Imágenes de páginas
PDF
EPUB

doce mil jefes y oficiales del ejército constitucional, deseaban al menos que un gran número de ellos muriese de hambre, y que otros tuvie sen que lanzarse en el camino del crimen para conservar la dulce ecsistencia. El resentimiento de tantos individuos, de sus familias, de sus amigos y apasionados, la censura de cuantos deseaban de buena fe el órden público y la paz y ventura de la patria, nada significaban á los ojos de los realistas ecsaltados, , cuya influencia se daba á conocer demasiado en todos los actos del gobierno. Pero por fin triunfó la parte mas sensata del ministerio, y señalóse aun que tarde el debido sueldo á los oficiales indefinidos, que así se llamaban, y esta medida contribuyó en gran manera á calmar la inquietud y á disminuir la efervescencia.

No se observaron las capitulaciones, convenios ni transacciones estipuladas con los franceses, ni tampoco las que firmaron los jenera les españoles nombrados por el rey despues de su salida de la isla gaditana. Las autoridades es◄ pañolas se burlaban de semejantes convenios, y el partido dominante se indignaba con la sola idea de que pudiese darse la menor importancia á las ofertas hechas al conde de Cartajena, al jeneral Ballesteros y á los demas militares que ha bian entregado las armas y reunidose á los fran

ceses con condiciones determinabas. Semejante conducta no podia menos de acrecentar la irritacion produciendo el descontento hasta en las filas del ejército aliado, bajo los auspicios del cual, se quebrantaban sin pudor las promesas de sus jenerales en el mismo momento en que el gabinete de Madrid se apoyaba en sus bayonetas. Hablóse con fundamento de algunas notas pasa. das con este motivo y otros muchos por la cór te de Luis XVIII á la de Fernando; mas no produjeron resultados, porque no todos calculaban los obstáculos que era necesario vencer para inducir al gobierno españolcá las vias de tem planza y por el contrario se figuraban que el monarca accederia á cuanto le pidiesen los fran ceses que le habian restituido al trono, y de aquí deducian la consecuencia de que el gabine te frances no tomaba el asunto con el calor que hubieran deseado los interesados y que es taba fundado en los principios de la justicia De tales supuestos se seguia la idea de que jefes franceses nunca habian tenido la intencion de cumplir las promesas estipuladas para facilitar el triunfo. Tal opinion es escusable, porque hasta la publicacion de la correspondencia entre los gobiernos frances y español, se creerá siempre que el primero no hizo los esfuerzos que

los

eran de esperar para el cumplimiento de las ofer tas del príncipe que restableció en el trono á Fernando VII. ¿De quien podrán fiarse los españoles despues de haber visto que quedaba sin ejecu eion la palabra del duque de Angulema? El carácter personal del príncipe frances fue causa de que muchos hombres de bien que nunca húbieran transijido con la rejencia de Madrid abandonasen la causa de las córtes, no obstante que conocian la tendencia y los principios del partido á que pertenecian los miembros de la rejencia. Arrojáronse en los brazos del ejército frances, prestaron servicios muy positivos y facilitaron á sus jefes un triunfo fácil y ventajo, so. Apesar de esto, en el momento en que escribimos numerosos españoles jimen en la mise. ria, otros viven perseguidos, espuestos á pere. cer, ó suben al cadalso á la vista y con la custodia de los mismos franceses, á cuya victoria contribuyeron y cuya proteccion en vano recla man y no se les imputa mas crímen que sus opiniones, y su política antes de la salida del monarca de la isla gaditana. Mientras que el gobierno frances no dé pruebas públicas á la faz de Europa, de que trabajó para que se observasen los tratados, para que se cumpliesen las promesas del duque de Angulema, los españoles

[ocr errors]

tendrán un justo motivo de queja, y quedarán siempre dudas poco favorables al honor y bue na fe de los franceses (1).

No me detendré á probar la necesidad que tenia Fernando de dar apenas salió de las puer. tas de Cádiz, una amplia amnistia, porque to dos los hombres de talento están de acuerdo en que no hay otro camino para poner térmi no á las disensiones civiles. Desde los últimos meses de 1823 no cesaron de circular rumores de una amnistia, fundados sin duda en un prin cipio tan positivo y político. Susurrábase que estaba decretada, y que se habia consultado el

(1) El vizconde de Chateaubriand en su Congre so de Verona y guerra de España, suelta algunas especies sobre el punto en cuestion; y otros histo riadores han hablado de las notas que de Paris á Madrid circularon, reclamando el gabinete de las Tu. llerias el cumplimiento de los tratades. Pero enton ces las bayonetas francesas dominaban la Península, y cuando se cuenta con un argumento tan poderoso se logra fácilmente lo que se solicita, mucho mas cuando á la fuerza acompaña la justicia. Luego el ministerio frances quiso solo dorar las desgracias de España, mas no remediarlas, porque á su querer no habia resistencia. Opónese á estas

proyecto á la corte de Francia; y á cada cor reo se aguardaba tan benéfica providencia: trascurrieron sin embargo semanas y meses sin que saliese á luz, atribuyéndose á diversas causas tan estraordinaria tardanza: y lo que no admite duda es que los ministros mas ilustra dos querian que se promulgase una amnistia en estremo lata y como la aconsejaba la política, Mas los absolutistas mas ecsajerados no atreviéndose á combatir de frente la idea en su esencia, oponian incesantes obstáculos y la ré, tardaban como convenia á sus planes. Corrió entonces la voz de que el jeneral en jefe del

razones que los frailes hubieran sublevado el reino, como se ha dicho al tratar del decreto de Andujar por algunos franceses: ¡miserable respuesta! Los frailes hubieran sido destruidos, y su poder ani quilado sin el apoyo del ejército aliado, si se hubiesen empeñado en sostener la injusticia y el crímen: no negaremos que el fanatismo dominaba al vulgo, que contaba el realismo furibundo con numerosos atletas: : pero tambien la libertad, y sobre todo el órden público y la paz, tenian machísimos defensores: cien mil bayonetas hacian inclinar el peso de la ba lauza al lado donde se colocabau. Al hablar asi culpamos al ministerio frances y á su tortuosa marcha,

« AnteriorContinuar »