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E. Kelsey

3-11-38 35988

ARQUEOLOGÍA

I

LA ACRÓPOLIS SAGUNTINA.-MUROS CICLÓPEOS

BRIGAMOS la seguridad que cuantos lean el epígrafe que encabeza este artículo, han de ver con extrañeza que nos ocupamos en la descripción de monumentos antiquísimos que nadie había puesto la mano y que con justicia han de llamar la atención de todos los arqueólogos. Pero esta extrañeza se desvanece muy pronto si tenemos en cuenta que, si bien los monumentos arqueológicos existentes en Sagunto, han sido descritos por propios y extraños, y sus observaciones han visto la luz pública en monografías, folletos y artículos de algunos periódicos ilustrados, sin embargo, únicamente les ha cabido este honor á los que como el teatro, el circo y otros, están á la vista de todos, y sus grandes moles no pueden ocultarse á las miradas del observador, ni á las del vulgo. Y es que, la mayor parte de los ilustres via

jeros que nos han precedido en la descripción de los restos de la antigua ciudad, pretenden haberlo visto todo en la actual población, y en una sola visita de unas cuantas horas, que no bastan para fijar siquiera la atención en cualquiera de sus importantes monumentos. No: la población primitiva no estaba donde la de hoy, y por esto las importantes ruinas que nos evidencian el sitio donde aquella se alzaba, están á considerable altura y rodeadas de escollos realzados con robustas murallas, para evitar el acceso de otras razas que vinieran á turbar la tranquilidad de sus moradores.

He aquí por que, Boix (1), Delgado (2), Ortiz de la Vega (3), y hasta el profundo César Cantú (4), dicen que en Sagunto habían visto muros ciclópeos, si bien no hay cosa de fantasía más pura que esta afirmación, puesto que estos escritores no han visto tal cosa, ni se comprende que alguno de ellos los hubiera dejado olvidados en cartera para que otro los señalara y describiera. Estos historiadores, siguiendo la corriente general, han buscado y rebuscado monumentos antiguos dentro del recinto de la actual población, donde se encuentran muchos é importantes, pero los más antiguos pertenecen á

(1) Memorias de Sagunto, por D. Vicente Boix. Valencia 1865. (2) Informe para la toma de posesión del Teatro de Sagunto, publicado en el tomo I del Boletin de la Real Academia de la Historia. Año 1877. Nuevo método de clasificación de las medallas autónomas de España, tomo III, pág. 397.

(3) Anales de España, lib. II, cap. V. (4) Historia Universal, tomo I, lib. V.

la época romana. Así que, sus pretendidos muros ciclópeos, no son otra cosa que defensas construídas por los romanos ó por los visigodos y árabes con por

restos de construcciones romanas. Masas enormes de piedra, sí, pero arregladas con orden y simetría, con labor más ó menos fina, indicando á todas luces que los artífices que las labraron pertenecían á una época muy distinta de la primitiva, y á una civilización muy superior á la de aquellos. Tal es lo que se observa en el trozo de muralla existente en la parte NO. de la ciudad, y en las robustas torres del Hospital y de la puerta Ferrisa. Asi mismo, los muros que apoyan el cuartel de la entrada del castillo, no son en nuestro concepto de época tan remota como los existentes al Sur y al Oeste de la misma fortaleza, pues los monolitos que entran en su formación están labrados con instrumentos de metal, cuyas huellas aparecen claras en sus aristas trabajadas á escuadra, lo cual demuestra que los artífices que los construyeron poseían conocimientos nada vulgares de arquitectura y estereotomía. En Sagunto, como en casi todas las ciudades

que deben su origen á establecimientos coloniales, hay que buscar sus más antiguos monumentos en la eminencia de la colina donde suelen apoyarse las poblaciones modernas. Sabido es que, las eminencias donde fijaban su residencia las primitivas colonizaciones, habían de reunir, generalmente, la condición de la facilidad de la defensa, y que estuvieran en sitio ó región fértil, y á propósito para la contratación y desarrollo comercial; próxi

mos al mar que les había de servir para el transporte de sus sencillas industrias y lucrativas especulaciones. Y para evitar que otras razas hicieran con ellos, lo que tal vez, los mismos habían hecho con los indígenas implantados en aquel sitio, elegían de aquellas eminencias los puntos de más difícil acceso, y aun los circunvalaban de muros que vinieran á fortificar y á asegurar aquellas posiciones de alguna invasión extraña. Más tarde, cuando el establecimiento colonial crecía, merced á la importancia adquirida por aquellos pueblos eminentemente comerciales y civilizadores, ya no pudieron vivir con holgura en aquellas estrechas mesetas, y corriéndose por la falda del monte, y aun por el valle inmediato, quedó la parte superior convertida en axpórols (acrópolis) ó ciudad alta, cuya denominación recordaba su primitivo destino. Allí quedó entonces cerrado, por un recinto sagrado y fortaleza á la vez, todo lo más precioso de la ciudad; el tesoro público, los archivos y los templos de las divinidades tutelares para asegurarse de su protección, recibiendo el nombre de arx en tiempo de los romanos, que corresponde á la alcazaba de los árabes, y á la fortaleza de los cristianos, llamada alcázar.

La numismática de Sagunto nos recuerda todavía la existencia de su antigua acrópolis. Es creencia admitida por arqueólogos de gran autoridad que, la leyenda que llevan las monedas de dicha ciudad pertenecientes al período ibérico, esto es 4 (Arse), significa el nombre del taller monetario existente en su acrópolis, cuya palabra latina recibieran los

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