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medioevales, que marcharon incansables de país en país, abriendo dondequiera sus cátedras y sembrando en todas partes la semilla, humilde o vigorosa, de sus conocimientos. Ortiz Gobantes habia enseñado según su declaración propia, en el Nuevo Reino de Granada, en la Provincia del Rio de la Hacha y "en algunas Ciudades del rio grande de la Magdalena"; y sin posar en parte alguna, llevado de espíritu viajero, entró con el siglo XVII en la Gobernación de Venezuela y puso primero cátedra en Nuestra Señora de la Paz y después en la Nueva Segovia. Cuatro años llevaba leyendo su curso de Gramática en las dos ciudades venezolanas, cuando movido por la concesión de Felipe II (y quizá por el ansia secreta de nuevos horizontes) se trasladó a Caracas, donde fue presente ante el Cabildo reunido en 1' de agosto de 1605. "Pues en esta Ciudad no hai ningun Presetor ni hasta agora se ha cumplido el tenor de la citada Real Sedula (representó a los regidores) para que haya cumplido efecto lo que en ella se declara, a Vids. pido y suplico me admitan por tal presetor e manden se me señale para ayuda de costa lo que en la dicha Real Sedula se contiene o (alguna cosa) de los proprios de esta Ciudad...." Como titulo y lábaro de su competencia hizo valer con orgullo la movida serie. de sus variados antecedentes; y como halago para la ciudad, prometió: "q. siendo admitido por tal, me ofresco a leer y enseñar la Gramática y conformarme con la pusibilidad de cada uno...." El Cabildo le recibió con los brazos abiertos, le señaló cincuenta pesos de ayuda por año encargándole "la enseñanza y buenas costumbres de los disipulos q. hubiere", y prometió a su vez acudir al Gobernador cuanto antes, para que hiciese efectiva la situación de salario dispuesta por la Real Cédula de S. M. 13.

Mun'.

(13) V. Vol VII de "Cabildos de Caracas", f. 148: Arch.

El Sr. Alcega y la Cédula de 1608

Prenotandos.

Conocida y aceptada de todos los espíritus cultos es la deuda capital que tiene contraída la causa universal de la instrucción pública, singularmente en el Nuevo Mundo, con los Obispos de la Iglesia Católica. Desde el actual territorio de los Estados Unidos hasta el extremo meridional del Plata, muchos de aquellos egregios y mitrados varones, hombres de ciencia y virtud, verdaderos constructores de pueblos, mientras fueron predicando la palabra cristiana y corrigiendo costumbres, crearon escuelas y universidades, construyeron iglesias, protegieron a los indios, organizaron hospitales y dejaron correr en todos sentidos con amplia libertad el ancho caudal de su beneficencia. Pasma su fecunda actividad y llena de respeto el ánimo la multiplicidad de sus obras. Por toda la extensión de la América hispana se les ve desfilar: ni la desolación de las llanuras, ni la escarpada altura de las montañas, ni las caudalosas corrientes de los ríos, ni la encrespada y rebelde furia del océano, interrumpen sus caminos, que son caminos de justicia; unas veces se llaman Juan de Zumarraga o Payo Enriquez de Rivera, otras Bernardo de Valbuena o Hernando Arias de Ugarte; otras Toribio de Mogrovejo, Tomás de San Martin o Reginaldo de Lizarraga; sus armas son el cayado humilde y la autoridad apostólica; su divisa, la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.

Entre nosotros, en los dos siglos primeros, tales egregios varones se llamaron Pedro de Agreda, Gonzalo de Angulo, Antonio González de Acuña y Diego de Baños: todos fueron impulsores de la instrucción y todos ejercieron benéfica influencia en el desarrollo de la naciente Provincia. Agreda, famoso predicador, hizo la primera visita de la Diócesis y celebró el primer Sínodo: se cuen

ta de él que enseñaba personalmente las letras divinas y humanas; y para valorar lo que sólo estas tres cosas significan, hay que saber lo que era Venezuela en su tiempo 14. Durante el pontificado del señor Angulo se organizaron en definitiva los estudios reales de Gramática en Caracas y se trató de extenderlos a otras ciudades de la Provincia 15. González de Acuña y Baños fueron los fundadores del Seminario de Santa Rosa, y en él de la enseñanza filosófica superior y de los estudios mayores.

Alrededor del Obispo como de su centro se formaban en todas partes, según las posibilidades, escuelas primarias, cursos de Gramática, cátedras de Artes o Universidades Reales y Pontificias; y decimos que alrededor

(14) Ligera pero acertada idea de la persona del Sr. Agreda y de las adversas circunstancias en que trabajó se dará quien lea la nota u, pág. 236, que pusimos en nuestra edición de la "Historia de la Provincia de San Antonino" de Fr. Alonso de Zamora. (Parra León Hermanos, Caracas, 1930).

(15) El Sr. Angulo, en efecto, quiso organizar la enseñanza del clero de la Diócesis. Por mayo de 1621, considerando que la Gobernación tenía 10 ciudades y más de 60 doctrinas de Indios, fuera de "otros dos lugares que llaman la Guaira y Sn. Juan de Upire", a los cuales era necesario proveer de Curas, y puesto que éstos no tenían otro estudio oficial donde instruirse que el caraqueño de Gramática, el cual era tanto más insuficiente en relación con el número cuanto que de Caracas a Trujillo había más de doscientas leguas "y en su comedio Indios de guerra en la Prov" de Nirva por donde no se pasa sin escolta... lo cual y la mucha pobreza de los vecinos es causa para que de siete lugares que estan en la otra parte de la dicha Prov no vengan a estudiar a esta ciudad"; considerando tales circunstancias, y para evitar la escasez o la incompetencia de los ministros eclesiásticos, propuso a S. M. como solución adecuada de tan grave problema la creación de otra cátedra de Gramática en Trujillo, pues así los del lado acá de Nirva estudiarían en Caracas y los del otro lado en la dicha cátedra que se proponía. Levantó el Obispo información acerca del particular, en la cual declararon formalmente los Alcaldes Ordinarios Juan Martínez de Videla Francisco Castillo, el Depositario General Alonso Martínez de Videla, el Juez Real D. Baltasar de Escobedo, el encomendero Alonso Urbano y el Maestre de Campo D. Garci González de Silva. Autorizó la información el Teniente de Gobernador y ordenó mandarla a España; pero el hecho de que la hayamos encontrado original en el Archivo Arzobispal de Caracas, nos hace comprender que por una u otra causa no salió de la ciudad.

