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de conciliacion y de justicia que preparaban á la desventurada pátria!

¿ Mas que importaba á los furibundos realistas que el decreto produjese tan fatales consecuencias, si lograban de este modo alejar del lado del rey á los hombres que polian señalarle el verdadero sendero para restablecer el ór. den y la tranquilidad? Las súplicas, el llanto de tantos proscritos no les interesaban, ni pensaban el resultado fatal, prócsimo ó remoto, á que conducen siempre las grandes injusticias. Su deseo era desterrar de Sevilla antes de la llegada de S. M. á los amigos del monarca y de la monarquia, que habian dado pruebas no dudosas de que merecian semejante título ¿No fue espulsado de Sevilla el mismo que el 7 de julio, derrotados los guardias, cuando la confusion reinaba en el palacio, ofreció en sacrificio su vida al pie del trono para salvar la de Fernando, mientras que la multitud de cobardes que habian soplado la sedicion de los guardias no tenian aliento sino para temblar y rogar que los sacasen del abismo en que yacian sin miramiento á los medios y por humillantes que fuesen ?

Al lenguaje osado y descomedido con que algunos ministros de corta vista trataron al rey, succedió el lenguaje de la mas baja, de

la mas grosera, de la mas vergonzosa adulacion. Las felicitaciones, los discursos, todo estaba confeccionado en la vileza, en una especie de idolatría que á la primera vista descubria cuan forzada era la espresion, y que en vez de palabras nobles, enérjicas, dictadas por la conviccion y el sentimiento, se buscaban ecsajeraciones para hacer alarde de un respeto y de una sumision que en jeneral estaban lejos de sentir los que los manifestaban. Quiero evitar á mis lectores el fastidio que les causaria la lectura de algunos trozos de tan viles documentos, pero sin duda llevarán á bien que copie el anuncio inserto en la Gaceta de Madrid de 1.o de noviembre de 1823.

>>El ayuntamiento de Sevilla ha nombrado una diputacion de su seno para que acompañe á SS. MM. y AA. hasta la córte: y proveerá cuantas urjencias, necesidades, gustos ó deseos puedan tener el rey y su familia. S. M. le ha concedido el permiso de que continúe y se presente todos los dias como han suplicado los comisionados."

Aqui vemos al rey de España viajando á espensas del ayuntamiento de Sevilla, que no solamente debia proveer á las urjencias y nece sidades del rey y de su familia, sino tambien á sus gustos y á sus deseos. Asi hacian res

petable la autoridad real los hombres que intervenian en los negocios, sin pensar que un lenguaje de tan vil naturaleza habia de degradarla. Amas, si se hubiera cumplido esta fanfarronada andaluza hubiérase cometido una grande injusticia, porque se hubiera arruinado para siempre el ayuntamiento de Sevilla. Mas aunque no se verificase ni fuese posible, los gobernantes quisieron insertar esta estravagancia en la Gaceta, para que ni España ni la Europa entera pudiesen dudar del realismo inminente, y del entusiasmo que inspiraba la presencia de Fernando VII, al observar que un ayuntamiento se proponia satisfacer sus urjencias, sus necesidades, sus gustos y sus deseos, los de su numerosa familia durante un viaje de veinte dias.

El duque de Angulema, que como he indicado, esperaba á Fernando en el puerto de Santa Maria, no pareció muy satisfecho del rumbo que habian tomado los negocios en España. Aunque no fuese natural el que tan pronto se desconociesen los importantes servicios del ejército frances, cuyos esfuerzos habian obtenido la libre salida del rey; y aunque el mas leve disgusto dado al príncipe jeneralísimo debiese recaer no solo sobre el ejército entero, sino que debia tambien ser muy dolo

roso al rey de Francia, hay fundados motivos para creer que el duque esperimentó al menos mucha falta de miramientos, y no puede atribuirse á otra causa la precipitacion con que salió de España, cuando tan regular parecia que acompañase al monarca hasta su córte. El príncipe no fue con Fernando á Sevilla, y á su paso por aquella ciudad, donde residia toda la corte española, no se detuvo mas de veinte y cuatro horas: prueba evidente de su disgusto, y no debe causar admiracion el que el jefe del ejército frances sintiese que no se cumplieran las promesas hechas á los españo les: quizás recordaria tambien el duque entonces el recibimiento que el gobierno español le hizo en 1815, como igualmente al duque de Borbon cuando se refujiaron en la Península. El príncipe tuvo razones poderosas para creer que el mismo espíritu reinaba en la córte española en la segunda época que en la primera,

El rey permaneció en Sevilla hasta el 23 de octubre, y llegó á Madrid el 13 de noviembre. Tanta lentitud redoblaba la impaciencia jeneral, porque se consideraba como interino cuanto se hacia hasta la llegada de Fernando á la córte, y algunos decretos anunciaban tambien medidas futuras para el momento en que S. M. fijase las plantas en el palacio de sus an3

TOMO III.

tepasados. Un enviado estraordinario del Emperador de Rusia (1) aguardábale alli para cumplimentarle por su libre salida de Cádiz, y segun la opinion pública, influyó poderosamen te en el nombramiento del nuevo ministerio. Compúsose en jeneral de hombres mas moderados que el anterior, y el ministro de Estado de la rejencia que había sido confirmado en su puesto, como hemos visto por uno de los primeros decretos espedidos á la salida de la isla gaditana, el mismo de quien el rey hacia tan pomposo elojio, cayó del mando y salió

de Madrid.

(1) El conde Pozzo di Borgo.

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