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das en la falda de la colina, y la eminencia quedó convertida desde entonces en Acrópolis, como recuerdo de su primitivo destino (1).

Al apoderarse Anibal de la ciudad semiabrasada, pero no rendida, dejó asegurados en su alcázar inexpugnable, los rehenes hispanos que las ciudades le habían dado en prueba y seguridad de su alianza con Cartago: quod ibi obsides totius Hispaniæ custodia traditos ab Annibale fama erat modico in arce custodiri præsidio (2). En esta época y aún en tiempos anteriores, se batían las monedas de Sagunto en su alcázar, ostentando en sus cuños el nombre de la zeca con caracteres indígenas (3).

En la Edad media aprovecharon los moros el castillo saguntino como antemural de Valencia, pues era posición estratégica importantísima para guardar los pasos de Cataluña y Aragón. Los nombres árabes que llevaban algunos baluartes y torres (no olvidados todavía), nos dan á entender de qué modo estaba construída la fortaleza para defenderla con escasas fuerzas. El sitio más vulnerable, hacia el Oeste, tenía la torre Barrani, con significación de castillo forano, puesto que realmente protegía las avenidas hacia las alturas de Anibal. En la parte opuesta, al Este, estaba la torre de la Saluquia que equivale á baluarte, barbacana, cuyo nombre recibieron dos antiguas torres que defendían la plaza actual de Almenara. La fortifi

(1) Véase loc. cit. ut. supra.

(2) Tit. Liv. Hist., lib. XXII, cap. XIV. (3) Véase la numismática saguntina.

cación que cerraba el espacio conocido por los tres castellets, se denominaba el albacar, castillo bajo ú obra exterior de fortificación (1). Así se comprende que en 1994, cuando el Cid dirigió sus huestes contra la población de Murviedro defendida entonces por los moros, le decían: «sabes que el castillo de Murviedro es tan celebrado y famoso en todo el mundo, que no debemos permitir que tan facilmente se rinda» (2).

Tuvo la misma importancia militar el castillo de Murviedro, después que D. Jaime I reconquistó los estados de Zeyan: los súbditos moros del infante de Portugal, cuyo fué el señorío por pocos años, hostilizaron desde esta fortaleza á las tropas del Conquistador. Y desde entonces hasta ahora, lo mismo en tiempos en que no se había aplicado la pólvora á las armas de batir, como después de los últimos adelantos de la balística, este castillo ha jugado un papel importante por su buena situación estratégica. En las guerras de la Unión y en las de Aragón y Castilla; durante las Germanías y en las guerras de sucesión y de la independencia española; en todas estas crueles luchas, ha sido esta fortaleza reciamente combatida, renovándose aquí no pocas veces, el heroismo de los antiguos saguntinos que prefirieron la muerte á la esclavitud humillante.

¿Qué resios antiguos guarda hoy este célebre recinto fortificado? Muchos é interesantísimos, pero

(1) Cock. Viaje de Felipe II en 1585, á Zaragoza, Barcelona y Valencia. Madrid 1876.

(2) Véase el tomo I cap. XIV, y el documento justificativo número I.

todos ellos desfigurados por las múltiples y variadísimas obras de defensa que en él se han construído. Sin embargo, el arqueólogo y el artista saben encontrar monumentos doquiera existan, y su fino criterio, ayudado á veces por un ligero esfuerzo de fantasía, le permiten reconstruir lo que el tiempo ó la mano del hombre ha mutilado. No de otro modo se han podido estudiar en la fortaleza saguntina, todos los sistemas militares de defensa construídos por los diversos pueblos que han dominado nuestro país: el recinto de murallas ciclópeas nos recuerda á los iberos; los soberbios muros y torres de sillería con gran arte fabricados, á los romanos; obras de moros son los baluartes de hormigón, con sus puertas en forma de herradura; y proclaman á voces á catalanes y aragoneses de los tiempos medios, los muros de tapiería con sus torres almenadas y aspilleradas en cruz.

