Al mar soberbio que pavor ponia. Y las olas alzaba Hasta tocar el cielo encapotado, Tragándose navíos, Como las enramadas nuestros rios. Que entonce el alarido Y acabar de los tristes Quebraba el corazon en tal cuïta, De herida oveja oistes, choto que su madre solicita. ¡O ceguedad maldita, Sobre un pino delgado! Mejor es de este prado Hollar con firme planta la verdura Tras los corderos mios, Que ver, Arcadio, el mar ni sus navíos. ARCADIO. Ni yo, Batilo, quiero Ver mas que nuestros prados, Ni beban mis ganados de otro rio. Aquí no lobo fiero Nos trae alborotados, Ni nos daña el calor, ó hiela el frie No ajeno poderío Nuestro querer sujeta, Ni mayoral injusto Nos avasalla el gusto. Todos vivimos en union perfeta, Nos dan salud y varonil esfuerzo. Y descanso seguro y regalado. Ni el pastor envidioso Murmura la ventura Del otro á quien da el cielo mas ganado Ni el mayoral honrado Burla al zagal sencillo, Ni con doblez le trata: Ni su seno recata La amada de su tierno pastorcillo; Que el amante y la fuente Gozan de su belleza libremente. Como las ciudadanas, A engañar no se enseñan Nuestras bellas y cándidas pastoras, Ni en su beldad livianas, Nuestro querer desdeñan, O mudan de amador á todas horas. Mejor que las sonoras Canciones de la villa Sy voz suena á mi oido, el ronco alarido De sus plazas, la voz de mi novilla. Mas canta tu tonada De la vida del campo descansada. BATILO. ¡O soledad gloriosa! ¡O valle! ¡o bosque umbrío! i ¡O selva entrelazada! ¡o limpia fuente! ¡O vida venturosa! ¡Sereno y claro rio, Que por los sauzes corres mansamente! Del uno al otro dia.. La inocencia de engaño está segura, Y todos son iguales Pastores, ganaderos y zagales. El cielo despejado Y el canto repetido De las pintadas aves por el viento, El balar del ganado,, Y plácido sonido Que del zéfiro forma el blando aliento; Tal vez el tierno acento De alguna zagaleja Que canta dulcemente, Y este oloroso ambiente En grata suspension el alma deja, Y á sueño descansado Brinda la yerba del mullido prado. No aqui esperanza o miedo, Las tramas y falsias Que saben los soberbios ciudadanos. El pastorcillo ledo En paz goza sus dias Sin entregarse á pensamientos vanos. Los cielos soberanos Bendicen su majada, Y él con sencillo zelo Da bendicion al Cielo, Tal vez acompañando la alborada Sin rezelo ni susto Los términos pasea De las cabañas que nacer le vieron ; Y hora aparta con gusto La cabra en su pelea, O ve do los jilgueros nido hizieron : Si al lagarto sintieron Sus tiernos corderillos, Corrieron ó balaron : Hora al yugo acostumbra los novillos: Hora fruta á flor nueva En don alegre á su zagala lleva. Así Tirsi decia, Que la primera gente Como agora vivimos los pastores, Por los campos vivia En la edad inocente, Antes que del verano los ardoreş Cuando la encina daba Mieles, y leche el rio; Cuando del señorío Los términos la linde aun no cortaba, Ni se usaba el dinero, Ni se labraba en dardos el azero. ¡O grata vida! ¡o cuanto Me gozo en tí seguro! De flores coronado Y al cielo el rostro alzado, Este vaso de leche alegre apuro. Bebe Arcadio, y gozemos Tan feliz suerte, y á la par cantemos. POETA. Así loando fueron La su vida inocente Los dos enamorados pastorcillos, Del alamo en la fuente, Llevando allí á pastar sus ganadillos, Y yo que logré oillos Detras de una haya umbrosa, Con ellos comparado Maldije de mi estado. De entonces la ciudad me fué enojosa, Y mil alegres dias Gozo en sus venturosas caserías. EL ZAGAL DEL TORMES, Fértiles prados, cristalina fuente, Bullizioso arroyuelo, que saltando De su puro raudal plácido vagas Entre espadañas y oloroso trébol; Y tú, álamo copado, en cuya sombra Las zagalejas del ardiente estío Las horas pasan en feliz reposo, A Dios quedad: vuestro zagal os deja, Que allá del Ebro á los lejanos valles Fiero le arrastra su cruel destino, Su destino cruel, no su deseo. Ya mas i O Tórmes! tu corriente pura Sus ojos no verán no sus corderas Te gustarán, ni los viciosos pastos De sus riberas gozarán felizes: No mas de Otea las alegres sombras, No mas las risas y sencillos juegos, |