honradas. Sin embargo de las diversas renovaciones de personas, el sistema continuó sin interrupcion, y debemos remontarnos al 1.o de marzo de 1821, para encontrar un ministerio de resistencia en España. Este gabinete no sucumbió sino á la fatal crisis del 7 de julio despues de diez y seis meses de una ecsistencia borrascosa.

dejaron con las manos puras, sin que manchasen sus nombres las infames sospechas de que no se habian librado ciertos hombres bastante diestros para poner su reputacion privada á cubierto bajo la fácil proteccion de las pasiones revolucionarias. Fácil es esplicar como el sistema de que aquel gabinete fue la espresion perseverante y valerosa sucumbió á la gravedad de los obstáculos, sin que en su caia tuviese motivo para acusar á la nacion española y para dudar de sus votos.

La ecsoneracion del ministerio Argüelles y García Herrero, habia dado á los ecsaltados en el seno de las córtes una mayoria accidental y flotante, y los diputados americanos recien entrados en la asamblea (1), vinieron en los casos árduos al socorro del partido comunero. Este era en efecto el medio mas seguro de desorganizar á España y de que fuese impotente con⚫ tra sus antiguas colonias. El ayuntamiento de Madrid, fiel á las tradiciones del demasia lo famoso de Paris, contrariaba de un modo formidable la influencia del congreso. Las socieda

(1) Cerca de cincuenta diputados americanos, la mayor parte de Méjico, asistieron á la segunda

sesion de las córtes.

des secretas minaban la representacion nacional, y la administracion entera y sus miembros gastaban en vociferaciones diarias una enerjia que se guardaban bien de ir á emplear en Cataluña ó en Navarra, y que despues de haber provocado la invasion francesa no supo resistirla un dia. Designábanse las víctimas á los martillos del populacho, sangrientos, aun del cráneo de Vinuesa, y á los puñales, cuyos mangos tenian asidos cuarenta mil sectarios, mientras que una mano invisible dirijia su pun. ta. Sábese en efecto que los afiliados de las Torde los Castillos juraban dar la muerte al que fuese declarado traidor, »votando su cuello al cuchillo, sus restos al fuego y sus cenizas al viento, si faltaban á su sagrado juramento."

res y

En medio de este desbordamiento de la ima. jinacion y de las palabras, organizábase la resistencia de los absolutistas en casi todos los puntos, menos compacta que en el dia en las cuatro provincias, pero mas universal. Galicia, Navarra, Cataluña, Andalucia y ambas Castillas, se veian infestadas de partidas, cuyos triunfos momentáneos reanimaban las antiguas ilusiones en el corazon del rey y la cólera anárquica en el seno de los conciliábulos secretos. La derrota sin combatir de los napolitanos, habia inundado los cafes de las ciudades populo

sas de una masa de hombres. que intentaban encubrir su cobardia con su violencia; Aragon, éra la fragua de una conspiracion republicana, urdida á un mismo tiempo contra Francia y contra España, y hallábase ennarañado en ella. Riego, al decir de la fama, si es que no era su jefe. Las relaciones diplomáticas se hacian ca. da dia mas dificiles, porque si en Paris como en Madrid, los gobiernos deseaban todavia la, paz, dos partidos opuestos deseaban ardientemente la guerra; la guerra necesaria al uno para apoderarse del mando, y al otro para, recobrarlo. Finalmente, para hacer frente á los peligros del momento y á los del porvenir, el ministerio se apoyaba en un rey cuyo corazon era tan incapaz de reconocimiento como su voluntad de decision, y que á los primeros triunfos brillantes de las bandas de la fe ó de los clubistas, hubiérase entregado con alegria á los unos y sin resistencia á los otros.

Colocado en tan terrible alternativa el gabinete, tuvo primero que luchar contra una maniobra, cuyos plagiarios han sido los hombres de 1835, porque en la Península está recorrida ya de mucho tiempo á esta parte la serie de todos los desórdenes, y los partidos antiguos pueden leer su destino en su historia. Organizáronse entonces contra el poder esas

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