Pero el recuerdo que evocan estas venerandas ruinas, iluminadas un tiempo por los vivísimos resplandores que inmortalizaron á la ciudad ilustre, resaltan más ante el bellísimo panorama que por todas partes les rodea. Al pie de la montaña, á lo largo de la falda que dá al Nordeste extiéndese la ciudad saguntina ceñida por los huertos que besa el Palancia con su frondoso valle; desde el cabo de Oropesa hasta el de San Antonio, el mar dibuja la suave curva del risueño golfo; y al Sur Valencia, cuyas innumerables torres se destacan sobre la decoración confusa de las montañas de Játiva.

Componen el fuerte de Sagunto cinco plazas, que han recibido diferentes denominaciones según las épocas de su artillamiento ó defensa. La primera plaza, hacia Occidente, se ha llamado de Barrani, del Espolón, y ahora del Dos de Mayo por la heróica defensa que se hizo en ella contra las aguerridas tropas del mariscal Suchet. La segunda plaza se denomina la Ciudadela, por ser la mayor eminencia de la fortaleza; durante la guerra de la Independencia se llamó San Fernando y antiguamente de Hércules porque tenía una torre de este nombre (1). Ahora es conocida la tercera plaza, con el nombre de Estudiantes, aunque durante la guerra de la Independencia se la consideraba como un atrincheramiento dependiente de la segunda plaza, así como también el espacio que al Oeste se denominaba San Pedro. En el muro del Norte, junto á una torre desmoronada, se abría la puerta de la fortaleza, en cuya entrada vieron Ponz y Lumiares el área y columnas de antiguo templo (2). La cuarta plaza ó de armas, ha tenido el nombre de la Magdalena, por la imágen que se veneraba en la capilla situada en ella. Aquí se guardaban los restos de unos arietes antiguos, que desgraciadamente han desaparecido sin saber su paradero: al Sur del área de esta plaza, existe un antiguo aljibe formado de cal y piedra menuda tan firme como peña, de 120 pasos de longitud, 21 de latitud y tres varas de

(1) Véase el tomo I, cap. II, pág. 31, Nota.

(2) Ponz. Viaje por España, tomo IV, carta octava. Lumiares. Inscrip. y antig, del Reino de Valencia, dibujo 103.

altura con dos naves sostenidas por 21 pilares; su capacidad es de 25,000 pies cúbicos de agua. Detrás de la habitación del gobernador y plana mayor, se extiende un pequeño jardín á cuyo pié se abren lóbregos é insalubres calabozos conocidos por las leoneras. El murallón que limita esta plaza al Oeste, se llamaba de la Moneda; tiene al Sur un torreón de construcción romana y en su macizo vestigios de un calabozo; sobre el lienzo de muro antiguo que hace frente al Norte, existe la puerta de Mahoma y antiguamente del Idolo, cuyas denominaciones traen su origen de una estatua de mármol sin cabeza, empotrada en el muro (1). La quinta plaza ó de Almenara, se llamaba Saluquia durante la dominación musulmana, y de Bassecourt en la guerra de la Independencia. El espacio de la falda del monte que mira al Noroeste, estaba antiguamente amurallado y se continuaba con otro que hoy está comprendido en la cuarta plaza (la conejera), formando el castillo que los arabes denominaron albacar; este sitio es conocido hoy por los tres castellets. La entrada principal del fuerte corresponde al Norte de la cuarta plaza por la subida de la población, carretera sólida de cinco ramales con una longitud de 833 pasos.

Desmontada esta fortaleza en 1859, al comienzo de la guerra de Africa, tiene ahora un pequeño destacamento que se releva todos los meses, más para

(1) Béuter, Escolano y Diago, ya la mencionan en sus crónicas: ahora se guarda esta estatua en el teatro antiguo.

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