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escuelas, dice Fritz, apenas abiertas, recibieron numerosos oyentes, aun protestantes 55.

Si tales fueron los opimos resultados de la enseñanza privada, oigamos respecto de la pública al ilustre pedagogo Buisson 56 a quien no placerian mucho aquéllos, clerófobo como es o fue, especializado en clérigos de la Compañía de Jesús.

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Antes de la Revolución, refiere, había en Francia academias, grandes establecimientos científicos y escuelas especiales extrañas a las universidades, universidades, colegios y escuelas primarias. De todos estos institutos las dos primeras categorías no se refieren propiamente a la enseñanza pública.

"Las universidades completas comprendían las cuatro facultades: teologia, derecho, medicina y artes”, sometidas todas a la influencia decisiva de la Iglesia, quien “juzgaba la doctrina de los maestros, les conferia grado de licenciado y les imponía un género de vida casi eclesiástico"; y aunque algunos reyes, y principalmente Enrique IV de Navarra, trataron de eludir la autoridad pontificia, es lo cierto que en definitiva "las cosas permanecieron en el mismo estado hasta el año de 1762”.

Los colegios eran universitarios o privados, y enseñaban sobre todo latinidad, retórica y gramática: “la manera como se instruye a la juventud en los colegios de la universidad deja mucho que desear, decían los propios augustos labios del Rey Sol: los escolares aprenden cuando más un poco de latin, pero ignoran la historia, la geografía y la mayor parte de las ciencias que sirven para el comercio de la vida" 57

(55) Fritz: "Esquisse d'un système complet d'instruction et d'éducation". A. D'Alès: “Dictionnaire Apologéthique...&..." (56) F. Buisson: "Nouveau Dictionnaire...&...": France. (57) Es precisamente lo contrario de lo que hoy acontece casi a diario. Los escolares aprenden cuando más un poco de historia o de geografía o de "cosas necesarias para el comercio de la vida", pero ignoran absolutamente el latín y los conocimientos clásicos, y

"Las escuelas (habla M. Babeau) estaban más extendidas en las regiones del este y del norte que en las del centro, oeste y mediodía". "Dependían (agrega Buisson) de los obispos en la doctrina, de los curas en la vigilancia, de los ayuntamientos en la subsistencia. Como medida de economía, el municipio decidía algunas veces al más letrado de los habitantes a encargarse de instruir a los niños mediante un pequeño salario. En otras partes era el cura o vicario de la parroquia quien asumía esta tarea". "El salario de un maestro (es noticia del abate Mathieu) se componia: 1o de lo que le pagaba la iglesia, 2 de un sueldo fijo que le señalaba la comunidad, y 3 de las pensiones que costeaban los padres de los estudiantes".

De los edificios materiales explica el ya citado Buisson: “En las provincias más ilustradas las casas de las escuelas eran frecuentemente pobres cabañas cubiertas de paja; en otras partes la escuela ni siquiera tenía lugar determinado...."

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De todo lo cual se deduce a ciencia cierta que la enseñanza europea durante los siglos XVI, XVII y XVIII ni fue función ni mucho menos obligación del Estado, ni se emancipó de la latinidad y de las letras eclesiásticas, ni tuvo mayor fundamento que el de la autoridad

(58) No se ocultó esta significativa circunstancia al sereno criterio del Dr. Rivas: "oficialmente y en todo el mundo culto de entonces, en París como en Heildelberg, en Oxford como en Salamanca, el primado de honor era aun conservado por la ciencia de los Agustines y los Sánchez, de los Aquinos y los Suárez. Pretender que a las colonias se les hubiese otorgado un sistema de educación de que la Península carecía es cosa por demás absurda".

de filosofía sólo adquieren algunas nociones entre despectivas y confusas, como no se tengan por tales las que hacen ley entre periodistas y psicólogos de folletín... A la hipertrofia decadente de la metafísica ha sucedido (y esto es natural) una alarmante atrofia de toda cultura filosófica.

y esplendor de la Iglesia, pesia la parte que en ella pusieron los reyes, los señores, los municipios y los particulares. Aunque "la evolución de la vida intelectual y de la cultura (dice el distinguido profesor universitario de Giessen, Augusto Messer), no permaneció estacionaria, sino que dio lugar a movimientos pedagógicos de reforma, los cuales, a su vez, provocaron en el sistema de enseñanza ciertas alteraciones que pueden comprenderse bajo la denominación genérica de «realismo» pedagógico, la influencia ejercida por el Humanismo y las cuestiones religiosas sobre el sistema de enseñanza desde la primera mitad del siglo XVI, perduraron en términos esenciales hasta ya entrado el siglo XVIII" 59.