del Obispo como de su centro, porque el Obispo es el centro natural de los clérigos, y fueron entonces los clérigos principalmente, quienes, ajenos a la recia profesión de las armas, mantuvieron la noble profesión de las letras.

Las circunstancias particulares de la Diócesis de Venezuela (cuya capital fue Coro hasta 1637), los cortos pontificados y largas vacantes, fueron causa de que, con la falta de Pastor, se retrasase la Provincia, particularmente en el terreno pedagógico. Fue el Ilmo. Sr. D. Juan Martinez Manzanillo, fraile dominico, el primero que ante los peligros de Coro tomó por residencia habitual a Santiago de León; mas su muerte, acaecida en 1o de enero de 1592 16, le impidió ver erigida por S. M. la cátedra de Gramática, tan necesaria para la formación de su clero. De haberse prolongado algunos años más la vida de este Obispo, no se habría alejado tanto la situación de los doscientos pesos concedidos por el Rey, pues con el natural incremento de órdenes y vocaciones se hubieran proveido constantemente las aulas, y se habría logrado, dentro de la propia familia del Obispo, mayor concurrencia de preceptores hábiles. El benemérito Provincial de Dominicos D. Fr. Pedro Mártir Palomino, sucesor del Sr. Manzanillo, ni llegó siquiera a conocer la ciudad de Caracas, pues posesionado personalmente de la Diócesis en Coro mediante Real Cédula de ruego y encargo en 10 de octubre de 1595, falleció a los pocos meses, el 22 de febrero siguiente, en su propia capital diocesana. Ni excedió en mucho a la del anterior la duración del pontificado de D. Fr. Domingo Salinas: encargado de la Sede el año de 1599, padeció muerte trágica en el

(16) V. Actas del Cabildo Eclesiástico Caraqueño citadas por Mons. Nicolás E. Navarro: "Anales Eclesiásticos de Venezuela", pág. 49.

(17) V. la nota x, pág. 310, que pusimos a nuestra edición de la "Historia de la Provincia de San Antonino" del Mro. Fr. Alonso de Zamora. (Parra León Hermanos, Caracas, 1930).

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Tocuyo a mediados de junio de 1600 18 El segundo D. Fr. Pedro Palomino, dominico de Burgos, elegido para sustituir a Salinas, ni siquiera llegó a pisar territorio venezolano 19 ; ni tampoco su sucesor el ilustre mercedario D. Fr. Pedro de Oña, quien permaneció en España hasta su traslación a Gaeta, y cuya venida a Caracas, dadas sus altas prendas personales y la privanza de que gozaba con el Rey, hubiera significado sin duda un alto beneficio para la educación intelectual del país 20

Real Cédula de 1608.

Si larga fue, pues, la falta de Obispos en la Sede venezolana, por fin quedó remediada desde el nombramiento y posesión del Illmo. Sr. D. Fr. Antonio de Al

(18) V. Vol. VII de "Cabildos de Caracas": Arch. Mun'.--Lib. 7 de Real Hacienda, fs. 347 y 355: Arch. Nac.

(19) La existencia de este segundo dominico Fr. Pedro Palomino entre los Obispos de Venezuela, puesta en duda hasta hoy, nos ha parecido evidente después de la lectura del siguiente asiento que se encuentra en el Tomo 29 de los Mss. del Arch. de Indias existentes en la Biblioteca de nuestra Academia Nacional de la Historia: "1601. Petrus Palominus o. p. Venezolanem in America Brem. 5. 627." Adviértase que el Tomo lleva por título: "Indice de docs. exists. en los Archs. de España y Roma".

(20) La Enciclopedia Espasa encarece los altos méritos de este Prelado del modo siguiente: "Después de terminar los estudios de teología, fué destinado al convento de Alcalá, donde alcanzó fama de sabio filósofo y mereció el honor de que una de sus obras fuera declarada de texto en aquella Universidad. Desempeñó luego importantes empleos en la Orden, entre ellos el de Provincial de Castilla, y en 1602 Felipe III le presentó para el obispado de Venezuela, pasando dos años más tarde al de Gaeta, donde acabó sus días, siendo enterrado en la Catedral. Perteneció también al Consejo del rey y escribió: Almae Florentissimae Complutensium Academiae Commentaria una cum quaestionibus super universam Aristotelis logicam Magnam dicata (Álcalá de Henares, 1588); Introductionem ad Aristotelis Dialecticam, quam vulgo Summulas seu parva logicalia nuncupant, cum argumentis (Alcalá de Henares, 1593); Super octo libros Aristot. De physica obscultatione. Commentaria una cum quaestionibus suvigillantissimo Pastore nostro Magistro Generali Fratre Francisco Salazar (Alcalá de Henares, 1593); Sermones del Pecado original y Primera parte de las postrimerías del hombre (Madrid, 1603 y 1608). El nombre de Oña figura en el Catálogo de Autoridades de la Lengua, de la Academia Española".

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