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das por el sujeto muchas veces, que solicitan pero no obligan, mueven pero no violentan. Los últimos representan necesidades sociales; requieren imperiosamente realización, pero no destruyen, aunque si limitan, la Ebertad de quienes deben llenarlas: éstos son estimulados a obrar voluntariamente mediante inclinaciones particulares más o menos elevadas según las circunstancias de cada persona: los unos con el bien sensible, aquéllos con el bien altruista, los otros con el glorioso e imperecedero bien del espiritu.

Con las leyes sociales subsiste, pues, la influencia capital de las ideas. Dotadas de su fuerza intrínseca, enamoran y conmueven al hombre, y lo llenan de entusiasmo, y dirigen en determinado sentido las actividades y la historia de los pueblos. Obran con eficacia portentosa, e imprimen doquiera la huella de su paso. Nacen, crecen, inflaman, se multiplican, y luego, o viven siempre frescas en el alma de la humanidad, o se quedan rezagadas en la penumbra del pasado, ora vestidas de pobreza y egoísmo, ora manchadas de sangre, ora, pacientes y humildes, en espera de resurrección futura. Y los tiempos y los medios y las razas las visten de mil varias tonalidades y les infunden mil diferentes inclinaciones y destinos; y aquí tuercen y allá enderezan; y allí mueren y acullá medran; y hoy viven ponderadas y gloriosas, y mañana cubiertas de olvido y de tristeza 19. Son como potentes caudales de agua que en teniendo cauce vivifican y aprovechan, y corriendo desordenados, dañan y

(19) "Quand on cherche (escribe el benemérito y sabio Jacques Maritain) à retrouver dans l'histoire la ligne d'évolution d'une force spirituelle, il est clair qu'on doit considérer celle-ci comme une raison séminale donnant lieu à un devenir aux formes variées, conditionné a la fois par sa propre logique interne (causalité formelle) et par les accidents humains dont il dépend (causalité matérielle). Il s'agit donc d'établir des trajets de forces spirituelles passant par les hommes, avec toutes sortes de reprises et de rejaillisements imprévus, et d'énormes discontinuités apparentes, beaucoup plus que des relations directes d'homme à homme". ("Trois réformateurs", París, 1926).

matan; o como la semilla del sembrador de la parábola, que "una parte cayó hacia el camino y fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; y otra parte cayó sobre la piedra, y nacida se secó por no tener humedad; y otra cayó en medio de las espinas, y las espinas que brotaron con ella la ahogaron; y otra cayó en tierra buena, y brotando dio fruto ciento por uno" 20, y muchos fueron buenos por ella, y se trasmitió profusamente de generación en generación.

Tal es, en pocas palabras, la que, si se nos permite, pudiéramos llamar concepción dualista u orgánica de la historia: la que no se detiene en el afectado intelectualismo naturalista ni se limita a llenar de fantasmas la imaginación halagando el sentimiento; la que mira a los órganos sociales repletos de espiritu humano, y no como simple terreno de actividad físico-quimica; la que no se extasía en la abstracta contemplación de las ideas y del originario estado de naturaleza, sino que busca en la actividad sensible, en la experiencia diaria, la condición de la actividad intelectual superior; la que vive en la propia conciencia de los hombres, que si se declaran libres, señores y dueños de sus actos, a la par se sienten en función de su raza, de su medio y de su época.... La que no es arte lirica y personal, ni ciencia experimental o especulativa, sino arte profundamente cientifica, o como (aunque en distinto sentido) dice Menéndez y Pelayo, "arte objetiva, guiada y dominada por los estímulos y caricias del mundo exterior, del cual, como de inmensa cantera, arranca los hechos, que luego con verdadera intuición artística, interpreta, traduce y desarrolla" 21... La que traslada al orden histórico aquella sencilla sentencia aristotélica demostrada por el Angélico y "confirmada hoy día por una de las ciencias más jóvenes, la psicologia experimental": el acto de sentir no pertenece al

(20) S. Lucas, VIII, 4.