Dedúcese, por ende, que no es sensato (pero ni siquiera racional), y esto desde el exclusivo punto de vista de la interpretación histórica, acusar a los gobiernos coloniales de que no fundasen ni sostuviesen colegios, o denigrar de éstos porque enseñaron latín y ciencias especulativas, o maldecir su memoria, cuando no negar su existencia, porque estuvieron dirigidos o reglamentados. por clérigos o porque hicieron llana y pública profesión de su fe y de su Dios. Tal argumento constituye contrasentido palpable; vale tanto como inculparles que no leyesen biología, electricidad o psicología experimental; es volverse de espaldas a la ciencia histórica y declararse vasallo de ideologías intransigentes y necias. Fuera de que mirada la cosa desde el punto de vista filosófico, y aun social y político (tema tan atractivo y hermoso cuanto extraño a nuestro actual desarrollo), el juicio de la educación de aquellos tiempos no es tan sencillo como parece ya dijo algo que bien pudiera aducirse al respecto nuestro gran Juan Vicente González: "las facultades humanas se fortifican con el estudio del latin, que es el verdadero fondo de una educación distinguida"; de la

(59) Messer: "Historia de la pedagogía": Trad. de Manuel Sánchez Sarto, Barcelona, 1927.

caida del latin "data el empobrecimiento de la inteligencia venezolana, que se hace sentir ya demasiado en las costumbres” 60

60.

61

Dedúcese, por último, como ya se observó atrás, que la linea evolutiva general de la educación caraqueña reproduce, aunque en pequeño y con las naturales diferencias de grado que existen todavia, el desarrollo de la educación europea 6 : al principio, las pequeñas escuelas, ora formadas a la sombra de conventos o iglesias, ora privadas o favorecidas por el Ayuntamiento; luego, la enseñanza secundaria, bajo la inmediata tutela del obispo, sostenida por los estudiantes con ayuda municipal o episcopal mientras se hizo efectiva la real concesión de 1592; más tarde, el Colegio de Santa Rosa, instituto verdaderamente universitario, donde se cursaba desde latinidad de mínimos; en seguida, la Universidad Real y Pontificia; y por último, el Protomedicato, el Colegio de Abogados, la Academia de Derecho Español y Público. Sólo que, como la Colonia era española, tuvo la enseñanza algunas modalidades propias de la Metrópoli; y así, el regalismo de los Austrias, so color de privilegio de patronato, ejerció desde el principio soberano

(60)

Biografía del Dr. José Cecilio Avila. 1858.

(61) Además de lo expuesto, adviértase que el plan general de la enseñanza caraqueña seguía, determinado por el medio, el que se desarrollaba entonces en España. El célebre autor alemán Ludwig Pfand!, en la "Introducción al estudio del siglo de oro" (Barcelona, 1929) dedica el Cap. VIII a la "Educación, enseñanza y costumbres literarias" de aquella gloriosísima edad; y en él habla de las escuelas, que "no pertenecían ni a la ciudad ni al estado sino que eran en su mayor parte escuelas conventuales o fundadas y sostenidas por personas privadas"; de los colegios mayores, que fueron víctimas de la general decadencia del siglo XVIII aunque merecieron en el anterior aquellas palabras del "Criticón" de Gracián: "oficinas donde se labran los mayores hombres de cada siglo, las columnas que sustentan después los reinos, de quienes se pueblan los Consejos Reales y los Parlamentos supremos"; y, por fin, de las Universidades, que tenían "unas carácter puramente secular o expresamente monástico, y otras estaban organizadas como la de Farís o como la de Bolonia; en unas era preferido y adoptado el método escolástico, en otras el humanístico".

dominio sobre el régimen de escuelas, colegio y universidad, sin que jamás se hubiese discutido (so color de patronato, repito) la suprema autoridad del Rey. De donde resulta que todos aquéllos que miran la enseñanza como función del Estado deberían encontrar la de las colonias hispanoamericanas mucho más adelantada, a lo menos por este respecto, que la de Francia, Inglaterra y Alemania, donde la autoridad religiosa privaba sobre la civil....; mas ¡cosa singular!: son precisamente los tales quienes hablan con mayor violencia acerca de nuestro pasado español.

Achaque común de todos éstos es lamentarse a diario de que Sur América no hubiese sido colonizada por ingleses o franceses. Mas, si bien se repara en la experiencia, hoy adulada madre de la sabiduría, y si la estadística y las matemáticas no mienten, ninguna nación antigua ni moderna hace ventaja a España, con todos los defectos y lunares que tuvo, en el sistema de colonizar: siempre que se atienda, eso si, como a criterio de juicio, al efectivo desarrollo nacional de las colonias y no a su perdurable mantenimiento en servidumbre, ni al apagamiento del espíritu propio, ni menos aun al beneficio de la Metrópoli que acapara todos los ramos de producción moral y física. Y para que este aserto quede debidamente formulado, he aquí, escogidos entre muchos, algunos de los incontables datos y autoridades que lo fundan.

Colonias británicas.-"Un vistazo hace ver en conjunto (dice la mencionada obra de Buisson, 1911) que en las colonias de la corona (nombre general que abraza todos los países dependientes del Imperio Británico, a excepción de las colonias autónomas y de la India) la enseñanza elemental no es todavía avanzada: Malta es la sola

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