(21)

Menéndez y Pelayo: "La historia considerada.. &..".

alma sola ni al cuerpo solo, sino a un sujeto compuesto de alma y cuerpo 22: la historia de una nación no pertenece al solo cuerpo social ni a sola el alma social, sino a un sujeto, órgano vivo y animado de espíritu, compuesto de alma y cuerpo. . La que, por fin, y es razón capitalisima, ni cae en la negación o agnosticismo de la Causa Primera ni niega la Divina Providencia, sino que, por el contrario, alzando vuelo con el ala doble de la inducción y de la deducción, encuentra en la misma historia que construye y alimenta, huella visible de aquel Soberano Señor, Sustancia Eterna, Acto Puro, Providencia y Fin, que vistió de su hermosura todas las cosas, y dictó las leyes evolutivas de los tiempos, y les puso dique en la propia diferencia específica del sér: y a la sustancia inorgánica le hizo en la propia naturaleza el regalo de las leyes físicas; y al vegetal le agregó con el principio vivo las leyes vegetativas; y sumó con el sér sensible al animal las leyes de la sensibilidad; y al hombre le hizo libre y con la libertad le dio las leyes éticas; y a las naciones, que no son sino conjuntos de hombres de tradición y caracteres comunes, les puso leyes sociales; y con todas estas leyes o modos de obrar, que corresponden a los modos de sér de las criaturas en que residen, maneja y gobierna el Universo, y lo encamina sin fuerza de nadie al fin para que lo crió, y el Universo a El le alaba y glorifica, y declara sin cesar su gloria y su grandeza, y anuncia las obras de su mano soberana por los siglos de los siglos 23

(22) Suma Teológica, P. I, C. LXXVII, Art? V; "Summa Philosophica contra Gentiles", Cap. LXXII.

(23) Salmos, XVIII, 1.

II

Aplicó el Dr. Rivas el método histórico al estudio de los origenes de la independencia venezolana; y después de pesadas y medidas con admirable serenidad las causas que determinaron nuestra mayor evolución política, puestas a un lado las exageraciones del romanticismo antiespañol, tan natural después de la guerra, hizo justicia a la gloriosa colonización de la Madre Patria con estas elocuentes palabras, selladas por la autoridad filosófica de Renán: "ni de ingratos, ni de opresores pueden ser calificados los personajes de la imponente epopeya de la emancipación: los unos contaron con la fuerza necesaria para ser independientes, en tanto que los otros habíanles suministrado en sangre, en educación y en bienestar, los elementos de esa fuerza. Si un día, el furor de las pasiones dio origen al denuesto y a la recriminación, tales sentimientos no deben ser el criterio del historiador, ni estaría bien que albergasen a la hora presente en nuestros corazones. Como lo afirma Renán, «el error más peligroso es creer que se sirve a la patria calumniando a los que la han fundado. Todos los siglos de una Nación son como las hojas de un mismo libro. Los verdaderos hombres de progreso son aquellos que tienen por punto de partida un respeto profundo al pasado>" 24.

Y si el Dr. Rivas se empeñó en esta ponderación de los valores coloniales, contraponiéndose al modo con que hasta su época se había concebido la historia del país; si fue a buscar en los lejanos tiempos primitivos el verdadero origen del movimiento independiente, fue por

(24) Renán: "Souvenir d'Enfance et de Jeunesse". Rivas:

lug. cit.

que, como él mismo dejó escrito, “desde que con algún espiritu crítico me dediqué al estudio de los sucesos que determinaron la separación de la Capitanía General de Venezuela de su antigua Metrópoli, me pareció que sólo como arma de propaganda y de lucha o como medio de alentar a los renuentes pudo llegarse a afirmar que la obra de libertad realizada por nuestros mayores no obedeció a otro objeto que al de poner fin a un vasallaje inicuo que un puñado de hombres impusiera sobre pueblos indefensos con el ánimo de expoliarlos. Más extraña se me presentó aún la corriente y soñada creencia de que el movimiento emancipador lo hubiera hecho nacer el deseo o la necesidad de vengar a los aborigenes de América. Dificil me pareció, en verdad, que los nietos de los conquistadores, a cuyo mayor bienestar propendieron las órdenes legales emanadas del soberano de España; que los sucesivos retoños de los hombres que en las Indias implantaron la civilización europea; que cuantos, en una palabra, lucharon luego por que arraigase y fructificase en tierras ignoradas la simiente moral y política traída de un mundo adelantado en cultura, pudiesen de repente, como despertados a una luz desconocida por misterioso conjuro, sentirse desposeidos de bienes que originariamente les pertenecieron o se juzgaran dominados por extrañas y enemigas gentes. Inexplicable era ciertamente para mí que los poseedores de las tierras americanas, que cuantos se habían ufanado en la época colonial por mantener incólume la integridad de la raza de que descendian, se hubiesen imaginado los vengadores de Guaicaipuro o de Paramaconi, los herederos de los indios cuyos territorios habian sido repartidos a raiz de la fundación de las nuevas ciudades entre los González de Silva, los Infantes, los Briceños o los García de Paredes. Pero ni menos inexplicable ni menos extraño fue para mí, como sin duda lo es a la hora presente para muchos hombres dados a estos estudios, que en los tres siglos de escurantismo y de esclavitud, como de ordinario se cali

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